viernes, 6 de septiembre de 2013

POESÍAS DE UN PREGÓN

Sea en machacandero
coctelera o almirez,
echa todo de una vez,
seleccionando primero.

Con cariño moverás
suavemente, muchas veces,
lo harás durante meses
y el resultado obtendrás.

Mézclalo muy hábilmente
con amor y con constancia,
tiene mucha importancia
no hacerlo de repente.

Ponle ilusión, afición,
fe, ingenio y entusiasmo
y, aunque te suene a sarcasmo
devolución y corazón.

Se le deja reposar
casi todo el mes de Agosto
fermentará, como el mosto,
y ya se puede tomar.

Se sirve en esta ocasión
con ambiente de agasajo,
me ha costado algún trabajo,
pero ya está aquí el pregón.

Hay en cambio otra Alcalá, más corriente, más de diario y más conocida por todos. Es una Alcalá sin retóricas ni frases complicadas. Sólo nombres.

El Picacho, El Beaterio,
San Antonio, La Alameda,
El Fraja, Patriste, El Lejío,
Las Peñas y el Monte Ortega.

El Convento, El Castillo,
La Victoria, El Control,
El Santuario, El Saltillo,
El Lario y la Puerta del Sol.

El trabajo y la rutina
el corcho y la calle Real,
el viento en cada esquina,
en cada fachá, la cal.

San Jorge, La Plaza Alta
y la Puerta de la Villa,
su sol, su cielo, su “playa”,
también su gente sencilla.

El conejo, la perdiz,
Santo Domingo y la sal,
los perros, la escopeta
y la caña de pescar.

Cabrillas y caracoles,
espárragos, tagarnina,
las cartas, el mús, los dados,
el “Chiclana” y el “La Ina”.

Sequía o catarata,
el patrón y el colono,
el wisky o el cubata
el Pizarro y Paco Nono.

El calor y el “levante”
el caballo y la moto,
la guitarra y el cante,
Campanero y Guay Carloto.

Los Molinos y Los Pozos,
La Coracha y La Salá,
todo esto y…otro poco
es mi pueblo de Alcalá.

La vista de la portada
acelera el caminar,
se espera dura jornada,
ya, casi no queda nada,
solo hace falta…llegar.

El sol envía su luz
y va alumbrando el camino.
y es al llegar a la cruz
cuando un caballo se espanta,
tanto polvo se levanta,
que es un trago de vino
el que alivia la garganta
del cansado peregrino.

Por veredas y caminos,
en coche, bestias, andando,
van, diligentes, llegando,
forasteros y vecinos.

Desde las claras del día
y al destellar los albores,
se afanan en las labores
con incesante porfía.

Sin demasiadas finezas
y con renovado celo
están cubriendo de hielo
el vino y las cervezas.
Y se encienden las cocinas
listos ya los tenderetes,
las conservas, los filetes,
los bistécs y las sardinas.

Ya hemos hecho el camino
entre palmas, vino y cantos,
y el romero alcalaíno
da un saludo matutino
a la Virgen de los Santos.

Con mimo y con sudores
y con un tacto eficaz,
un hombre, con mil amores,
dirige los cargadores:
“Miguelón”, el capataz.

         Pero al salir nos tropezamos con un personaje mítico y típico y desde nuestro interior improvisamos este soliloquio con el pastorcillo de los Santos:

Desde siempre, desde niño,
te conocí de portero,
desde entonces mi cariño,
desde siempre yo te quiero.

Muchos fueron a emigrar,
pastores o carpinteros
y, en Cádiz, a trabajar,
ejercieron de porteros.

Tú también, por lo que veo,
tan apuesto y tan sencillo
recurres al pluriempleo;
portero y pastorcillo.

Todo el mundo quiere ser
psicólogo o doctor,
arquitecto o ingeniero,
tú has querido ejercer,
y es para ti lo primero,
simplemente ser pastor.

Y has tenido más suerte,
ni a Cádiz ni a Barcelona,
y en portero te convierte
de los Santos la Patrona.

Como siempre hubo rebaños
pastores siempre ha habido,
hoy, al pasar de los años
están echados en olvido.

Que los tiempos han cambiado
no se puede ni dudar,
ya no queda ni ganado,
ni trilla, ni era, ni arar.
en los campos ya no hay cantos,
ya no hay fiestas ni pastores,
ya no hay yuntas, ya no hay llantos,
solo se oyen los tractores.

