Al poner fin a estas reflexiones
-elementales e incompletas- sobre algunos de los valores que, a mi juicio,
hemos de cultivar para lograr ese “nuevo humanismo” demandado por algunos
sectores de la sociedad actual, me limito, simplemente, a daros las “gracias”.
Esta palabra, biensonante y grata, posee amplios, variados y ricos
significados. Si para los creyentes designa ese regalo que nos hace hijos de
Dios y que, por lo tanto, constituye el fundamento de una profunda fraternidad,
a todos los demás hablantes nos sirve para expresar nuestra respuesta cordial
por los favores y por las atenciones recibidos. Es una de las expresiones que
más contribuyen a aumentar el bienestar personal, familiar y social.
Os doy las gracias, en primer lugar,
a los responsables de esas páginas Web que me han regalado -de manera “gratis y
graciosa”- la posibilidad de dirigirme a vosotros, mis los lectores. Creedme,
por favor, si os confieso que habéis sido vosotros –alumnos, compañeros y
amigos- los que, con vuestras estimulantes preguntas, con vuestras agudas
críticas y con vuestros atinados comentarios, me habéis señalado los asuntos y,
a veces, hasta me habéis dictado las palabras. Gracias.
A partir de hoy, todos -vosotros y
yo- descansaremos, durante unas cortas semanas, de estos rollos tan teóricos y
tan pesados, pero, tras unas breves vacaciones, reflexionaremos, por ejemplo,
sobre “Las claves del bien-estar”.
Un tema que, sugerido por muchos de vosotros, está relacionado con el
“bien-ser”, con el “bien-pensar” y con el “bien-sentir”, y, de una manera más
concreta, es un asunto que tiene mucho que ver con las cuestiones que más nos
preocupan como, por ejemplo, la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, los
dolores y con los placeres, la familia y los amigos, la riqueza y la pobreza.
Un abrazo cordial y agradecido.
José Antonio Hernández Guerrero
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