Para vivir humanamente
no podemos conformarnos con alargar la vida añadiendo minutos a los minutos
sino que, además, hemos de trabajar para construir el edificio de una
existencia digna, de un yo más completo y de un nosotros más hermanados; hemos
de llenar nuestro tiempo de valores y nuestro espacio de alicientes plenos y
gratificantes. Sí, me refiero a esos tiempos y a esos espacios que ocupan
nuestros cuerpos y que necesitan nuestros espíritus; saciar las hambres hondas
que, asintomáticas, no siempre las notamos. No deberíamos recorrer nuestra
existencia sin haber vivido. Además de "sobrevivir" o
"supervivir", debemos
"vivir". Sólo estudiar, trabajar, descansar, leer, escribir, luchar,
ganar o perder, no es vivir.
Algunos se especializan
tanto en una sola cara de la vida, que se olvidan de otras dimensiones que son
esenciales. La vida humana, frente a la de las plantas y a la de los animales,
se caracteriza por su multiplicidad de dimensiones y por su variedad de
aspectos y, sobre todo, por su potencialidad. Vivir humanamente es sentir con
todos los sentidos y con todos los sentimientos: con la vista, con el oído, con
el olfato, con el gusto y con el tacto; es amar, esperar, temer y soñar.
Reducirla a una sola dimensión es empobrecerla, mutilarla y, a veces,
sacrificarla por completo.
La vida humana es más
que los datos que figuran en el Documento Nacional de Identidad: los apellidos,
el lugar de nacimiento, el domicilio, la edad, el estado civil o la profesión,
por sí solas, no confieren calidad personal ni proporcionan bienestar. Los que,
creyéndose unos privilegiados, no saborean los momentos de
"bienestar" y de "bienvivir", están muertos en vida, porque
no son nadie aunque sean algo: más que seres humanos son recursos humanos, que no
tienen cara sino sólo brazos para trabajar. Permíteme -querido amigo, querida
amiga-, por favor, que, por una vez me ponga sentencioso: "la vida humana
es demasiado importante y demasiado breve como para esperar los grandes
acontecimientos para vivirla: o la vivimos en plenitud cada uno de los
instantes o no vivimos la vida".
José
Antonio Hernández Guerrero
Catedrático
de Teoría de la Literatura
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