Sea en
machacandero
coctelera o
almirez,
echa todo de una
vez,
seleccionando
primero.
Con cariño moverás
suavemente, muchas
veces,
lo harás durante
meses
y el resultado
obtendrás.
Mézclalo muy
hábilmente
con amor y con
constancia,
tiene mucha
importancia
no hacerlo de
repente.
Ponle ilusión,
afición,
fe, ingenio y
entusiasmo
y, aunque te suene
a sarcasmo
devolución y
corazón.
Se le deja reposar
casi todo el mes
de Agosto
fermentará, como
el mosto,
y ya se puede
tomar.
Se sirve en esta
ocasión
con ambiente de
agasajo,
me ha costado
algún trabajo,
pero ya está aquí
el pregón.
Hay en cambio otra Alcalá, más corriente,
más de diario y más conocida por todos. Es una Alcalá sin retóricas ni frases
complicadas. Sólo nombres.
El Picacho, El
Beaterio,
San Antonio, La
Alameda,
El Fraja,
Patriste, El Lejío,
Las Peñas y el
Monte Ortega.
El Convento, El
Castillo,
La Victoria, El
Control,
El Santuario, El
Saltillo,
El Lario y la
Puerta del Sol.
El trabajo y la
rutina
el corcho y la
calle Real,
el viento en cada esquina,
en cada fachá, la
cal.
San Jorge, La
Plaza Alta
y la Puerta de la
Villa,
su sol, su cielo,
su “playa”,
también su gente
sencilla.
El conejo, la
perdiz,
Santo Domingo y la
sal,
los perros, la
escopeta
y la caña de
pescar.
Cabrillas y
caracoles,
espárragos,
tagarnina,
las cartas, el
mús, los dados,
el “Chiclana” y el
“La Ina”.
Sequía o catarata,
el patrón y el
colono,
el wisky o el
cubata
el Pizarro y Paco
Nono.
El calor y el
“levante”
el caballo y la
moto,
la guitarra y el
cante,
Campanero y Guay
Carloto.
Los Molinos y Los
Pozos,
La Coracha y La
Salá,
todo esto y…otro
poco
es mi pueblo de
Alcalá.
La vista de la
portada
acelera el
caminar,
se espera dura
jornada,
ya, casi no queda
nada,
solo hace
falta…llegar.
El sol envía su
luz
y va alumbrando el
camino.
y es al llegar a
la cruz
cuando un caballo
se espanta,
tanto polvo se
levanta,
que es un trago de
vino
el que alivia la
garganta
del cansado
peregrino.
Por veredas y
caminos,
en coche, bestias,
andando,
van, diligentes,
llegando,
forasteros y
vecinos.
Desde las claras
del día
y al destellar los
albores,
se afanan en las
labores
con incesante
porfía.
Sin demasiadas
finezas
y con renovado
celo
están cubriendo de
hielo
el vino y las
cervezas.
Y se encienden las
cocinas
listos ya los
tenderetes,
las conservas, los
filetes,
los bistécs y las
sardinas.
Ya hemos hecho el
camino
entre palmas, vino
y cantos,
y el romero
alcalaíno
da un saludo
matutino
a la Virgen de los
Santos.
Con mimo y con
sudores
y con un tacto
eficaz,
un hombre, con mil
amores,
dirige los
cargadores:
“Miguelón”, el
capataz.
Pero al salir nos tropezamos con un
personaje mítico y típico y desde nuestro interior improvisamos este soliloquio
con el pastorcillo de los Santos:
Desde siempre,
desde niño,
te conocí de
portero,
desde entonces mi
cariño,
desde siempre yo
te quiero.
Muchos fueron a
emigrar,
pastores o
carpinteros
y, en Cádiz, a
trabajar,
ejercieron de
porteros.
Tú también, por lo
que veo,
tan apuesto y tan
sencillo
recurres al
pluriempleo;
portero y
pastorcillo.
Todo el mundo
quiere ser
psicólogo o
doctor,
arquitecto o
ingeniero,
tú has querido
ejercer,
y es para ti lo
primero,
simplemente ser
pastor.
Y has tenido más
suerte,
ni a Cádiz ni a
Barcelona,
y en portero te
convierte
de los Santos la
Patrona.
Como siempre hubo
rebaños
pastores siempre
ha habido,
hoy, al pasar de
los años
están echados en
olvido.
Que los tiempos
han cambiado
no se puede ni
dudar,
ya no queda ni
ganado,
ni trilla, ni era,
ni arar.
en los campos ya
no hay cantos,
ya no hay fiestas
ni pastores,
ya no hay yuntas,
ya no hay llantos,
solo se oyen los
tractores.
