viernes, 31 de marzo de 2017
jueves, 30 de marzo de 2017
EL TIEMPO DE LAS MUJERES
Aunque la historia de la
humanidad y la experiencia personal de muchos de nosotros parecen confirmar lo
contrario, en mi opinión -como ya adelanté hace varias semanas-, el tiempo es
un factor más importante que el espacio para el logro de nuestro bienestar
humano. La cantidad, la calidad y el ritmo del tiempo determinan, en gran
medida, el nivel de felicidad posible y el grado de satisfacción personal.
Pero, ¿cómo -me pregunta Juan- podemos ganar tiempo? Opino que la mejor manera
de gastar el tiempo es comprando tiempo.
El Estado, las empresas y los
clientes adquieren nuestro tiempo a cambio de dinero con el que la mayoría
compramos independencia, espacios y objetos; pero no siempre ni todos
advertimos que el mayor bien que podemos adquirir es el tiempo -el tiempo libre
para dedicarlo a nosotros mismos o para donarlo a los demás, para pensar, para
conversar, para escribir, para descansar, para disfrutar o para soñar-. El
tiempo libre vale más que, por ejemplo, un campito en Chiclana, un nuevo
automóvil o un televisor panorámico.
Es cierto que las estadísticas
nos dicen que las mujeres están ocupando progresivamente mayores espacios
públicos -laborales, políticos, culturales, artísticos y sindicales-, pero
también es verdad que, en la mayoría de los casos, por el hecho de que, además,
se encargan de las labores domésticas, del cuidado en exclusiva de los niños y
de la atención a los enfermos y a los ancianos, el tiempo -su tiempo- se está reduciendo
de forma peligrosa.
La solución de este problema
grave radica en el nuevo reparto de las tareas y en la redistribución de las
funciones domésticas. Mientras que los hombres no adquiramos plena conciencia
de que el cuidado y el mantenimiento de los espacios domésticos y de las tareas
familiares han de ser repartidos, el solo hecho de la irrupción femenina en el
mercado laboral -aunque abra una vía de integración social y de liberación
personal, aunque suponga un avance cualitativo- no garantiza por sí solo la
igualdad real con los hombres. No hay dudas de que, para favorecer un mayor
equilibrio entre las ocupaciones de los hombres y de las mujeres, se tendrá que
avanzar considerablemente en la regulación de los horarios de trabajo e,
incluso, en la redefinición de la productividad, pero, posiblemente, el escollo
más difícil de sortear es el de la mentalidad de la mayoría de los hombres y,
también, el del pensamiento de muchas mujeres sobre sus respectivos y
tradicionales papeles en la familia y en la sociedad. Es necesario que, ante el
actual panorama de “parejas biactivas”, se produzca un efectivo reparto de
tareas y una nueva conciliación de deberes entre cada uno de los miembros de la
unidad familiar.
Como afirma María Dolores Ramos
Palomo, Catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga: “una
persona que no es dueña de su tiempo, difícilmente puede ser dueña de su vida”.
Me permito recomendarles el libro titulado “El tiempo de las mujeres”, cuya
autora, Dominique Méda, dirige en la actualidad el gabinete de investigación
del Ministerio de Trabajo francés. La editorial Narcea ha publicado una cuidada
traducción.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
Universidad de Cádiz
miércoles, 29 de marzo de 2017
martes, 28 de marzo de 2017
SEMANA SANTA ALCALAÍNA - RECORRIDO POÉTICO
El manto oscuro
de la noche más negra de Alcalá la cubre desde sus cuatro esquinas. El mutismo
más hondo la envuelve del “Lario” a la Plaza Alta. Solo las luminarias movibles
de los penitentes y el tintineo conventual de la campanilla evidencia el vivir
y el latir de un pueblo en Semana Santa. Es la procesión del Silencio. Es
Miércoles Santo. Las calles, río humano en crecido aluvión.
