Fallece
Gabriel Delgado Álvarez, Director del Secretariado Diocesano de
Migraciones de Cádiz y Ceuta, a los 75 años
Gabriel
Delgado Álvarez ha sido uno de esos sacerdotes gaditanos que, con la sencillez
y con la alegría que proporciona el amor, se han tomado en serio el Evangelio.
Cada día, orientando sus pasos por las pisadas de Jesús de Nazaret, se ha
encaminado hacia esa dirección “obligatoria” -decía él- que le llevaba a acompañar,
a conversar y a acoger generosamente a los que acudían en busca de pan, de trabajo
y de paz. Toda su teología y toda su pastoral -sencillas, claras y profundas-
se apoyaban en el principio de identificación de Jesucristo con el pobre y con el
extranjero: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de
beber, fui forastero y me acogisteis”.
El
denominador común de las diferentes tareas pastorales que a lo largo de medio
siglo ha desarrollado Gabriel han sido el acercamiento físico y cordial a los
que sufren y la participación en la destrucción de las peligrosas alambradas y de
las insalvables fronteras que impiden que ingresen en nuestros espacios
tranquilos y protegidos esos hambrientos que nos llegan atraídos por una
prosperidad que, en muchos casos, se mantiene a costa de su propia pobreza.
“Posiblemente -repetía- no caemos en la cuenta de que existe una ley universal
que determina que, para que el yo perviva, es necesario establecer contacto con
esos otros que nos necesitan”.
Las
diferentes tareas que este trabajador ha emprendido a lo largo de su dilatada
actividad sacerdotal han estado impregnadas de misericordia, de compasión, de
sensibilidad humana y de compromiso social. Como peón de albañil en Algeciras
–cuando aún era seminarista-, como obrero en los Astilleros, como dirigente de
la USO, como coadjutor en la parroquia de San Francisco Javier de Cádiz, como
director de las Asociaciones Cardjin, Tartessos y Tierra de todos, Gabriel ha
proporcionado compañía a cientos de personas en situación de vulnerabilidad, a gaditanos
y a foráneos que han acudido a él en busca de formación, de orientación
jurídica y de atención pastoral. A partir de mediados de los años 90, cuando empezó
la oleada de inmigrantes, Gabriel fue transformando Tartessos en un centro de
acogida a los nuevos parias de la tierra aplicando el principio según el cual,
“la dignidad y los derechos humanos deben ser inviolables, también en las
fronteras”. Semanalmente,
hasta su primer ingreso en el Hospital, celebraba la misa en los campos de
Vejer y de Conil de la Frontera.
Atento
a las necesidades de cada persona concreta, ha desarrollado una "pastoral
de frontera", de acogida, de apoyo, de respeto y de cercanía a los
inmigrantes, ocupándose constantemente en acompañar en la fe y en la esperanza:
ha informado a los jóvenes, los ha orientado y los ha apoyado para que
adquirieran una formación humana y una preparación técnica que les hicieran
posible la incorporación al mercado laboral. Alejado del exhibicionismo, de los
boatos y de las palabras vacías, siempre adoptó las formas sobrias y el
lenguaje sencillo del Evangelio. Y es que -querido Gabriel- como tú sabías
bien, la fuerza del testimonio no necesita de la artificial sobreactuación. Gabriel,
con su vida plenamente vivida, nos ha explicado un modelo de conducta sacerdotal
al que deberíamos aspirar muchos de sus amigos. Con su hermana Charo, con sus
hermanos Alfonso y Paco, con sus amigos y con sus compañeros, somos muchos los
que, además de honda pena por su fallecimiento, experimentamos un profundo agradecimiento
por su estimulante vida y sincera gratitud por su testimonio ejemplar. Que
descanse en paz.
José
Antonio Hernández Guerrero
Catedrático
de Teoría de la Literatura
0 comentarios:
Publicar un comentario