Y ya no guardas
ovejas
ni vas con los
pastorcillos,
tú recoges, en
bandejas,
monedas y
cigarrillos.
En aparente
descuido
escogiste lo
mejor,
sin agobio, sin
ruido,
tú, solamente
pastor.
¿Porqué no llevas
la cuenta
de todo lo que ha
pasado?
El cálculo no te
sienta
y no estás bien
informado.
¡Cuántos se ven y
se encuentran
entre tantas
Romerías!
¡cuántos salen,
cuántos entran,
tantas noches,
tantos días!
Te envidio y te
felicito
Pastorcillo de los
Santos,
tú sigue ahí,
quietecito,
oyendo pregones,
cantos.
Como eres buena
persona
te pide todo
Alcalá
Que cuides de la
Patrona,
Ella a ti te
cuidará.
Yo he visto volar
corazones
en un mar con
oleaje de brazos,
y he oído
ardorosos flechazos
disparados en cien
ocasiones.
Yo he visto hablar
en silencio
y he oído gritar
las gargantas
de tantas mujeres,
tantas,
que lo afirmo y
así lo evidencio.
Yo he visto la
vista nublada
y los ojos de
perlas cubiertos,
con las lágrimas
ya no se ve nada,
yo no he visto que
lloren los muertos.
Repican las
campanas
desde la altura,
cuando el sol más
calienta
todo es locura.
Al mediodía,
hasta las piedras
cantan
por alegrías.
Un estruendo de
palmas
atrona el aire,
ya no van a parar
toda la tarde.
Llena de gozo,
baila el agua
clara
dentro del pozo.
Cientos de olivos
verdes
mueven los brazos,
contonean sus
troncos
dando los pasos,
oh, qué alegría,
cómo baila el
olivo
por bulerías.
Ya desciende la
Virgen
las escaleras,
una ola de manos
quieren mecerla.
¡Ay, qué mañana,
ver bailar a María
por sevillanas!
Yo estoy aquí
porque creo
Virgen y Madre
bendita,
que al mirarte, ya
te veo
cada día más
bonita.
Igual que al nacer
el día
le precede el
arrebol,
cuando tú sales,
María,
es cuando sale el
sol.
Y es tu mirada
ternura,
y es tu mirada
calor,
y tu mirada es
locura,
pero sobre todo
amor.
Y Tú enciendes la
mecha
de la fe y la
devoción,
y tus hijos, esta
fecha,
te aclaman en
convulsión.
El cuerpo el sudor
empapa
con la abigarrada
cita,
ya no cesa:
¡guapa, guapa!
y ¡bonita! y
¡bonita!
Se agitan con mil
clamores
mil brazos como
mil chopos,
y te recubren de
flores
y te llenan de
piropos.
Y empujan, se
arremolian
en torno a tus
varales,
y al infante ya
culminan
a tus brazos
maternales.
Y vivas, y sol y
cantos,
palmas, lágrimas y
músicas,
y a la Virgen de
los Santos,
rezos, aplausos y
súplicas.
Y va subiendo de
tono
la popular
devoción
y de la Virgen el
trono
se mueve con
discreción.
Uno que no conocía nuestra Romería y
extrañado por el éxito de la misma, me preguntaba que había aquí que no hubiese
en otras. Yo le respondía así:
Luz,
colorido, emociones,
caballo,
polvo, camino,
sol,
saludos, apretones,
guitarra,
bullicio, vino
y
amor en los corazones.
Sombreros,
palillos, prisas,
niños,
mujeres, mayores,
velas,
luces, coro, Misas,
besos,
jolgorio, sudores,
cantes,
sevillanas, risas.
Cruz,
carreta, caminar,
cestas,
viandas, comer,
varales,
micro, cantar,
copas,
cansancio, beber,
coches,
puestos, olivar.
Palma,
brillo, peinas, mantos,
trajes,
abrazos, calor,
vivas,
gargantas y cantos,
flauta,
espuela y tambor
y
la Virgen de los Santos.
Si
estos campos hablaran
y
estos olivos escribieran,
¡cuántas
voces se escucharan!
¡qué
de palabras se oyeran!
Pero
los campos no hablan
y
de palabras están mudos,
y
los olivos se callan
y
están de ideas desnudos.
sin
embargo aquí está
y
sus entrañas encierra
todo
el alma de Alcalá,
en
esta bendita tierra.
¡Qué
de íntimas oraciones!
¡Cuántas
promesas cumplidas!
¡Cuántas
justas devociones
en
cada rama prendidas!
Los
patios y la explanada
y
las colmenas hablando,
el
pozo y la balaustrada
en
silencio están rezando.
