sábado, 25 de mayo de 2024

LA CARTA...

 

       La carta…

 

En el sobre hay una carta,

tiene, una declaración;

leedla muy despacito,

muy despacito_ por Dios.

Mi nombre_ qué más da el nombre,

si escrito debe quedar

entre poesía y verso

para poderlos cantar

acordándose del nombre

los que lo quieran honrar.

 

Soy de tierra marinera

cerquita de una ribera

de un río que llega al mar,

donde me dieron la vida

bautizándome con sal,

entre la arena y la espuma

que baña su litoral.

 

Mezclándose el agua clara

va bajando por el río

por recodos escondidos

hasta llegar a la mar,

de blanca espuma se llena

la fina arena de playa

donde las olas terminan.

 

Envuelto en mares de viento,

volando en olas del mar,

llegaron mis sentimientos

cual aves en su volar,

por el azul de ese cielo

de una bahía de sal

que roba mis pensamientos.

 

Formando letras de cuento

entre verso y poesía,

me asomé por la bahía

cual remolino de viento.

Cargado de fantasías

siempre con mis pensamientos

como  lucero en la noche

brillando de madrugada,

o cuál sol de la alborada

enncendiendo sentimientos.

 

“Pensamiento”

 ¡Qué tengo en el pensamiento

que no me deja vivir

las letras que llevo dentro!.

Que bañan la tierra mía,

donde un día me trajeron

a la plena luz del día

un frío mes de febrero,

dándole luz a mi vida

éste puerto marinero,

de El Puerto Santa María.

 

Fui creciendo cada día

muy cerquita de la mar

donde empezaba a jugar

juegos de primera infancia.

Las redes mi padre hacía

cuál modisto sus vestidos

que mujer halla tenido

para poderse lucir,

sabiendo bien transmitir

elegancia y  fantasía.

 

En ellas yo fui aprendiendo

sabiendo de vendavales,

jugando con los corales

en tanto yo iba creciendo;

castillitos iba haciendo 

en la orilla de la mar, 

donde aprendí a disfrutar

igual que muchos chiquillos

y también sufrir las olas

que tiraban los castillos. 

 

Sin pensar que era un chiquillo

a la mar me quise hacer,

con sueños de amanecer

para buscar mis castillos.

Como simple azucarillo

quedo tirado en la arena

embargándome la pena,

porque las olas del mar

derribaron sin pesar,

de un chiquillo, su castillo.

 

Quería ser, cual velero

entre las olas del mar,

y ponerme a navegar

para ver el mundo entero.

Por ser lo que yo prefiero

no he dejado de pensar,

hacerme siempre a la mar

poniendo una blanca vela

a ver si el viento me lleva

donde me quiera llevar.

 

Eran mis sueños de niño

levantados con arena,

el mar no supo de pena

ni tampoco de cariño;

No le pude hacer un guiño

para que no lo tirara,

le pedí que lo dejara

pero la espalda me dio

y de todo se olvidó,

hasta las penas de un niño.

 

 

José Ares Mateos (Menesteo)

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