Viajamos
para regresar a nuestro hogar
Aunque a primera vista nos sorprenda la afirmación, es
posible que, si lo pensamos un poco, lleguemos a la conclusión de que la
finalidad principal de los viajes es regresar a nuestra ciudad y, sobre todo, a
nuestro hogar.
¿Cuántas veces, queridas amigas y amigos, tras un
viaje al llegar a nuestro hogar hemos repetido que no hay un hotel en el que
nos encontremos como en nuestra propia casa? Es posible que los viajes, además
de descubrirnos lugares exóticos e inimaginables, nos sirvan para redescubrir y
para revalorar ese rincón de nuestra casa en el que leemos o cosemos o,
incluso, ese butacón desde el que, soñolientos, leemos la prensa, vemos el
telediario, los partidos de fútbol o los programas del corazón.
En mi opinión, viajamos, también para comparar
nuestros espacios con otros lejanos: nuestras playas con las de la Costa del
Sol o con las de las Antillas, nuestra catedral con la de Notre Dame de París o con la de San Pedro de Roma, nuestro clima con el del
norte de España o con el del Centro Europa. Los viajes nos abren unas vías de
acercamiento a los demás y, al mismo tiempo, unos cauces de aproximación a
nosotros mismos: viajar es una forma de alejarnos y de aproximarnos a nuestros
lugares y, por lo tanto, una manera de salir y de entrar en nosotros mismos y
de revalorar nuestras cosas.
También viajamos para reconocer los lugares y las gentes contados por los
pintores, por los escritores y por los amigos. Viajamos, efectivamente, para
disfrutar contando nuestras peripecias. ¿No es cierto que uno de los mejores
momentos de los viajes lo disfrutamos cuando, reunidos con los amigos,
relatamos nuestras experiencias y las ilustramos con las fotografías y con los videos,
esas imágenes que expresan y repiten las sensaciones y los sentimientos de los
tiempos y de los lugares,
esos paisajes, personas, culturas, costumbres
e historia reales o imaginadas? Los viajes son unas
oportunidades para recuperar el significado de las pequeñas cosas. Una simple
comida de un lugar alejado puede convertirse en experiencias inéditas y nunca
imaginadas. A lo mejor el aliciente mayor de los viajes estriba en la
posibilidad de alejarnos de nosotros mismos para volvernos a encontrar.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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