Insisto en que, si pretendemos
vivir el presente de una forma plena, no tenemos más remedio que asentarlo sobre
los dos pilares firmes del pasado y del futuro. El sentido temporal de la
existencia humana exige que apoyemos nuestros diferentes momentos presentes, por
un lado, en el camino de la dilatada historia recorrida por nuestros
antepasados y en la breve trayectoria de nuestra propia biografía. Por el otro
lado, hemos de afianzarlo en el panorama abierto de un futuro renovador que
oriente nuestros esfuerzos diarios hacia nuevos horizontes y que nos descubra unas
metas cada vez más altas. El recuerdo nos hace renacer sólo cuando nos genera unos
propósitos transformadores. Si prescindimos de uno de estos dos apoyos y nos
quedamos sin memoria o sin proyectos, perderemos el equilibrio y el puente del presente
se derrumbará irremisiblemente.
El recuerdo nos ayuda a dominar
la vida presente y nos proporciona seguridad en nuestros vacilantes pasos
cuando nos ayuda a interpretar correctamente los acontecimientos actuales y a descubrir
el significado de las experiencias
nuevas. Por eso nos llama la atención la facilidad con la que muchos
niegan su propia historia y tratan de disimular su pasado o, al menos, se
comportan como si se les hubiera olvidado. Si prestamos un poco de atención a
nuestro alrededor, podemos comprobar cómo algunos que, entusiasmados, cantaban
el “cara al sol” ahora, con idéntica pasión, entonan la “internacional”, otros
que corrían delante de los “grises”, después han sido los jefes de la policía. Para
renovar el presente y para ganar el futuro, hemos de recordar nuestro pasado
porque negarlo es inútil ya que, al ocultarlo o al disimularlo, lo hacemos más
evidente. Está bien que mantengamos las tradiciones pero, a condición de que
las adaptemos de manera permanente a las condiciones de los tiempos
nuevos.
Por eso creo que son acertadas
las iniciativas de los dirigentes políticos que, conscientes de que son los arquitectos
del futuro, favorecen la conmemoración de episodios históricos y convocan a los
especialistas para que estudien sus secretos, para que nos expliquen sus
significados y para que extraigan las conclusiones. Repasar la historia es la
mejor manera de elaborar los proyectos. Vamos a ver si, por ejemplo, los actos
que se han programado para celebrar los diferentes centenarios que este año
conmemoramos, nos sirven para elaborar proyectos realmente innovadores.
Si el porvenir depende, en gran
medida, de lo que imaginemos y realicemos hoy, este hoy no lo vivimos
plenamente si, en él, no integramos el futuro construido como ilusión, como
meta y como proyecto. Es así cómo se generan las expectativas y cómo se
alimentan las esperanzas, esos vientos saludables que despliegan las velas del
entusiasmo y nos empujan hacia puertos más confortables. Tras volver a recordar que el
pasado -ya purificado- sólo vale cuando nos proyecta hacia el futuro, me
permito afirmar que el presente
lo vive plenamente quien posee suficiente destreza para construir puentes que
conectan el pasado con el futuro.
José Antonio
Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
290917
0 comentarios:
Publicar un comentario