Domingo de Ramos, 28.03.2021
Este domingo se lee el relato de la Pasión
de Jesús en el evangelio de Marcos, precedido de dos lecturas: una del libro de
Isaías y otra de la carta a los Filipenses. Dada su extensión, la Conferencia
Episcopal permite que, atendiendo a la índole de la asamblea, se lea una sola
de las dos lecturas, o incluso que solo se lea el evangelio. Pero ambas ayudan
grandemente a comprender la pasión de Jesús.
El Siervo (Jesús) acepta el
plan de Dios (Isaías 50,4-7)
«Jesús murió porque hizo la cosa más
inadecuada (entrada triunfal) en el momento más inadecuado (semana de Pascua) y
en el sitio más inadecuado (Jerusalén)». ¿Una imprudencia? ¿Un suicidio? La
lectura de Isaías indica que Jesús sabe perfectamente que le esperan golpes,
insultos y salivazos. Ha sido el Padre quien se lo ha comunicado. Y él no se
echó atrás. Lo aceptó, convencido de que el Padre lo ayuda y no quedará
defraudado.
Al mismo tiempo, el Padre le ha
encomendado «decir al abatido una palabra de aliento». Y quien sufre hasta la
muerte es la persona más capacitada para animar a los que sufren.
El
Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo, para
saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada
mañana me espabila el oído, para
que escuche como los discípulos.
El
Señor Dios me abrió el oído; yo
no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí
la espalda a los que me golpeaban, las
mejillas a los que mesaban mi barba; no
escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El
Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo
que no quedaría defraudado.
Por la cruz a la victoria
(Filipenses 2,6-11)
El Siervo estaba convencido de que no
quedaría defraudado. Y eso mismo ocurre con Jesús. La lectura de la pasión no
es la historia de un fracaso, sino de un triunfo. A la muerte más cruel e
infamante, la de cruz, sigue el nombre sobre todo nombre y la adoración de
todas las creaturas.
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no
retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al
contrario, se despojó de sí mismo tomando
la condición de esclavo, hecho
semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su
presencia, se
humilló a sí mismo, hecho
obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y
le concedió el nombre sobre todo nombre; de
modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y
toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
Pasión de Jesucristo según san
Marcos (14,1-15,47)
Ofrezco un amplio comentario en las
páginas 420-457 de José Luis Sicre, El evangelio de Marcos. Comentario
litúrgico al ciclo B y guía de lectura, Editorial Verbo Divino 2020. Aquí
indico solamente dos aspectos que considero importantes.
¿Quién es Jesús?
El relato del capítulo 15 supone un gran
contraste con el de los dos capítulos anteriores (13-14). En estos, Jesús se
enfrenta a toda clase de adversarios en diversas disputas y los vence con
facilidad. Ahora, los adversarios, derrotados a nivel intelectual, deciden
vencerlo a nivel físico, matándolo (14,1). Lo que más se destaca en Jesús es su
conocimiento y conciencia plena de lo que va a ocurrir: sabe que está cercana
su sepultura (14,8), que será traicionado por uno de los suyos (14,18), que
morirá sin remedio (14,21), que los discípulos se dispersarán (14,27), que está
cerca quien lo entrega (14,42). Las palabras que pronuncia en esta sección
están marcadas por esta conciencia del final y tienen una carga de tristeza.
Como cualquiera que se acerca a la muerte, Jesús sabe que hay cosas que se
pierden definitivamente: la cercanía de los amigos («a mí no siempre me
tendréis con vosotros»: 14,7), la copa de vino compartida (14,25). No falta un
tono de esperanza: del vino volverá a gozar en el Reino de Dios (14,25), con
los discípulos se reencontrará en Galilea (14,28). Pero predomina en sus
palabras un tono de tristeza, incluso de amargura (14,37.48-49), con el que
Marcos subraya ―una vez más― la humanidad profunda de Jesús.