Y ya no guardas ovejas
ni vas con los pastorcillos,
tú recoges, en bandejas,
monedas y cigarrillos.

En aparente descuido
escogiste lo mejor,
sin agobio, sin ruido,
tú, solamente pastor.

¿Porqué no llevas la cuenta
de todo lo que ha pasado?
El cálculo no te sienta
y no estás bien informado.

¡Cuántos se ven y se encuentran
entre tantas Romerías!
¡cuántos salen, cuántos entran,
tantas noches, tantos días!

Te envidio y te felicito
Pastorcillo de los Santos,
tú sigue ahí, quietecito,
oyendo pregones, cantos.

Como eres buena persona
te pide todo Alcalá
Que cuides de la Patrona,
Ella a ti te cuidará.

Yo he visto volar corazones
en un mar con oleaje de brazos,
y he oído ardorosos flechazos
disparados en cien ocasiones.

Yo he visto hablar en silencio
y he oído gritar las gargantas
de tantas mujeres, tantas,
que lo afirmo y así lo evidencio.

Yo he visto la vista nublada
y los ojos de perlas cubiertos,
con las lágrimas ya no se ve nada,
yo no he visto que lloren los muertos.

Repican las campanas
desde la altura,
cuando el sol más calienta
todo es locura.
Al mediodía,
hasta las piedras cantan
por alegrías.

Un estruendo de palmas
atrona el aire,
ya no van a parar
toda la tarde.
Llena de gozo,
baila el agua clara
dentro del pozo.

Cientos de olivos verdes
mueven los brazos,
contonean sus troncos
dando los pasos,
oh, qué alegría,
cómo baila el olivo
por bulerías.

Ya desciende la Virgen
las escaleras,
una ola de manos
quieren mecerla.
¡Ay, qué mañana,
ver bailar a María
por sevillanas!

Yo estoy aquí porque creo
Virgen y Madre bendita,
que al mirarte, ya te veo
cada día más bonita.

Igual que al nacer el día
le precede el arrebol,
cuando tú sales, María,
es cuando sale el sol.

Y es tu mirada ternura,
y es tu mirada calor,
y tu mirada es locura,
pero sobre todo amor.

Y Tú enciendes la mecha
de la fe y la devoción,
y tus hijos, esta fecha,
te aclaman en convulsión.

El cuerpo el sudor empapa
con la abigarrada cita,
ya no cesa: ¡guapa, guapa!
y ¡bonita! y ¡bonita!

Se agitan con mil clamores
mil brazos como mil chopos,
y te recubren de flores
y te llenan de piropos.

Y empujan, se arremolian
en torno a tus varales,
y al infante ya culminan
a tus brazos maternales.

Y vivas, y sol y cantos,
palmas, lágrimas y músicas,
y a la Virgen de los Santos,
rezos, aplausos y súplicas.

Y va subiendo de tono
la popular devoción
y de la Virgen el trono
se mueve con discreción.

Uno que no conocía nuestra Romería y extrañado por el éxito de la misma, me preguntaba que había aquí que no hubiese en otras. Yo le respondía así:

Luz, colorido, emociones,
caballo, polvo, camino,
sol, saludos, apretones,
guitarra, bullicio, vino
y amor en los corazones.

Sombreros, palillos, prisas,
niños, mujeres, mayores,
velas, luces, coro, Misas,
besos, jolgorio, sudores,
cantes, sevillanas, risas.

Cruz, carreta, caminar,
cestas, viandas, comer,
varales, micro, cantar,
copas, cansancio, beber,
coches, puestos, olivar.

Palma, brillo, peinas, mantos,
trajes, abrazos, calor,
vivas, gargantas y cantos,
flauta, espuela y tambor
y la Virgen de los Santos.

Si estos campos hablaran
y estos olivos escribieran,
¡cuántas voces se escucharan!
¡qué de palabras se oyeran!

Pero los campos no hablan
y de palabras están mudos,
y los olivos se callan
y están de ideas desnudos.
sin embargo aquí está
y sus entrañas encierra
todo el alma de Alcalá,
en esta bendita tierra.

¡Qué de íntimas oraciones!
¡Cuántas promesas cumplidas!
¡Cuántas justas devociones
en cada rama prendidas!