La silueta del
Crucificado se dibuja en las puertas de la Parroquia. Un sentimiento sincero y
contenido inunda los corazones en la abigarrada plaza. La voz ronca de un
hombre sencillo y curtido se arranca en una saeta. Es el pueblo que reza
cantando y canta rezando.
Ya está en la calle la Cruz
y está la plaza repleta,
y al apagarse la luz
un pueblo canta en saeta
el sentimiento andaluz.
Cual oleaje
incontenible, la masa se mueve lenta y la procesión avanza.
Sombras de
capirotes y de la Cruz que se proyectan en fachadas y tejados del fondo de la
Plaza Alta.
En fachadas y balcones
la antorcha envía su luz,
la santa Figura crece,
se magnifica, engrandece,
y se proyecta la Cruz.
Cien cipreses reflejados
en solemne oscuridad,
capirotes dibujados,
en chinescas sombreados
cien hermanos de Hermandad.
Como el rumor de arboleda
el pueblo mudo se queda
igual que hace doce meses,
y se mueven los cipreses
por la plaza la Alameda.
Latiendo mil corazones
el paso se balancea,
se desplaza, bambolea,
y al tiempo que se levanta
su contorno se agiganta.
Triste el viento se estremece
cuando el martillo golpea,
la Imagen lenta se mece
y Cristo desaparece
detrás de cada azotea.
Ya termina su
vuelta a la plaza más popular de Alcalá, testigo mudo de tanta historia, cuando
una voz femenina cala de nuevo el corazón de cada alcalaíno.
Con emoción escuchada
una saeta cantada
desde el balcón de una esquina;
hoy canta Inmaculada
ayer fue Cristobalina.
Y así, de esta manera
reza y canta Andalucía
al Cristo de la Madera,
es la saeta escalera
que se abraza a su agonía.
Y la procesión
continúa y hace su recorrido. Y los devotos la acompañan rememorando las calles
de Jerusalén. Pero entonces no había conmemoración sino Pasión, no había
acontecimiento sino sufrimiento.
Y el paso se mueve porque anónimos
esforzados hacen posible el milagro.
Semiocultos costaleros
que trabajáis bajo el paso,
gente sencilla, el fracaso
no os mima, compañeros.
Vosotros, con los sudores
y apenas sin ver la luz,
cargáis la plata y las flores
y la imagen de Jesús.
De la fe reconquistados
y con toda devoción,
portáis los pasos pesados
la Semana de Pasión.
Y suena la campanilla, y se oye otro
cantar, y la noche se hace más densa y se escucha el silencio de la oscuridad.
Olor de cera que arde,
olor que muere en la tarde,
olor tras de la muralla
de aquel jardín al pasar,
y atravesando la “Playa”
el olor del azahar.
Los sentidos se emborrachan de sensaciones
y ya no se sabe si se sube Río Verde o la calle de la Amargura.
Silencio unos momentos,
que está pasando la Cruz
y entre grandes sufrimientos
el que la lleva es Jesús.
Habría que recordar aquí lo que tantas
veces hemos escuchado.
“Dice el cantar popular:
quién me presta una escalera
para subirme al madero
y quitarle las espinas
a Jesús el Nazareno.
Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subirse a la Cruz”.
Son las dos de la madrugada cuando se llega
al templo. Frente a frente, un Dios que sufre y un hombre que canta, rasgando
el aire con su poderosa voz.
“Mi saeta es oración,
escúchala, Padre mío,
yo te canto con fervor
por lo mucho que has sufrío,
para aliviar tu dolor”.
Estamos en Jueves Santo ya, uno de los tres
que relucen como el sol, según el dicho.
La Semana Santa es devoción y procesión, es
intimidad y calle, es sentimiento y colorido, es silencio y saeta.
Semana de primavera,
rico perfume de flores,
cirios, túnica y cera,
noche, silencio, colores.
Negros trajes de mujeres,
y en la oscuridad, saetas,
cánticos y misereres,
negras mantillas, peinetas.
El Nazareno, expresión viva del dolor
físico y la Virgen de los Dolores, que manifiesta todo el dolor del alma.
