La compatibilidad de las Ciencias y las Letras
Sarah Hart
Érase
una vez los números primos
La
asombrosa relación entre la literatura y las matemáticas
Barcelona, Paidós, 2024
¿Es real la oposición radical e
insalvable la incompatibilidad entre los números y las letras, entre las
ciencias y las artes, entre las matemáticas y la literatura? Es posible que muchos
respondan afirmativamente a estas preguntas porque, quizás, nos hayamos
acostumbrado a pensar que pertenecen a dos mundos opuestos y que, por lo tanto,
sus aprendizajes y sus prácticas exigen capacidades diversas y, a veces,
irreconciliables entre sí.
Tengo la impresión de que la convicción
del alejamiento irreconciliable entre las ciencias y las artes olvida que, por
ejemplo, Platón y, después, los autores medievales en los planes de estudio incluyen,
además de la Gramática, la Retórica y la Lógica, la Aritmética, la Música, la
Geometría y la Astronomía. Reconozcamos que, también en nuestros tiempos y en
nuestros lugares, brillaron algunos “sabios” que, además de lingüistas y poetas,
fueron unos reconocidos matemáticos y astrónomos como, por ejemplo, nuestro
paisano Eduardo Benot.
En esta obra la profesora Saran Hart
nos explica con detalle, con claridad y con entusiasmo su convicción de que las
matemáticas y la literatura son dos mundos que, aunque diferentes, son
compatibles y están permanentemente conectados. Tras demostrar con ejemplos
claros que el lenguaje matemático es figurativo y cómo se sirve continuamente
de metáforas para nombrar y para explicar sus descubrimientos, invita tanto los
artistas como los científicos a que eviten la tentación de encerrarse en sus
respectivas torres de marfil.
Con la intención de persuadirnos de que
las matemáticas y la literatura están íntimamente relacionadas, enumera una
amplia serie de vínculos que, además de mostrar sus analogías y sus parentescos,
son estimulantes invitaciones para que aprendamos y disfrutemos con ambas
destrezas. Demuestra, por ejemplo, cómo los números son elementos naturales de
las actividades creativas y recreativas y, como consecuencia, defiende que las
matemáticas merecen ocupar un lugar en las tareas artísticas y literarias
porque encierran unos atractivos rasgos de belleza. En mi opinión la conclusión
tras la lectura de esta obra clara, amena y estimulante a pesar de su
profundidad, es que los escritores, los poetas y los científicos pueden y deben
entablar un diálogo que, sin duda alguna, será mutuamente clarificador y enriquecedor.
Sin duda alguna proporcionará estimulantes ideas a los profesores de las
diferentes disciplinas y de los distintos niveles de la enseñanza y, por
supuesto, a los artistas y a los científicos.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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