En
la sierra gaditana,
Alcalá luce
su historia,
romana, mora y
cristiana
y
su belleza notoria.
Alcalá de
los Gazules,
verdes montes andaluces
y
blancos amaneceres;
bajo
sus cielos azules,
nacen
hombres y mujeres,
llenos de
gracia y de
luces.
Fuiste un
clavel reventón
en la
época romana,
un ramito de
jazmines
cuando tu
eras musulmana
y
florecillas del campo
para
Los Santos cristiana.
Del
Imperio de Occidente
un
edicto llegó un día
otorgándole a tu gente
grado
de ciudadanía.
Por
eso esta gran
ciudad,
es
ilustre y soberana
y
adora su libertad
desde
fecha tan temprana.
¡Regina, qué
bello nombre,
Roma
te supo poner!
Columela, aquel gran
hombre,
a
ti se acercó
a saber
cosas
de tu agricultura
y
en Roma llegó
a poner
este
saber a una
altura
que
nadie llegó a
tener.
Vestido de
oro y de
azul,
a
tu castillo altanero,
llegaba siempre
Gazul
vencedor de
hombres y toros;
pues era
el mejor lancero . . .
el
orgullo de los
moros.
Más
tarde un gran
rey cristiano,
don
Alfonso se llamaba,
firmó
de su propia
mano
que
Alcalá se te
llamara.
Y
sobre un fondo
de gules,
hizo
grabar tu apellido,
te llamó . . . de
los Gazules,
por
tus hombres aguerridos,
por
tus temidos gazúes.
¡Ay
Alcalá, ay Alcalá, ay Alcalá!
Un
manantial de ilusión,
y
nadie sabe explicar
el
embrujo y la
pasión,
que cuando te
oyen nombrar,
sienten en
su corazón.
Tenemos que
presumir
de
nacer alcalaínos,
de
esa forma de
sentir
que
practican sus vecinos;
de
esa forma de
vivir. . .
Francisco
Teodoro Sánchez Vera
Mayo 2014
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