De la Iglesia la Victoria
con el semblante sereno
sale Jesús Nazareno
para entrar en la Gloria.
Y se inicia la andadura, como otro día
recorriera la tremenda Vía Dolorosa.
Qué triste el Nazareno
está mirándote a ti,
los ojos de un hombre bueno
nunca más tristes los vi.
Todo un pueblo iracundo
amontona sus pecados,
y los dolores del mundo
van en sus hombres cargados.
Salid a la calle y ver
la noche del Jueves Santo,
no se puede contener
ni las lágrimas ni el llanto.
Se dice, que cada uno cuenta la feria según
la ve, y habría que añadir que cada cual ve la Semana Santa según la siente.
Cornetas, tambores,
y un rostro que se ilumina,
y una anciana lo contempla
apoyada en una esquina.
Otros traspasan su mirada tan lejos, que se
consideran envueltos en la misma ruta del Calvario.
Míralo por donde viene
el mejor de los nacidos,
su rostro el dolor contiene
de sus miembros malheridos,
y apenas si se mantiene
con los huesos doloridos.
Yo miro y verlo no quiero
lo afligido que va,
y con rostro lastimero
se está muriendo el Cordero
por las calles de Alcalá.
Y, quién no tiene dolores en este mundo?
Quien no tiene el alma rota, aunque la oculte su capirote? Quién no lleva a sus
espaldas el peso de una desgracia?
Llevando su carga a cuestas
con paso lento y cansino
camina el Buen Jesús,
por las empinadas cuentas
de este pueblo alcalaíno
cada uno lleva su cruz.
A Él, no tiene más remedio que ayudarle un
buen hombre, Simón el de Cirene. A nosotros no nos queda más auxilio de la
fuerza de nuestra fe.
Cirineo en el camino,
y Tú, en graves momentos,
por un designio divino,
sumido en grandes tormentos.
Quién aliviarte pudiera
tu imagen desfallecida!
Quién Cirineo no fuera
alguna vez en la vida!
Esa expresión que ves en el Nazareno, que
pasa junto a tu casa, también te habla a ti, valerosa mujer alcalaína, como
hace dos milenios se dirigiera a aquellas otras, tan lejanas:
Hijas de Jerusalén
no lloréis, todo hecho está,
y van llorando también
estas hijas de Alcalá.
Tú has visto alguna vez, cómo con gesto
recatado y a escondidas, alguien sacaba un pañuelo para secar unas lágrimas.
Al fin, somos todos iguales, hechos de la
misma fibra.
Hay otras más decididas e impulsivas, que
van más allá, llegando hasta donde no logra hacerlo el hombre.
Verónica, Magdalena,
por la calle la Amargura
van mitigando tu pena
una mañana insegura.
Y el que nació para ser Rey, sigue
mostrándose como tal, pero, de qué manera.
Una corona de espinas
al Rey de Reyes corona,
sobre su frente divina
la sangre lenta camina
y enrojece la corona.
Tú estás acompañando al Nazareno por la
calle Real, San Juan de Ribera,…pero aquella fatídica mañana, eran otras gentes
y otras actitudes.
Por la Vía Dolorosa
o calle de la Amargura,
una turba ignominiosa
es presa de la locura.
Rota lleva su figura
ya sin túnica ni capa;
con el cuerpo hecho jirones
a todo un Dios se le atrapa,
y la vida se le escapa
en las catorce estaciones.
Y tú, mujer sensible, que no se te oculta
el detalle, siempre estás en las adversidades; en las bodas de Caná y en el
camino del suplicio.
La Virgen, que va detrás, recoge todo el
sufrimiento que el Hijo soporta. Y tú vas con Ella.
Ya está echada tu suerte
Virgen de la Soledad,
junto a la cruz, sola, fuerte,
ves que, triunfando la muerte
comienza así tu orfandad.
Sola quedas, de amor mueres,
sola de solemnidad,
aquí, entre tantas mujeres,
cuenta conmigo, si quieres,
Virgen de la Soledad.
