“La media naranja”, esa imagen metafórica tan tópica que todos usamos
para referirnos al cónyuge, constituye, en mi opinión, un error de
interpretación y, lo que es más grave, una concepción de la pareja seriamente
peligrosa. Aunque es cierto que algunas mujeres y muchos hombres buscan y
encuentran un consorte que complete sus carencias, compense sus deficiencias,
corrija sus defectos y solucione sus problemas; aunque es frecuente que se explique
la unión matrimonial como una fórmula para nivelar los desequilibrios
psicológicos, culturales y hasta económicos, también es verdad que la
experiencia nos demuestra que esta receta compensatoria aboca, en muchas
ocasiones, a la frustración personal y al fracaso familiar.
No pongo en duda que el ser humano es
esencialmente imperfecto, indigente, incompleto, defectuoso y necesitado. Estoy
de acuerdo en que, para “realizarnos”, para llegar a ser nosotros mismos,
requerimos la ayuda de los demás, pero opino que esta colaboración, más que a
remediar nuestras carencias o a aliviar nuestras dolencias, ha de contribuir a
que cada uno despliegue todas sus facultades, supere por sí solo sus
dificultades, alcance sus metas y logre su peculiar plenitud. Como suele repetir
Antonio García, “los seres humanos –cada ser humano- hombre o mujer, joven o
anciano, soltero o casado, no somos seres mutilados, sino que somos -o debemos
llegar a ser- unos proyectos completos y unas obras acabadas”. Cada uno de
nosotros encierra en lo más profundo de sus entrañas un diseño propio y un plan
diferente que, con la ayuda de todos los demás acompañantes y compañeros, ha de
desarrollar y cumplir. El proyecto común de cualquier grupo de personas -sobre
todo de las que integran la unidad familiar- vale sólo en la medida en la que
sirve para facilitar que cada uno de sus miembros identifique y construya su
modelo singular; para que viva su vida y para que logre su bienestar. Los
cónyuges no somos medias naranjas, somos... naranjas enteras.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
Universidad de Cádiz
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