Los sueldos de los
médicos y del personal sanitario
Junto
a las estadísticas sobre las dispares -y a veces disparatadas- subidas de los
sueldos de los políticos, deberíamos colocar de vez en cuando las pagas medias de
los españoles y, sobre todo, las de algunos profesionales tan cualificados como
son los médicos y el personal sanitario. Acabo de leer en varios periódicos las
cantidades que cobran los facultativos tanto de la asistencia privada como de
la pública, y no acabo de creerme que, por esas cantidades, se vean obligados a
los esfuerzos permanentes que suponen tantas horas del día y de la noche
entregados a unas tareas tan delicadas, a tensiones personales, a sacrificios familiares,
a riesgos profesionales y, a veces, a las incomprensiones sociales que sus delicadas
actividades comportan.
A mi
juicio, sería saludable que, en el balance económico global de sus tareas -como
en las de otras profesiones similares-, incluyéramos el gasto de tiempo, el
consumo de energías físicas, los riesgos de contagios, la perturbación de la
tranquilidad, el desequilibrio de la vida familiar, el sacrificio del descanso,
la supresión de la lectura sosegada de los libros de sus respectivas
especialidades, la dificultad para el disfrute de otros bienes culturales, o,
simplemente, la posibilidad de pasear por un parque o de dormir una prolongada
siesta reparadora. Podríamos añadir más datos que definen la riqueza
alternativa que muchos de ellos se pierden y que, a mi juicio, es superior al
patrimonio que medimos exclusivamente con los criterios convencionales de la
economía.
No es,
ni mucho menos, que, influido por la poderosa publicidad, considere que el
dinero es la medida del bienestar; no es que llegue a la conclusión de que el
nivel de prosperidad es el que marca el termómetro que evalúa los sueldos, pero
he llegado a la conclusión de que los administradores de esta empresa que es
nuestro país –también llamado “nación”- deberían compensar un poco mejor a los
encargados de proteger, de cuidar y de recuperar nuestra salud y, por lo tanto,
de alargar nuestras vidas.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
0 comentarios:
Publicar un comentario