David
Graeber y David Wengrow
El
amanecer de todo
Una nueva historia de la humanidad
Barcelona,
Editorial Ariel, 2022
El antropólogo David Graeber y el
arqueólogo David Wengrow, tras minuciosos análisis de las aportaciones de
diferentes culturas indígenas, nos descubren unos datos que, articulados con
una singular coherencia y explicados con una sorprendente claridad, nos sirven
para acercarnos a una nueva interpretación de la historia de la humanidad. Nos
ofrecen una serie de respuestas a preguntas que, quizás muchos de nosotros, los
especialistas en la historia de la humanidad y los que no lo somos, nos hayamos
hecho alguna vez como, por ejemplo, por qué el mundo es un desastre o por qué
los seres humanos nos tratamos tan mal unos a otros. En sus propuestas,
diferentes a las que se han venido repitiendo desde el siglo XVIII, nos explican
y nos demuestran cómo las comunidades prehistóricas eran más cambiantes y menos
torpes de lo que todavía piensan algunos antropólogos e historiadores actuales.
Tras descubrir que, por ejemplo, los
principios básicos de las tareas agrícolas se conocían mucho antes de su explicación
y de su aplicación sistemática, y que se conservaban y se transmitían a través
de juegos y de formas de representación teatral, llegaron a la conclusión de
que en la historia de la humanidad los rituales han actuado como lugares
privilegiados para la experimentación social y como enciclopedias de proyectos sociales.
Es posible que seamos muchos los que, en algún momento, nos hayamos preguntado
sobre las razones profundas de tantas guerras todas ellas fratricidas, de la continua
explotación o de la generalizada indiferencia ante el sufrimiento ajeno, pero,
a mi juicio, la cuestión fundamental que los dos autores analizan es si esa
inclinación permanente al desorden, al desgobierno, a la desigualdad y, en
resumen, a la maldad, es una propiedad natural de los seres humanos o es la
consecuencia fatal de algún comportamiento perverso en cierto momento de
nuestra milenaria existencia.
Me resulta especialmente clarificador el
análisis comparativo que los autores hacen de las tesis de Rousseau y de Hobbes,
y su conclusión de que las dos propuestas son “sencillamente falsas, tienen
terribles implicaciones políticas y hacen del pasado algo innecesariamente
aburrido” (p. 14). Es estimulante que los autores comiencen a contar otro
relato más esperanzador tras reunir abundantes pruebas proporcionadas, sobre
todo, por la arqueología, por la antropología y por diferentes modelos del desarrollo
de las sociedades humanas a lo largo, aproximadamente, de 30.000 años. Sus
propuestas –afirman- desmienten la narración tradicional, tras llegar a la conclusión
de que la “gran imagen de la historia no tiene nada que ver con los hechos”.
Frente a la interpretación mantenida
desde la Ilustración, Graeber y Wengrow proponen que “los avances más
importantes desde las sociedades neolíticas, más que a un genio masculino, se
basaban en un cuerpo de conocimientos colectivos acumulados, a lo largo de los
siglos, sobre todo por mujeres, en una infinita serie de descubrimientos en
apariencias humildes, pero, en realidad, enormemente importantes. Muchos de
estos descubrimientos neolíticos tuvieron el efecto acumulativo de dar forma a
la vida cotidiana de un modo tan profundo como lo hicieron el telar a vapor o
la bombilla eléctrica”. (p. 661)
José Antonio Hernández
Guerrero
Catedrático de Teoría
de la Literatura
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