La palabra más utilizada durante
el mes de febrero es “amor”. Todos los
medios y a todas horas no se cansan de repetirla como una necesidad. Eso no
quiere decir que sea la más conocida, la más asumida, ni la mejor asimilada. Tanto amor como querer
entrañan lo más valorado, lo más
apreciado, lo más deseado por los seres humanos. Pero el “Amor” se ha
convertido en tópico, en lugar común, en sinónimo manido, en palabra vacía de
tanto manosearla. De tal manera es así,
que el pueblo utiliza más el sinónimo “querer”. Sin embargo, tanto amor como
querer expresan lo mismo, “benevolencia”, que significa querer bien. Lo de amor resulta más romántico, más sonoro,
más fino, pero “querer” es más familiar, más cercano, más llano, más sincero.
Amor de benevolencia es un amor-dádiva, porque es un tipo de amor
en el que la persona amada se descubre como un regalo, como si la relación con
ella sea un don, el mejor regalo que podían hacerle. Es un amor cargado de
alegría, que no busca recompensa, que se da totalmente. A este amor podemos
llamarle “amor de necesidad o amor de deseo”, porque ama a la persona por lo
que ella es, por ella misma.
El amor es mucho más que un
sentimiento, es un acto de la voluntad cargado de sensaciones. El sentimiento
puede desaparecer, pero la voluntad, no. Se ama porque la voluntad quiere
querer de forma estable. El sentimiento es inestable y cambia con facilidad, de
manera que dura sólo el tiempo que permanece la sensación. Los jóvenes creen
que se aman porque son agitados por el sentimiento de una noche de sábado. Al
sábado siguiente, desaparece el amor porque ya no hay sentimiento. Sentir no es
querer.
Ese sentimiento podemos llamarle
afecto. El afecto es sentir que se quiere pero, además de afectos, el amor
necesita efectos; es decir, actos, obras, acciones, que son pruebas de una
sincera voluntad. Por tanto, el amor está integrado por afectos y efectos. Si
sólo hay sentimientos, es sentimentalismo, y eso es inestable; el amor busca
realizar lo que se quiere y con quien se quiere, de una manera estable.
Después, la vida se encarga de
realizar otra clase de amores, según las personas que nos acompañan: amor
matrimonial, amor filial, amor de amistad, amor de admiración, amor de los
discípulos, amor de los maestros, amor de los compañeros de trabajo, amor al arte…
De los amores a las distintas
personas, surgen acciones nacidas de la voluntad amorosa. Los actos propios del
amor se dan en cada una de las distintas relaciones con las personas. La
inclinación a conseguir una plenitud propia nos hace desear y buscar lo que no
se tiene.
Todo se reduce a una sola idea: el amor consiste en hacer feliz a la
persona amada. Cuando alguien quiere hacer feliz a las personas que quiere,
lleva a cabo los actos propios del amor según la persona que trate.
Febrero es el mes escogido para
hablar de amor, por aquello de San Valentín,
pero en marzo, abril y mayo, con la primavera, la naturaleza se encarga
de fomentar el amor.
Juan Leiva
0 comentarios:
Publicar un comentario