Juan Manuel Díaz González
Uno de los rasgos caracterizadores del perfil intelectual
de Juan Manuel es su permanente interés por relacionar valores estéticos,
éticos y sociales. Sus aportaciones ponderadas sobre cuestiones de actualidad
están apoyadas en su profunda convicción de que los procedimientos estéticos y
los recursos literarios de las diferentes culturas creadas por los hombres son
plenamente válidos cuando están apoyados en unos principios éticos adecuados a
su dignidad humana.
Es ahí donde nace su interés por las
Ciencias Humanas y su permanente y explícito afán por conocer, jerarquizar y de
difundir los valores que dignifican a los seres humanos que, guiados por unos
deseos de autorrealización y de perfeccionamiento, aspiran noblemente a las
metas de la armonía, de la justicia, de la paz y de la fraternidad.
Su
preocupación por colaborar en la supervivencia de un humanismo actual nos
orienta y nos estimula para que nos decidamos a abordar los temas que
relacionan la literatura con las cuestiones palpitantes de las ciencias
humanas. Sus análisis de textos señalan caminos por los que, además de
transitar para seguir mejorando nuestros ejercicios de lectura y de escritura
sobre obras literarias y sobre comportamientos humanos individuales y
colectivos nos pueden servir para trazar puentes entre visiones plurales de la
vida actual.
En mi opinión,
estos rasgos nos resultan más valiosos precisamente por la sobriedad con las
que los traza, por la discreción con la que nos muestra esas propuestas, con el
tacto y el gusto -el tacto cordial y el gusto estético- con los que nos muestra
sus opiniones. Y es que Juan Manuel cultiva las palabras y los silencios sabe
bien que la palabra germina en el silencio, que éste no es un desierto árido,
sino una tierra fecunda de donde él extrae la savia que hace florecer las
sensaciones, los sentimientos y las ideas.
Por eso busca
principios sólidos y, por eso, es flexible en la aplicación de criterios, por
eso él lee y relee los libros y la vida con la intención de interpretar las
claves de los episodios que nos inquietan, nos interpelan y nos estimulan.
Estas son las claves que, a mi juicio, Juan Manuel aplica para respirar el aire
libre del pensamiento y para sumergirse en el mar abierto de la fantasía: para
lograr que las palabras sean fecundas simientes que, iluminando las cuestiones
de actualidad, penetren en nuestras entrañas, germinen y, allí, produzcan
frutos sabrosos, gratos y provechosos.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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