Los patios y la explanada
y las colmenas hablando,
el pozo y la balaustrada
en silencio están rezando.

Ya llega la Virgen Santa
camino del olivar,
ronca queda la garganta,
y hasta el olivo le canta
al ver la Madre pasar.

Levantarse corriendo
que viene el día
y nos vamos muy pronto
de Romería.
Coge el canasto,
la comida y el vino
para los Santos.

Este burro no avanza
ni a garrotazos,
baja al niño de encima
que vaya andando.
de esta manera,
si vamos más de prisa
antes se llega.

Saca tú la tortilla
y echa la manta,
que, cerca de este olivo,
la Virgen pasa.
Abre la silla,
que en el suelo me pican
muchas hormigas.

Ya pasó la Patrona,
pasó ya todo,
borracho de alegría
empino el codo.
Carga los trastos,
si venía un burro…
¿cómo van cuatros?

Sobre las tres de la tarde
termina la procesión,
está el ambiente que arde,
y, de fiesta, en un alarde,
sufre el patio una invasión.

Sube la temperatura
con la alegría y el sol,
la juerga sigue segura,
y es el patio la locura
donde reina el alcohol.

Mudo testigo el pozo
contempla con ansiedad,
el agua salta de gozo,
y, viendo tanto alborozo,
rebosa felicidad.

Cante y baile a la vez,
guitarras y palmas sonando,
el cuarto se va agrandando,
pues donde no caben diez
doscientos están cantando.

         Es donde reside la esencia del regocijo de los Santos. Cada cuarto es un mundo distinto, una casa abierta a muchos, una inmensa familia hecha de amigos, parientes y compañeros. Cada cuarto es una parcela de júbilo y humor que le dan carácter sus moradores. Y el patio, “sancta santorum” de la fiesta, templo de esparcimiento y reino del cante y del baile. Entrar en el patio y no divertirse es como meterse en el agua y no mojarse. Es imposible. Si hay alguien que no lo consigue es porque no sabe leer los signos del pueblo andaluz ni puede sintonizar con el alma de sus gentes.

         Todavía quedará quién se pregunte a qué ser puede venir a los Santos. Todavía habrá quien dude si volverá el próximo año. Por si aún existe el no convencido, yo le podré decir a qué se puede venir aquí, para qué y por qué se debe llegar a nuestra Romería. Desvanecer pues, esa duda y eliminar la pregunta, ¿a qué se puede venir a los Santos?

A los Santos se viene a rezar,
a los Santos se viene a reír,
a los Santos se viene a mirar
a los Santos se viene a cumplir.

Se viene a los Santos a cantar,
se viene a los Santos a comer,
se viene a los Santos a bailar
y sobre todo a beber.

A los Santos se viene a andar,
a los Santos se viene a aplaudir,
a los Santos se viene a sudar
y también a sonreír.

A los Santos se viene a escuchar,
y se viene a prometer,
se viene a saludar
y también a enronquecer.

A los Santos se viene a pedir,
los mayores a recordar,
algunos, tal vez, a sufrir,
alguien, quizás, a llorar.

A los Santos se viene a estar,
también se viene a vivir,
se viene a los Santos a…soñar
y sobre todo a…sentir.

Ya en el blanco Santuario
la Virgen descansa en paz,
vuelve el mutismo diario,
y el camarín, relicario,
queda en silencio locuaz.

Ya no te cantan canciones
exaltadas de calor,
no hay fervientes oraciones,
solo rezan, corazones,
solitarios, con amor.

Así pues, de esta manera
el hijo se llega aquí
una mañana cualquiera
de otoño o de primavera,
postrándose ante Ti.

Siempre escuchas los clamores
que expresan bajo tus mantos
de cuantos se acercan, ¡tantos!
en auxilio de favores.

Y el amor de los amores
lo entregas a manos llenas,
da alegrías, quitas penas
y en incesante fluir,
no dejarán de acudir
cual la sangre por las venas.

Y todos salen contentos,
salen fuertes, salen sanos
y se sienten más hermanos;
le han bastado unos momentos
y les llenaste las manos.

Todos los alcalaínos,
los de aquí y los ausentes
ojalá, por mil caminos,
sean romeros divinos
en praderas diferentes.

Lleguen tan altas las huellas
que alcancemos, al final,
otras Romerías bellas,
y, por senderos de estrellas,
la Ermita Celestial.






José Arjona Atienza

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