Descanso merecido y frustrado
Domingo 16. Ciclo B.
¿Un relato imposible o un relato simbólico? (Mc 6,30-34)
El evangelio empalma con el del domingo anterior, cuando
Jesús envía a los discípulos de misión.
En aquel tiempo los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron
lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar
desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no
encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
A primera vista, el relato se entiende tan bien que no
precisa comentario. Pero hay un detalle sorprendente e inexplicable: cuando
Jesús y los discípulos se montan en la barca en busca de un lugar solitario,
cuenta Marcos que muchos los vieron marcharse, fueron corriendo de todos los
poblados y llegaron allí antes que ellos.
¿Es posible que la gente vaya corriendo desde Cafarnaúm,
Betsaida, Magdala, y llegue antes que la barca a un sitio que nadie sabe cuál
es? Imposible. Esto demuestra que el relato no hay que leerlo desde un punto de
vista meramente histórico (lo que ocurrió aquel día) sino también simbólico.
El primer detalle que indica Marcos es la preocupación de
Jesús por sus discípulos. Después del trabajo apostólico llevado a cabo,
merecen un poco de descanso, imposible a causa de la cantidad de gente que se
interesa por Jesús. Es un detalle muy humano de Jesús, que no encontramos en
los textos paralelos de Mateo y Lucas.
La solución consiste en buscar «un lugar desierto». Esta referencia al
desierto es fundamental en el relato, porque evoca la situación del pueblo de Israel
durante su camino desde Egipto a la tierra prometida. Entonces, en el desierto,
fue alimentado por Dios. Ahora, en un lugar desierto, el nuevo pueblo de Dios
será alimentado por Jesús.
El enorme interés de la gente por Jesús queda claro al
comienzo, donde se dice que eran tantos los que iban y venían en su busca que
no tenían tiempo ni para comer. Y se repite cuando «de todas las aldeas fueron
corriendo por tierra y se les adelantaron».
Cuando se acercan a la orilla y ve a la multitud reunida, no le dice a Pedro que reme mar adentro y busque otro sitio. Siente compasión de ellos porque los ve abandonados, como ovejas sin pastor. Pero no se dedica a hacer milagros, sino a enseñar. Solo después se preocupará por darles de comer.
Cuando Marcos leyese este texto en su comunidad, es
posible que les obligara a preguntarse: ¿sentimos nosotros el mismo interés por
Jesús? ¿Vamos corriendo detrás de él, o preferimos quedarnos cómodamente
sentados en casa?
Pero el relato sirve también de autoexamen a los responsables
de la comunidad. ¿Siento compasión de la gente, o procuro quitarme de en medio
cuando me van a fastidiar mi merecido descanso?
A muchos misioneros y catequistas les consolaría ver que, aunque no podían hacer milagros como Jesús, sí podían dedicar su esfuerzo a enseñar muchas cosas.
Pastores malos, pastores buenos, descendiente de David (Jeremías 23,1-6)
La idea de que Jesús se compadeció de la gente «porque andaban como
ovejas que no tienen pastor», ha motivado la inclusión de este texto, que recoge
ideas típicas de mediados del siglo VI a.C., durante el destierro de Babilonia.
Es el resultado de unir diversas intervenciones proféticas, muy breves y
tenidas en diversos momentos. No debe extrañarnos que existan diferencias.
Por entonces era frecuente acusar a los reyes, los
pastores, de haberse despreocupado del pueblo y provocar que marchara al
destierro. La primera intervención de Dios se centrará en castigar a los
monarcas.
¡Ay de los pastores que dispersan y dejan que se pierdan las ovejas de mi rebaño -oráculo del Señor-. Por tanto, esto dice el Señor, Dios de Israel, a los pastores que pastorean a mi pueblo: «Vosotros dispersasteis mis ovejas y las dejasteis ir sin preocuparos de ellas. Así que voy a pediros cuentas por la maldad de vuestras acciones -oráculo del Señor.
Pero el castigo no basta. Si los israelitas están dispersos, la siguiente intervención de Dios consistirá en reunirlos de todos los países.
Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde los
expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas para que crezcan y se multiplique.
¿Qué ocurrirá después? Los textos proféticos difieren
bastante en este aspectos, y se pueden distinguir tres tendencias: 1) Dios
mismo será el rey de Israel, mentalidad que se mantiene en el Padrenuestro
cuando pedimos: «Venga a nosotros tu reino». 2) Habrá una restauración de la
monarquía, con buenos reyes, no como los anteriores. 3) Dios suscitará un rey
maravilloso.
La liturgia recoge las dos últimas ideas: en primer lugar
se habla de una restauración de la monarquía con una serie de “pastores”, en
plural.
Les pondré pastores que las apacienten, y ya no temerán ni se espantarán.
Ninguna se perderá -oráculo el Señor-.
Pero la última promesa se refiere a un único descendiente
de David que gobernará rectamente, practicando el derecho y la justicia.
Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que daré a David un vástago legítimo: reinará como monarca prudente, con justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y le pondrán por nombre: «El-Señor-nuestra-justicia.
En cualquier caso, restauración de la monarquía con una
serie de reyes, o rey único ideal, los israelitas que escuchaban estas promesas
proféticas imaginaban a un soberano poderoso y respetado, con capacidad de
implantar la justicia y traerles el bienestar.
Ya que esta lectura se ha elegido por su relación con el evangelio, es importante advertir cómo cambia la imagen. Jesús no es un monarca sentado en su trono; no es temido, como la mayoría de los reyes antiguos; se mueve en un ambiente sencillo, humilde, de campesinos y pescadores; y su misión principal no consiste en administrar justicia, sino en enseñar. Algo que puede parecer decepcionante, pero que a sus contemporáneos entusiasma hasta el punto de seguirlo de todas partes.
De Galilea y de todo el mundo (Efesios 2,13-18)
Según el evangelio, los galileos siguieron a Jesús desde
todas partes. Años más tarde, el seguimiento se produjo en muchos países, y la
iglesia adquirió un aspecto nuevo al estar formada por cristianos de origen
judío y de origen pagano. La experiencia actual de Estados Unidos y Europa con
respecto a los migrantes ayuda a comprender lo difícil que resulta sentirse
unidos, iguales y hermanos los miembros de distintos pueblos.
Desde el punto de vista religioso, en el siglo I, el mayor motivo de conflicto era la Ley de Moisés, con sus mandamientos y decretos. El judío que los practicaba se consideraba «cerca de Dios». El pagano, que ni los conocía ni los practicaba, estaba «lejos». ¿Cómo podría conseguirse la unión de judíos y paganos? Para los judíos contemporáneos de Jesús y de Pablo, la respuesta era clara: el pagano debía ser circuncidado y observar la Ley de Moisés. Pero lo que hace Jesús, según el autor de la carta, es revolucionario: en vez de obligar a observar la Ley, la anula con sus mandamiento y decretos. Al morir por todos, destruye la enemistad y hace que todos, lejanos y cercanos, tengamos acceso al Padre en un mismo Espíritu.
Hermanos, ahora estáis unidos a Cristo Jesús gracias a su muerte, los que antes estabais lejos, ahora estáis cerca. Él es nuestra paz; el que de ambos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad; anulando en su propio cuerpo la ley, sus mandamientos y decretos. Él ha formado de los dos, en su propia persona, una nueva humanidad, haciendo así la paz. Él hizo de los dos un solo cuerpo y los ha reconciliado con Dios por medio de la cruz, destruyendo en sí mismo la enemistad; con su venida anunció la paz a los que estabais lejos y a los que estaban cerca; porque por él los unos y los otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu.
Por desgracia, lo que dice este autor no siempre se cumple. En muchos conflictos políticos, económicos, sociales, entre cristianos, lo que triunfa no es la paz sino la enemistad. No somos una «nueva humanidad» sino una multitud de inhumanidades. Necesitamos ir en busca de Jesús para que él nos enseñe.
Padre José Luis
Sicre Díaz, S.J.
Doctor en Sagrada
Escritura por el
Pontificio
Instituto Bíblico de Roma
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