sábado, 28 de septiembre de 2013

REGATEAR


Hoy ya no se regatea ni se sabe regatear; antiguamente, sí. Se regateaba al hacer algunas compras en ciertos comercios de algunas ciudades, se regateaba en los partidos de fútbol de casi todos los campos y estadios, se regateaba más al comprar unas bestias en las ferias de ganado de los pueblos, etc. Hoy, en cambio, podría decirse que nunca se regatea, o porque no está en uso, o porque no se sabe, o porque, incluso, podría estar mal visto. Como todo cambia, la forma de vestir, de viajar, de llevar la vida, etc., han cambiado también ciertas costumbres. Se oye decir a veces “no renovarse o morir” y claro, siempre elegimos lo primero. el que esto escribe, ha conocido estas formas de regateo, incluso las ha practicado en sus distintas fases. Se puede afirmar que se sentía una cierta fruición en la consecución del lance.
Pero, ¿que es regatear?, ¿cuales son sus significados?, ¿cuándo se puede emplear este verbo? Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, se dice que regatear es debatir el comprador y el vendedor sobre el precio de una cosa y en algunos deportes, hacer regates; en este caso habría que decir que en el deporte, fútbol, baloncesto, fútbol-sala, regate es un movimiento rápido que se hace con el cuerpo, con intención de engañar por dónde se va a salir o escapar; es una finta que hace el jugador con un juego de cintura, sobre todo, para no dejarse arrebatar el balón, más que nada, por el contrario; un movimiento de cuerpo y de pies.
Con estos conocimientos podemos deducir que en algunas tiendas de Algeciras, Ceuta o Gibraltar, donde se vendían artículos que no existían en nuestros comercios, se regateaba sobre el valor del mismo y ofrecíamos algún dinero, el comerciante rebajaba algo hasta llegar a un entendimiento y salir orgullosos con la compra bajo el brazo.
En fútbol se practicaba muchísimo, y ahora muy poco; había jugadores que recorrían el campo entero con el balón como pegado a su bota sin encontrarse a nadie que se lo arrebatara. En el estadio de Chamartín, hoy Santiago Bernabeu, el que esto escribe, vio en el año 1958 cómo Alfredo Di Stéfano cogía la pelota en su misma puerta y, como una flecha recorría longitudinalmente todo el terreno hasta llegar al área contraria y meter el gol; no había nadie que se le opusiera. Eso era regatear, lo que él hacía.
Claro que los cuatro restantes que le acompañaban formando la delantera eran casi de la misma casta. Esta delantera, jamás otra igual conocida, la formaban: Amancio, Molowny, Di Stéfano, Puskas y Gento, que casi “volaba” por la banda izquierda, como galgo que corre a campo abierto tras la liebre. Y no olvidemos tampoco la portentosa delantera del Atlético de Bilbao, con sus cinco figuras míticas que la componían, como eran Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. A este último, el legendario extremo izquierda, lo apodaron “el gamo de Dublín”, por un gran partido que jugó allí con la Selección Española. Estos también sabían regatear y practicaron, por lo tanto, el regateo.
Pero el regateo en su tercera acepción o significado era el de las ferias de ganado. No olvidemos a nuestro paisano D. José María Pemán, gaditano, cuando en su inolvidable poema titulado “Feria de Jerez”, nos describía con su natural gracejo de esta manera, este tipo de chalaneo. Vayan como muestra estos dos fragmentos de tan popular poesía.
Y es que Andalucía
es una señora de tanta hidalguía
que apenas le importa “lo materiá”.

Ella es la inventora de esta fantasía
de comprar, y vender y mercar,
entre risas, fiestas, coplas y alegría,
juntando a la par
negocio y poesía...
La Feria es un modo de disimular.

Un modo elegante
de comprar y vender.
Se lo oía decir a un tratante:
-Hay que ser inglés,
pa hacer un negocio
poniéndole a un socio
un parte con veinte palabras medías
que cada palabra cuesta un dinerá:
“Compro vagón muelle cinco tonelás.
Stop, Urge envío...”¡Qué cursilería!

En Andalucía
con veinte palabras no hay ni pa empezá...
¡que al trato hay que darle su poco de sá!...

Lo de menos, quizá, es la venta.
Lo de más es la gracia, el aqué,
y el hacer que no vuelvo y volvé,
y el darle al negocio su sal y pimienta,
como debe sé.

Una, cien, mil veces
pasa el cangilón.
Y así va el día. La noche ha cerrado,
Llega el farolero, gruñón y cansado,
que viene apagando la iluminación.
Y queda un borracho, que, de lado a lado,
va gritando: “¡Viva la revolución!”.

Pasó el rebullicio, pasó la alegría...
Así son las cosas de esta Andalucía:
la forma brillante
y el fondo vacío;
para poco cante,
muy largo el “jipío”.

A menos negocio, mayor fantasía,
así son las cosas de esta Andalucía,
más sal que sustancia...¡Feria de Jerez!
¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja,
que gasta diez duros en vino y almejas
vendiendo una cosa que no vale tres!



José Arjona Atienza
Alcalá, 7 de septiembre de 2013



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