La mañana
que partía
del pueblo,
solo y llorando,
con dolor , porque sabía
lo que
atrás me iba
dejando.
Empezó un
largo calvario,
que asido
a mi pensamiento,
como cuentas
de un rosario
me iba
repitiendo el viento.
Recordaba aquel
te quiero
y sus
caricias divinas.
Pero huía
como un ratero
de esos
que afanan gallinas.
Cuando he
doblado la esquina
donde siempre
me esperaba,
sentí la púa de una espina
que al
corazón se clavaba.
La esquina
es solo una
esquina,
mas no
una esquina corriente . . .
aún me
huele a rosa
fina
y a
maderitas de oriente.
Por fin
terminó el sufrir,
ha vuelto
a mí la
armonía,
después de
verla vivir
feliz, llena
de alegría.
Luce melena
dorada
y no
la trenza morena,
tantas noches
ensoñada
enredada a
mi cadena.
De lejos
la vi muy
bella,
cuando hablaba
con la gente;
me volví
de espalda a ella
por no
encontrarla de frente..
He hallado
la paz por
dentro,
se acabó
ya mi condena,
pero queda
un sedimento
que rezuma
mucha pena.
Lo que
pudo ser no fue
porque el
maldito destino
pegándome con
el pie,
me alejó
de su camino.
¡Cuantos sueños
destrozados
se quedaron
por senderos
difíciles, y
alejados
de mi
pueblo, compañeros!
Mas mi
cuerpo ya cansado,
recupera la
cordura,
y un
suspiro muy guardado
llena el
lugar de ternura . . .
Hay flores
en su ventana
de color
blanco y morado.
Suena un
toque de campana,
y el
sol brilla en su tejado.
Fco. Teodoro Sánchez
Vera
Cuaderno Añoranzas
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