Bienhablados y malhablados
¿No os llama la atención -queridos
amigos- lo poco valorado que está, tanto en la prensa como en nuestras
conversaciones entre amigos, hablar bien de las demás personas? ¿No tenéis la
impresión de que se cotiza más hablar mal, despotricar y vestir de limpio a los
que piensan o actúan de maneras diferentes a las nuestras? Algunos están
convencidos de que “criticar” es censurar, protestar y murmurar. Cuando digo “hablar
bien”, no me refiero a la adulación o a hacer la pelota, sino al simple
reconocimiento de las cualidades y de los méritos de los otros.
Comprendo que se reproche la adulación
porque a veces esconde intenciones retorcidas, pero es doloroso y preocupante que
haya personas que sufren cuando leen o escuchan elogios y que disfruta cuando leen
o escuchan insultos. Son los que confunden la crítica y la injuria. La crítica es
una tarea positiva, útil y necesaria, es una actividad humana importante y
difícil que consiste en analizar los comportamientos humanos para identificar
sus orígenes y sus consecuencias, sus valores y sus fallos.
Pero murmurar es diferente: es quejarse,
despotricar y vestir de limpio, sobre todo, a los que no están presentes. Es
insultar, es desprestigiar, calumniar y, a veces, injuriar. Las murmuraciones, las burlas y las
difamaciones nos revelan más el talante de quienes las emplean que los defectos
de los que son objetos sus comentarios. A veces son síntomas evidentes de una
irreprimible tendencia a atribuir a los demás los propios defectos.
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
0 comentarios:
Publicar un comentario