domingo, 12 de enero de 2014

EVOCACIONES ALCALAÍNAS - SUBIR LA CUESTA DE ENERO



Dicen que la experiencia es la madre de las ciencias. Y debe ser verdad, porque cuando las personas coinciden en ciertas aseveraciones por experiencias similares, crean refranes, dichos, proverbios, adagios,  aforismos, apotegmas… Son proloquios o máximas que se erigen en normas intelectuales y de conducta, sin que nadie sepa quién los ha creado. Y el pueblo los sigue repitiendo como si fueran leyes naturales, como el mejor futurólogo de los comportamientos, porque lo ha dicho el pueblo. El refrán es un dicho agudo, sentencioso y de uso popular, que se apoya en dos muletillas: su popularidad y su anonimato. Los refranes son certeros, pero exigen tener en cuenta muchos datos que no todos los ciudadanos conocen. Los hombres del campo y los agricultores siguen aferrados a ellos por una experiencia de siglos, como si fueran dogmas.

Es verdad que, en este aspecto, los expertos y estudiosos que transmiten por la televisión el comportamiento del tiempo, pocas veces se equivocan. Sin embargo, también cometen errores, aunque bastante menos que los refranes, porque las computadoras y los satélites artificiales arrojan en cada momento los datos necesarios para conocer el tiempo incluso con varios días de antelación. No obstante, las nuevas tecnologías no han acabado con los refranes. En todos los pueblos hay personas que se dedican a aventurar los tiempos venideros con aproximaciones sorprendentes. En Alcalá teníamos a Manolito Cielo, que ha pasado a la galería de “populistas alcalaínos”.

Hoy hacemos una reflexión sobre el mes que acaba de comenzar, enero en términos refraneros. Todos repetimos: “Nada peor que subir la cuesta de enero”. Los camperos lo dicen así: “Quien pasa el mes de enero, pasa el año entero.” Para los pobres y los braceros, el peor mes es el de enero, porque son muchos los elementos que se compinchan para hacer de enero el mes más largo y difícil del año. Hasta los médicos lo temen. El frío, la lluvia, las largas noches y el barro hacen imposible los caminos a las bicicletas, a las motorcillas, a los coches, a las bestias...

Los agricultores se arriesgan cada día con sus refranes y dicen: “El sol de enero sale tarde y se pone ligero.” Los únicos que ganaban algo eran los carboneros, pero ahora ni eso, porque los calentadores eléctricos han eliminado las estufas de cisco y picón. Los que lo pasan peor son los trabajadores temporeros, porque “Las lluvias de enero llenan las cubas, las tinajas y los graneros. Pero, si es claro y no ventolero, enero es un caballero.”

Sin embargo, enero es el mes de los poetas por sus lunas. Nunca veremos durante el año lunas tan plateadas y luminosas como las de enero “De amores, el primero; de lunas, las de enero” y hasta los animales se ponen en celos: “En enero, busca la perdiz su compañero.” Y “los gatos en celo, los verás en enero”. Pero el frío de diciembre es la mejor señal para los agricultores: “Diciembre tiritando, buen enero y mejor año.” En cambio, el calor de enero es fatal según el refrán: “Enero caliente, el diablo trae en el vientre.” Las plantas, las flores y los árboles también participan de los venturosos refranes: “Quien coge aceituna en enero, deja el aceite en el madero.” “Por enero, florece el romero.” Pero la flor de enero no llega al frutero.” Tampoco se escapan los animales: “Cabrito el de marzo, cordero el de enero.” “Besugo de enero, vale un carnero.”  Para qué seguir, si los sabemos todos. 



JUAN LEIVA


  

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El tiempo que hará...