jueves, 14 de abril de 2016

EVOCACIONES DE LOS TIEMPOS EN ALCALÁ DE LOS GAZULES

                         
En Alcalá, de pequeños, vivíamos los tiempos. No lo tomábamos en consideración, porque de  eso se encargaban los agricultores, pero lo sentíamos en nuestro cuerpo, en nuestros patios, en nuestras comidas, en nuestros campos, en nuestros árboles, en nuestro cielo. Los tiempos transcurrían según la posición de los astros. Había tiempos para cada estación: uno para nacer; otro, para crecer; un tercero, para madurar;  y el último, para relajarse,  y, si es la hora, para descansar. Había también dos equinoccios, en el que los días y las noches eran iguales: el 21 de marzo, principio de la primavera; y el 21 de septiembre, principio del otoño.  Y dos solsticios: el 21 de junio, el día más largo, o solsticio de verano; y el 21 de septiembre, la noche más larga, o solsticio de invierno.

PRIMAVERA.- Todo comenzaba con la Semana Santa y San Jorge. La primavera era para nacer. Los campos se tornaban verdes, conjugados por los árboles, las aguas y el sol. Y los cielos se inundaban de pajarillos y se vestían de azul. El ambiente se imbuía de olores, del azahar de los naranjales y de los limoneros. El sol se colaba por las rendijas de las puertas y las flores ocupaban todos los rincones de los  patios y de las macetas. Para comer había frutas en abundancia a todas horas.

VERANO.- El verano era para relajarse, para jugar, para dormir, para bañarse, para tomar gazpacho fresco, para perseguir el carrillo de los helados, para bajar al río Barbate, para poner perchas y cepos, para jugar de noche en la Alameda y recorrer los domingos la calle Real. Para sentarse de noche en las puertas y no acostarse hasta que la luna se marchara tras los picachos de la sierra. Para subir a la plaza Alta y jugar en la bocana.

OTOÑO.- El Otoño era para renovarse, para comenzar los colegios, para esperar a don Manuel en el Patio de las Campanas, para dormir temprano, para hacer las tareas, para ver caer las hojas de los árboles, para ver gozar a los seis ríos de Alcalá, para que la gente del campo prepararan las tierras para recibir las primeras lluvias. Para sentarse en la estufa y  gozar el calor del picón

INVIERNO.- El invierno era para el descansar de los mayores, para reunirse en tertulia en los bares y en los casinos y jugar al dominó en la Alameda de la Cruz. Y para morir en paz. El imperio del tiempo lo llevaba el reloj de la Alameda.    



Juan Leiva

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El tiempo que hará...