Cuatro veces se debate en estos capítulos
la identidad de Jesús: el sumo sacerdote le pregunta si es el Mesías (14,61),
Pilato le pregunta si es el Rey de los judíos (15,2), los sumos sacerdotes y
escribas ponen como condición para creer que es el Mesías que baje de la cruz
(15,31-32), el centurión confiesa que es hijo de Dios (15,39). A la pregunta
del sumo sacerdote responde Jesús en sentido afirmativo, pero centrando su
respuesta no en el Mesías, sino en el Hijo del Hombre triunfante (14,62). A la
pregunta de Pilato responde con una evasiva: «Tú lo dices» (15,2). A la
condición de los sumos sacerdotes y escribas no responde. Cuando el centurión
lo confiesa hijo de Dios, Jesús ya ha muerto.
Los discípulos
Se entristecen al enterarse de que uno de
ellos lo traicionará; pero, llegado el momento, todos huyen. Una vez más, Pedro
desempeña un papel preponderante. Se considera superior a los otros, más fiel y
firme (14,29), pero comenzará por quedarse dormido en el huerto (14,37) y
terminará negando a Jesús (14,66-72). En este contexto de abandono total por
parte de los discípulos adquiere gran fuerza la escena final del Calvario,
cuando se habla de las mujeres que no sólo están al pie de la cruz, sino que
acompañaron a Jesús durante su vida (15,40-41)
Cuatro lecturas posibles de
los relatos de la pasión de Jesús.
La lectura de identificación personal y afectiva
El testimonio escrito más antiguo que poseemos en este
sentido es el de san Pablo. A veces, cuando habla de la muerte de Jesús, lo
hace con frialdad dogmática, recordando que murió por nuestros pecados. Pero en
otra ocasión lo enfoca de manera muy personal y afectiva: “He quedado
crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí. Y mientras
vivo en la carne vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por
mí” (Gal 2,19-20). En línea parecida, san Ignacio de Loyola, en la tercera
semana de los Ejercicios espirituales, cuando se contempla la pasión, el
ejercitante debe pedir “dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo
quebrantado, llanto, pena interna de tanta pena como el Señor pasó por mí”.
La lectura indignada
Es la que practicamos todas las mañanas al leer el
periódico, cuando acompañamos la lectura de los titulares y de las noticias con
toda suerte de imprecaciones, insultos y maldiciones. Los relatos de la pasión
cuentan tal cantidad de atropellos, injusticias, traiciones, que se prestan a
una lectura indignada. Sin embargo, los evangelios nunca invitan al lector a
indignarse con la traición de Judas, a maldecir a las autoridades judías o
romanas que condenan a Jesús, a insultar a quienes se burlan de él, a sentir
como en el propio cuerpo los azotes, la corona de espina o los clavos, a llorar
la muerte de Jesús. En ningún momento pretenden los evangelios excitar los
sentimientos y, mucho menos, fomentar el sentimentalismo.
La lectura detallada
Ofrezco un extenso comentario, que puede bajarse de la
dirección indicada (en el ángulo superior derecho aparecerán dos ventanitas:
COMPARTIR y ABRIR. Se pulsa en ABRIR y se elige la opción que prefiera).
Presto gran atención a cuatro aspectos:
1) la división minuciosa de cada episodio, que a veces
quizá parezca exagerada, como cuando distingo siete momentos en el relato de la
oración del huerto; pero es la única forma de no pasar por alto detalles
importantes.
2) los protagonistas, advirtiendo qué hacen o no
hacen, qué dicen o no dicen, cómo reaccionan, por qué motivos se mueven, qué
sienten.
3) la acción que se cuenta y sus presupuestos; a veces
predominará lo informativo, ya que ciertos detalles a veces no se conocen bien,
como la celebración de la Pascua en el mundo judío y en Qumrán o el proceso
ante el Sanedrín.
4) el arte narrativo de Mc, que a menudo no se tiene
en cuenta, pero que sirve también para captar su teología.
Este tipo de lectura, aunque aplique el mismo método a
todas las escenas, pone de relieve lo típico de cada una de ellas y deja claro
que el relato de la pasión está formado por episodios aparentemente cotidianos
y por otros terriblemente dramáticos, como la oración del huerto. Lo importante
es captar el espíritu y mensaje de cada episodio y el mensaje global de cada
evangelio.
La lectura interactiva y orante
Sería la respuesta personal al comentario anterior,
reflexionando cada cual sobre lo que el texto le sugiere y lo que le invita a
pedir.
Padre José Luis Sicre Díaz, S.J.
Doctor en Sagrada Escritura por el
Pontificio Instituto Bíblico de Roma
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