El futuro será mejor si
aprendemos del pasado
Empieza un nuevo curso:
construyamos el futuro
Tras
los análisis de más de doscientas entrevistas realizadas a personas “normales”
de diferentes edades, he llegado a la conclusión de que el bienestar personal
depende en un cuarenta por ciento de la gestión de las expectativas del futuro,
en un treinta por ciento, de la influencia del pasado y en un treinta por
ciento de las vivencias presentes.
Insisto
en que, si pretendemos vivir el presente de una forma plena, no tenemos más
remedio que asentarlo sobre los dos pilares firmes del pasado y del futuro. El
sentido temporal de la existencia humana exige que apoyemos nuestros diferentes
presentes, por un lado, en el camino de la historia recorrida por nuestros
antepasados y en la breve trayectoria de nuestra propia biografía. Por eso
debemos afianzarlo en el panorama de un futuro renovador que oriente nuestros
esfuerzos diarios hacia nuevos horizontes y que nos descubra unas metas cada
vez más altas. El recuerdo nos hacer renacer sólo cuando genera propósitos
transformadores. Si prescindimos de uno de estos dos apoyos y nos quedamos sin
memoria o sin proyectos, perderemos el equilibrio y el puente del presente se
derrumbará irremisiblemente.
El
recuerdo nos ayuda a dominar la vida presente y nos proporciona seguridad en
nuestros pasos cuando nos ayuda a interpretar correctamente los acontecimientos
actuales y a descubrir el significado de las experiencias nuevas. Por eso me
llama la atención la facilidad con la que muchos niegan su propia historia y
tratan de disimular su pasado o, al menos, se comportan como si se les hubiera
olvidado. Si prestamos un poco de atención a nuestro alrededor, podemos
comprobar cómo algunos que, entusiasmados, cantaban el “cara al sol” ahora, con
idéntica pasión, entonan la “internacional”, otros que corrían delante de los
“grises”, después han sido los jefes de la policía. Para renovar el presente y
para ganar el futuro no hay más remedio que recordar nuestro pasado porque
negarlo es inútil ya que, al ocultarlo o al disimularlo, lo hacemos más
evidente. Mantengamos las tradiciones, pero adaptándolas a las condiciones de
los tiempos nuevos.
Aplaudo
las iniciativas que favorecen la conmemoración de episodios históricos y
convocan a los especialistas para que descubran sus secretos y para que
extraigan las conclusiones. Repasar la historia es la mejor manera de elaborar
los proyectos. Las conmemoraciones sirven si mejoran el nivel cultural,
económico y social de nuestras ciudades y pueblos, y si evalúan los aciertos y
los errores del pasado. Si el porvenir depende de lo que imaginemos y
realicemos hoy, este hoy no lo vivimos plenamente si, en él, no integramos el
futuro construido como ilusión, como meta y como proyecto. Las expectativas alimentan
las esperanzas, esos vientos saludables que despliegan las velas del entusiasmo
y nos empujan hacia puertos más confortables. Recuerdo que el pasado -ya
purificado- sólo vale cuando nos proyecta hacia el futuro y el presente lo vive
plenamente quien construye puentes entre el pasado y el futuro.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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