Permitidme
–queridos amigos- que reitere mi felicitación a los creadores, a los
organizadores y a los profesores de los talleres de la paz, y que, además,
transmita mi sentida enhorabuena a los que han tenido la suerte de participar
en las jornadas celebradas en San Pablo de Buceite. ¿Recordáis que en mi
análisis sobre la importancia de estas jornadas, partía del supuesto de que la
paz es una meta que no nos viene dada, no es un regalo gratuito, sino una lección
que tenemos que estudiar, una asignatura que tenemos que aprobar, un objetivo
que exige que trabajemos, un bien cuya adquisición requiere mucha constancia y
la aplicación de principios morales y el ejercicio de múltiples habilidades
psicológicas y de diversas técnicas sociológicas?.
Hemos
de tener claro, además, que la paz es un bien frágil que nunca lo conseguimos
del todo, que se debilita con facilidad y que, al menor descuido, lo perdemos
porque son numerosos los obstáculos que hemos de saltar, los impedimentos que
la imposibilitan y los enemigos que la atacan.
Con la paz ocurre algo parecido a
lo que nos pasa, por ejemplo, si nos caemos al mar o a un río profundo: que si
paramos de nadar, nos hundimos. O cuando montamos en bicicleta: que si dejamos
de pedalear, nos caemos. O incluso con el motor de una moto, de un coche o de
un tractor que, si no le echamos gasolina, se para. Fijaos –queridos amigos- en la fuerza con la que
el Papa Francisco ha titulado su Mensaje para celebración de la 49ª Jornada
Mundial de la Paz: "Vence la indiferencia y
conquista la paz".
José Antonio Hernández Guerrero
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