sábado, 12 de diciembre de 2015

EVOCACIÓN ALCALAÍNA - LA ERMITA, LA JANDA Y LOS PATOS SALVAJES






Este sábado, al volver del Campo de Gibraltar, entramos en el Santuario para hacer los deberes y orar cara a cara con la Virgen. El olivar, las dehesas de acebuches y el verdor de los primeros sembrados, ofrecían un remanso vivo de paz, que Fernando Toscano ya descubrió con su poema que acaba: “Buscadme, no lo dudéis. Buscadme siempre en Los Santos.”

La Janda y su entorno es uno de los últimos lugares donde pueden encontrarse aves que vienen de Marruecos, atraviesan el Estrecho y  llegan hasta el cortijo y la ermita. Sin embargo, sus valores e importancia ecológica no se han tenido en cuenta para frenar la ejecución de obras hidráulicas que provocaron su desecación.

Hoy, dentro de la ermita no había nadie. Lo invadía todo la paz y  el gorjeo de las aves que atravesaban los cielos. Entraron  dos hombres con máquinas fotográficas y se llevaron grabados las pinturas de los lienzos con los iconos que cubren las paredes. 

Comimos en la Venta de la ermita, servida por los hermanos Germán y Guillermo Márquez Gil, a base de carne, chacina, aceitunas, queso, pan alcalaíno y café puro. Desde allí podíamos divisar el olivar, los acebuches y los campos abiertos a todas  las humedales.

De pronto, una patrulla de ánades salvajes irrumpieron en el cielo perfectamente organizados. Aves de pechos blancos y rojos, con cuerpos negros, atravesaron el cielo. Dicen que en nuestra comarca hay 380 especies y subespecies que se pueden localizar en el área de la Janda: residentes, nidificantes e invernantes.

La naturaleza lo invade todo, mientras la imagen de la Virgen espera a las personas que mantienen una fe que le devuelve la esperanza para seguir viviendo y ayudando a su familia con las oraciones.

Entre tanto, los humanos  nos enredamos en peleas absurdas, las aves del cielo disfrutan de la libertad, viven seguros del alimento que Dios les facilita diariamente y trinan de alegría cada mañana para anunciar la aurora.

Las Navidades están ya ahí, pero son una paradoja. Tienen una cara que anuncia la paz en todos los pueblos y se cantan villancicos en todas partes. Pero hay otra cara triste, oscura: la de los enfermos desahuciados, la de los niños sin esperanza, la de los atrapados por los narcóticos y soporíferos, las personas sin trabajo, la de los desesperados…  





Juan Leiva

                                      

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El tiempo que hará...