Estamos en la Plaza Alta, pero aquella
jauría humana había llegado al Monte Calvario. El manso Cordero había soportado
todo.
Azotes, largas espinas,
desprecio, afrenta, dolor;
corre la sangre divina
por su frente, atormentando
el Cuerpo del Redentor.
Los judíos están clavando
pies y manos al Buen Jesús,
injuriado, agonizando,
está Dios en una Cruz.
Cristo levanta un altar
con otros dos condenados,
los martillos, al clavar
unos pies descoyuntados
al Gólgota hacen llorar,
y por mor de mis pecados
Dios sufre eterna agonía
tres largas horas del día.
Esta es la Semana Santa que conmemoramos,
cuando se encuentra en su cenit.
La Semana Santa existe porque un Hombre
existió.
Tenemos una Semana Santa porque hubo una
Semana de Pasión.
La celebraremos porque alguien la padeció.
La rememoramos porque una Hombre la
protagonizó.
En ella, minimizamos los sentidos para potenciar
los sentimientos.
Dios para sentir, reflexionar, recordar y
sufrir.
Entre el cielo y la tierra,
entre la tierra y el cielo
una cruz infame aterra
y es baldón y es consuelo.
Entre negros nubarrones,
con los miembros fríos, yertos,
libre de tribulaciones
siguen tus brazos abiertos.
Y la Madre queda sola; tú también te has
sentido solitaria largas horas de la noche, sola con tu dolor, sola con tu
soledad.
Sola ya en el olvido
sin el Hijo a tu lado
auedas a los vendavales;
tu corazón dolorido,
hondamente traspasado
por siete negros puñales.
Y lo entierran. Y la procesión termina.
Alejado del Calvario,
dispuesto para enterrar,
envuelto en blanco sudario,
el Divino Relicario
se disponen a guardar.
Cristo de la Buena Muerte,
de la Pasión, del Perdón,
si quieres, dame la suerte
que recibió el Buen ladrón.
Y en el aire brumoso, como un rumor lejano,
queda prendida todavía una voz:
Yo quisiera ser saeta
lanzada en estos momentos,
que, ignorando toda meta,
recorriera el planeta,
llegando a los cuatro vientos.
José Arjona Atienza
sábado, 25 de marzo de 2017
SUFRO POR MI ANDALUCÍA
Sufro
por mi Andalucía,
pués
nunca llega el
consuelo
a
los buenos andaluces,
que
abandonan cada día
a
su familia y
su suelo…
igual
que las avestruces.
Los
que ostentan el
poder
se
tienen que preocupar
de
que aquí llegue
el progreso,
y
no tener que
esconder
la
tristeza de emigrar
sin
saber si habrá
regreso.
Sueño
con los andaluces,
laborando
por su entorno
durante
generaciones …
y
no cargados de
cruces,
por
caminos sin retorno,
lejos
de sus devociones.
Que
la justicia social
y
el reparto de
riqueza
lleguen
por fin al
lugar,
y
una inyección de
moral,
calme
el alma y
la cabeza
de
la gente, al
trabajar.
Que
se sientan orgullosos
de
una vida floreciente,
gracias
al sudor ganada,
y
no esperando dolosos,
en
aptitud indolente,
limosna
que le degrada.
Porque
al trabajar, la gente,
desarrolla
su sapiencia
y
se siente realizada …
A
esta tierra inteligente,
de
libertad y conciencia,
ya
le toca su alborada.
No
podemos seguir siendo
la
cuna de los
parados.
Tiene
que surgir la luz
que
termine convirtiendo
a
sus pueblos y
sus prados,
en el emporio
andaluz.
Francisco
Teodoro Sánchez Vera
Marzo 2017
VÍA CRUCIS DEL CRISTO DEL PERDÓN
Debido a las inclemencias del tiempo hoy 24 de Marzo en Alcalá de los Gazules, el Vía Crucis del Cristo del Perdón, se ha realizado en el interior de la Parroquia de San Jorge, con las lecturas de las Estaciones por los hermanos de la Hermandad.