El jueves, día 31 de los
corrientes, tiramos el calendario; es decir, el almanaque. El calendario son
doce hojas correpondientes a los doce meses del año, para medir el tiempo. Lo
hemos tenido colgado en la pared durante 365 días y le hemos echado muchas
miradas a través del año que ha terminado. Casi estábamos deseando arrojarlo de
nuestra vista y estrenar un nuevo año, el 2.015. a ver si nos sorprende con acontecimientos más positivos. El
año 2014 ha sido duro para muchas personas; para otras, un cúmulo de
preocupaciones y de sobresaltos; y para
unos pocos privilegiados, una fuente de riqueza.
Hemos ido deshaciendo hoja por
hoja cada mes del calendario con cierta premura, con prisa, como queriendo
saltarnos los días a la torera. Después, hemos arrancado la hoja y la hemos
tirado a la papelera, para no tener que tropezarnos con ella más. Sin embargo,
el 31 de diciembre, último día del mes y
del año, nos hemos apresurado a conseguir un nuevo calendario, para colgarlo en
el mismo lugar que nos dejó el almanaque anterior.
Quiere decir que tenemos claro
que el pasado ha huido, que el futuro no existe y que el presente es lo único
que es tuyo; por tanto, habrá que aprovecharlo, porque el tiempo es oro. Dicen
que los que triunfan son los que persisten, los constantes, los que permanecen.
En cambio, los inconstantes, los inestables, los que abandonan, no consiguen el
triunfo. Sumamos los años y los meses como si fueran nuestros y los contabilizamos
como un haber. Tendríamos más bien que restarlo, porque cada año que cumplimos
es un tramo menos de vitalidad que tenemos.
La agenda es otro instrumento
para medir el tiempo día a día. Es más íntimo que el calendario, una especie de diario o recordatorio de lo que
nos interesa realizar, donde apuntamos todo lo que debemos hacer. Las hojas de
la agenda no la tiramos, vienen a ser como un dietario, una memoria o un
recordatorio al que queremos ser fiel. Viene a ser como una hucha donde vamos
guardando todo lo positivo que hacemos para alegrarnos en el futuro. A lo
negativo le damos de lado, pero a veces lo anotamos en la agenda, como cuando
un familiar o un amigo se ha marchado de la vida antes que nosotros.
Hoy, casi todos los que tienen
móvil, cuentan con otro instrumento muy práctico porque, además del teléfono
tienen una agenda, un memorial y un diccionario para poder averiguar los
teléfonos que le interesan, la guía para consultar y ponerse en contacto con
las personas que quieren contactar o consultar y con un diccionario enciclopédico adosado al
móvil.
Es verdad que la tecnología nos
da malas sorpresas, pero no es menos cierto que nos proporciona una serie de
recursos que nuestros antepasados no han podido utilizar. La capacidad
tecnológica del móvil, del internet y del
ordenador nos ha abierto las ventanas del mundo y nos proporciona unos
encuentros insospechados que nunca hubiéramos soñado.
Bueno, pues a todos los
lectores les deseamos un año pletórico de felicidad.
Juan Leiva
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