Hoy ya no se regatea ni se sabe regatear;
antiguamente, sí. Se regateaba al hacer algunas compras en ciertos comercios de
algunas ciudades, se regateaba en los partidos de fútbol de casi todos los
campos y estadios, se regateaba más al comprar unas bestias en las ferias de
ganado de los pueblos, etc. Hoy, en cambio, podría decirse que nunca se
regatea, o porque no está en uso, o porque no se sabe, o porque, incluso,
podría estar mal visto. Como todo cambia, la forma de vestir, de viajar, de
llevar la vida, etc., han cambiado también ciertas costumbres. Se oye decir a
veces “no renovarse o morir” y claro, siempre elegimos lo primero. el que esto
escribe, ha conocido estas formas de regateo, incluso las ha practicado en sus
distintas fases. Se puede afirmar que se sentía una cierta fruición en la
consecución del lance.
Pero, ¿que es regatear?, ¿cuales son sus
significados?, ¿cuándo se puede emplear este verbo? Según el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua, se dice que regatear es debatir el comprador y el
vendedor sobre el precio de una cosa y en algunos deportes, hacer regates; en
este caso habría que decir que en el deporte, fútbol, baloncesto, fútbol-sala,
regate es un movimiento rápido que se hace con el cuerpo, con intención de
engañar por dónde se va a salir o escapar; es una finta que hace el jugador con
un juego de cintura, sobre todo, para no dejarse arrebatar el balón, más que
nada, por el contrario; un movimiento de cuerpo y de pies.
Con estos conocimientos podemos deducir que en algunas
tiendas de Algeciras, Ceuta
o Gibraltar, donde se vendían artículos que no existían en nuestros comercios,
se regateaba sobre el valor del mismo y ofrecíamos algún dinero, el comerciante
rebajaba algo hasta llegar a un entendimiento y salir orgullosos con la compra
bajo el brazo.
En fútbol se practicaba muchísimo, y ahora muy
poco; había jugadores que recorrían el campo entero con el balón como pegado a
su bota sin encontrarse a nadie que se lo arrebatara. En el estadio de
Chamartín, hoy Santiago Bernabeu, el que esto escribe, vio en el año 1958 cómo
Alfredo Di Stéfano cogía la pelota en su misma puerta y, como una flecha
recorría longitudinalmente todo el terreno hasta llegar al área contraria y
meter el gol; no había nadie que se le opusiera. Eso era regatear, lo que él
hacía.
Claro que los cuatro restantes que le acompañaban
formando la delantera eran casi de la misma casta. Esta delantera, jamás otra
igual conocida, la formaban: Amancio, Molowny, Di Stéfano, Puskas y Gento, que casi “volaba” por la banda izquierda, como galgo
que corre a campo abierto tras la liebre. Y no olvidemos tampoco la portentosa
delantera del Atlético de Bilbao, con sus cinco figuras míticas que la
componían, como eran Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza. A
este último, el legendario extremo izquierda, lo apodaron “el gamo de Dublín”,
por un gran partido que jugó allí con la Selección Española. Estos también
sabían regatear y practicaron, por lo tanto, el regateo.
Pero el regateo en su tercera acepción o
significado era el de las ferias de ganado. No olvidemos a nuestro paisano D.
José María Pemán, gaditano, cuando en su inolvidable poema titulado “Feria
de Jerez”, nos describía con su natural gracejo de esta manera, este tipo
de chalaneo. Vayan como muestra estos dos fragmentos de tan popular poesía.
Y es que Andalucía
es una señora de tanta
hidalguía
que apenas le importa
“lo materiá”.
Ella es la inventora de
esta fantasía
de comprar, y vender y
mercar,
entre risas, fiestas,
coplas y alegría,
juntando a la par
negocio y poesía...
La Feria es un modo de
disimular.
Un modo elegante
de comprar y vender.
Se lo oía decir a un
tratante:
-Hay que ser inglés,
pa hacer un negocio
poniéndole a un socio
un parte con veinte
palabras medías
que cada palabra cuesta
un dinerá:
“Compro vagón muelle
cinco tonelás.
Stop, Urge envío...”¡Qué
cursilería!
En Andalucía
con veinte palabras no
hay ni pa empezá...
¡que al trato hay que
darle su poco de sá!...
Lo de menos, quizá, es
la venta.
Lo de más es la gracia,
el aqué,
y el hacer que no vuelvo
y volvé,
y el darle al negocio su
sal y pimienta,
como debe sé.
Una, cien, mil veces
pasa el cangilón.
Y así va el día. La
noche ha cerrado,
Llega el farolero,
gruñón y cansado,
que viene apagando la
iluminación.
Y queda un borracho,
que, de lado a lado,
va gritando: “¡Viva la
revolución!”.
Pasó el rebullicio, pasó
la alegría...
Así son las cosas de
esta Andalucía:
la forma brillante
y el fondo vacío;
para poco cante,
muy largo el “jipío”.
A menos negocio, mayor
fantasía,
así son las cosas de
esta Andalucía,
más sal que
sustancia...¡Feria de Jerez!
¡Rumbo y elegancia de
esta raza vieja,
que gasta diez duros en
vino y almejas
vendiendo una cosa que
no vale tres!
José Arjona Atienza
Alcalá, 7 de septiembre de 2013
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