martes, 5 de noviembre de 2013

DON MANUEL QUIRELL FIGUIER


En Alcalá de los Gazules, durante 35 años que estuvo entre nosotros y con nosotros, creo que nadie llegamos a conocer quién era D. Manuel Quirell Figuier como persona, como médico, como católico, como pensador. El tenía que dar de sí todo lo que llevaba dentro: sus aficiones, sus inquietudes, sus afanes, sus ideas. El tenía mucho que decir y fue al jubilarse cuando pudo dedicarse a estos menesteres. El quería compartir sus pensamientos, sus sentimientos, su experiencia, su ciencia y su sabiduría. Y nadie supimos lo que él era y significaba. Y encontró en la fe y en su religiosidad, que ya las tenía desde siempre, otro complemento no menos importante, como era la Ciencia, así, con mayúscula. En la Cosmología, en los espacios siderales, en Física subatómica y, sobre todo, en la Física Cuántica. Como veis, todo esto son palabras mayores. Pero en sus libros, en sus lecturas y, sobre todo en las Bibliotecas, fue donde pudo encontrar respuestas a todos sus vacíos y su sabiduría fragmentada. Y fue en Galileo, Newton, Leibniz, Chateaubriand, Heisemberg, Einstein, Pasteur, Darwin, Gregorio Marañón, Pascal, Teilhard de Chardín y otros donde encontró las fuentes de lo que buscaba. En esa fuente bebió sus inspiraciones y aspiraciones, que luego él nos las transmitió en su valioso libro “TRAS LOS PASOS DE DIOS”. El fue, en cierto sentido un divulgador científico, al estilo de lo que hoy es Eduardo Punset.
A D. Manuel lo reconocimos solamente como a un médico rural que, cabalgando en su Vespa de 75 c.c. se recorría Alcalá mil veces y se asemejaba a los españoles del Descubrimiento de América que, al verlos los indios montados en sus caballos, los consideraban como una sola cosa, formando una pieza única. Y a muy alto les llegó su espanto algo así como nuestra admiración hacia D. Manuel. Él solo sabía hacer Medicina, pero de la buena, de la auténtica, sin prisas, pausadamente, reflexionando. Era característica suya un silbidito leve y suave; eso significaba que se encontraba tranquilo, sereno, sosegado y de buen humor. Y así llegaba a tu domicilio, y al otro y al mío también. El y su moto, él y sus conocimientos, él y su sabiduría, que son distintas las dos palabras. Y te recetaba y te mejorabas y te ponías bueno al fin.
Mas, ¿quién conocía al D. Manuel científico que en su segundo libro titulado “TRAS LOS PASOS DE DIOS” se nos muestra? ¿Quién conoció al D. Manuel artista? Al final, en su vivienda de la calle Real, junto a la Farmacia, donde estuvo la Notaría, se entretenía y perdía largos ratos, o los ganaba, mejor dicho, tocando un piano o teclado que había adquirido. Pocos saben que, siendo niño, en Cádiz, en su casa de la calle Rosario, fue el mismísimo D. Manuel de Falla el que estrenó alguna de sus inolvidables piezas musicales en su primer concierto, como pudo ser “La vida breve”, “El sombrero de tres picos”, “El amor brujo” o “Noches en los jardines de España”, “Los fuegos fatuos”, etc. Algunas notas de aquellas finísimas y famosas obras quedarían, como hilos, prendidas en el alma de nuestro médico D. Manuel. El no llegaría nunca a ser un virtuoso de la Música, como tampoco lo hemos sido otros, pero sí que por sus venas correrían las fibras de las siete notas musicales. El solo era médico, de pueblo, pueblo al que quería y se preocupaba por sus enfermos. El era un hombre íntegro, que no cultivaría la amistad para dedicarse por entero a su vocación, pero sí conocía a todos los alcalaínos por igual. Por estos y otros motivos no entiendo muy bien cómo no se le dedicara un acto de reconocimiento a nivel local, un homenaje, un nombramiento, un rótulo de una calle, algo. A él por otro lado, tampoco le apetecería ni lo necesitaba para quedar en el recuerdo, como de hecho así lo consiguió, solamente por su persona, su profesión y su corazón.
El era un médico original, especial, único; no trabajaba con bata blanca, pero sí se desplazaba con una moto; no tenía una enfermera que le ayudara pero sí tenía un fino “ojo clínico”, no recibía en un despacho sino que te recibía en tu casa, en tu salón o en tu dormitorio. D. Manuel tenía una forma de ser, de pensar y de actuar distinta.
Tú recorriste Alcalá
en una Vespa montado
de la Playa a la “Salá”
a mucha gente has curado.

Tus amplios conocimientos
y mayor sabiduría
para estos sufrimientos
empleaste cada día.

Y cuando el médico aquel
viene con celeridad
siendo a tu llamada fiel,
cuando entra don Manuel
se sale la enfermedad.

El pueblo te agradeció
esa tu ingente labor,
que mas de uno se salvó
por tu fe y por su amor.

En Cádiz, en la visita que hice a un médico especialista, me dijo que en Alcalá teníamos un médico excelente, lo cual era una gran suerte para nosotros.
Después llevó otra vida totalmente distinta, justa, lícita y legal a todos los efectos, pero eso ya es otra cuestión, eso es un asunto francamente lícito y personal donde no me voy a meter por ser asunto de conciencia. Recordemos a D. Pedro Calderón de la Barca cuando en una de sus obras dijo: “al Rey la hacienda y la vida se le ha de dar, pero no la conciencia, que ésta es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios”.
Se nos fue D. Manuel de Alcalá, se marchó de Cádiz y Madrid y se encaminó hacia el firmamento. No creo que tuviese problemas con San Pedro porque pretendiera entrar en el Cielo, también con su Vespa.



José Arjona Atienza
Alcalá, 03 de noviembre de 2013


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo, D Manuel era una gran persona con todos sus defectos, pero gran persona y gran profesional.que junto con Don Jose Moreno y Juanito Narciso , se sacrificaron dia y noche por los que tuvimos la suerte de convivir en Alcala en aquellos tiempos.-

El tiempo que hará...