Ya
llega la Virgen Santa
camino
del olivar,
ronca
queda la garganta,
y
hasta el olivo le canta
al
ver la Madre pasar.
Levantarse
corriendo
que
viene el día
y
nos vamos muy pronto
de
Romería.
Coge
el canasto,
la
comida y el vino
para
los Santos.
Este
burro no avanza
ni
a garrotazos,
baja
al niño de encima
que
vaya andando.
de
esta manera,
si
vamos más de prisa
antes
se llega.
Saca
tú la tortilla
y
echa la manta,
que,
cerca de este olivo,
la
Virgen pasa.
Abre
la silla,
que
en el suelo me pican
muchas
hormigas.
Ya
pasó la Patrona,
pasó
ya todo,
borracho
de alegría
empino
el codo.
Carga
los trastos,
si
venía un burro…
¿cómo
van cuatros?
Sobre
las tres de la tarde
termina
la procesión,
está
el ambiente que arde,
y,
de fiesta, en un alarde,
sufre
el patio una invasión.
Sube
la temperatura
con
la alegría y el sol,
la
juerga sigue segura,
y
es el patio la locura
donde
reina el alcohol.
Mudo
testigo el pozo
contempla
con ansiedad,
el
agua salta de gozo,
y,
viendo tanto alborozo,
rebosa
felicidad.
Cante
y baile a la vez,
guitarras
y palmas sonando,
el
cuarto se va agrandando,
pues
donde no caben diez
doscientos
están cantando.
Es donde reside la esencia del regocijo
de los Santos. Cada cuarto es un mundo distinto, una casa abierta a muchos, una
inmensa familia hecha de amigos, parientes y compañeros. Cada cuarto es una
parcela de júbilo y humor que le dan carácter sus moradores. Y el patio,
“sancta santorum” de la fiesta, templo de esparcimiento y reino del cante y del
baile. Entrar en el patio y no divertirse es como meterse en el agua y no
mojarse. Es imposible. Si hay alguien que no lo consigue es porque no sabe leer
los signos del pueblo andaluz ni puede sintonizar con el alma de sus gentes.
Todavía quedará quién se pregunte a qué
ser puede venir a los Santos. Todavía habrá quien dude si volverá el próximo
año. Por si aún existe el no convencido, yo le podré decir a qué se puede venir
aquí, para qué y por qué se debe llegar a nuestra Romería. Desvanecer pues, esa
duda y eliminar la pregunta, ¿a qué se puede venir a los Santos?
A
los Santos se viene a rezar,
a
los Santos se viene a reír,
a
los Santos se viene a mirar
a
los Santos se viene a cumplir.
Se
viene a los Santos a cantar,
se
viene a los Santos a comer,
se
viene a los Santos a bailar
y
sobre todo a beber.
A
los Santos se viene a andar,
a
los Santos se viene a aplaudir,
a
los Santos se viene a sudar
y
también a sonreír.
A
los Santos se viene a escuchar,
y
se viene a prometer,
se
viene a saludar
y
también a enronquecer.
A
los Santos se viene a pedir,
los
mayores a recordar,
algunos,
tal vez, a sufrir,
alguien,
quizás, a llorar.
A
los Santos se viene a estar,
también
se viene a vivir,
se
viene a los Santos a…soñar
y
sobre todo a…sentir.
Ya
en el blanco Santuario
la
Virgen descansa en paz,
vuelve
el mutismo diario,
y
el camarín, relicario,
queda
en silencio locuaz.
Ya
no te cantan canciones
exaltadas
de calor,
no
hay fervientes oraciones,
solo
rezan, corazones,
solitarios,
con amor.
Así
pues, de esta manera
el
hijo se llega aquí
una
mañana cualquiera
de
otoño o de primavera,
postrándose
ante Ti.
Siempre
escuchas los clamores
que
expresan bajo tus mantos
de
cuantos se acercan, ¡tantos!
en
auxilio de favores.
Y
el amor de los amores
lo
entregas a manos llenas,
da
alegrías, quitas penas
y
en incesante fluir,
no
dejarán de acudir
cual
la sangre por las venas.
Y
todos salen contentos,
salen
fuertes, salen sanos
y
se sienten más hermanos;
le
han bastado unos momentos
y
les llenaste las manos.
Todos
los alcalaínos,
los
de aquí y los ausentes
ojalá,
por mil caminos,
sean
romeros divinos
en
praderas diferentes.
Lleguen
tan altas las huellas
que
alcancemos, al final,
otras
Romerías bellas,
y,
por senderos de estrellas,
la
Ermita Celestial.
José Arjona Atienza
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