Benedicto
XVI en diálogo con Arie Folger
Judíos y cristianos
Edición
de Elio Guerrero.
Madrid,
Editorial Encuentro, 2019
Todos nosotros -o casi todos- aceptamos
que la mayoría de los problemas y de los conflictos familiares, políticos,
sociales y económicos sólo pueden ser planteados y resueltos a través del diálogo.
Damos por supuesto que el diálogo exige que, además de explicar las propias
razones, escuchemos, interpretemos y valoremos las propuestas de nuestros
interlocutores. Esta consideración nos resulta más clara y más importante si
nos referimos al ámbito de las relaciones religiosas y, más concretamente, a
las reflexiones sobre las conexiones y las diferencias entre los creyentes
judíos y los seguidores de Jesucristo, entre sus respectivas concepciones de la
fe en un Dios común que nos ha hablado y que nos orienta y alienta –que nos
urge- para que construyamos juntos un mundo nuevo.
En mi opinión, este libro que, titulado
Judíos
y cristianos, reúne el diálogo de Benedicto XVI con el rabino Arie
Folger, nos proporciona una amplia serie de ideas, de principios y de pautas
que orientan los pasos convergentes que todos hemos de dar para lograr un
acercamiento de posturas enfrentadas que, en muchos casos, están determinadas
por prejuicios históricos recíprocos. Como declara Arie Folger en el prólogo,
la correspondencia epistolar con el Papa teólogo ha suscitado un inusitado
interés en diversas publicaciones teológicas poniendo de manifiesto la necesidad
y la urgencia de apoyar un diálogo sincero sobre unas bases teológicas profundas.
Reconociendo las dificultades que
supone permanecer fiel a la propia tradición y abrirse al diálogo a través de
diferentes reflexiones, ambos interlocutores conciben la esperanza de encontrar
unas sendas diáfanas para fundamentar y reforzar teológicamente la recíproca
fraternidad, y para crear unos espacios comunes que propicien la reflexión y la
convivencia.
A mi juicio, es importante que, por un
lado el judaísmo, a pesar de reconocerse como una religión misionera, acepte
que la humanidad no debe hacerse necesariamente judía para alcanzar la
salvación, y, por otro lado, es orientador y estimulante que Benedicto XVI
trace una vía clara para explicar cómo es posible que los cristianos renuncien
a una misión dirigida a convertir a los judíos.
Si tenemos en cuenta la doctrina de la
declaración Nostra aetate -aquel importante documento de Concilio Vaticano
II, que trata sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no
cristianas- las reflexiones de esta obra orientas los cambios de mentalidad que
se han de generar para realizar ese diálogo entre los de creyentes en el Dios
de la Revelación. Recordemos que el Documento de la Comisión para las
Relaciones Religiosas con el Judaísmo, titulado Los dones y la llamada de Dios
son irrevocables, afirma de manera rotunda que “El diálogo con el
judaísmo ocupa para los cristianos una posición única; porque el cristianismo,
desde sus raíces, está conectado con el judaísmo como con ninguna otra
religión”. No perdamos de vista tampoco que, en la actualidad, el pensamiento
judío como, por ejemplo, en Rosenzweig, Levinas, Jonas, Cohen y Buber, el
camino hacia la presencia de Dios se realiza en el encuentro, en el diálogo con
el otro.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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