Sevillanas sobre el Gazpacho de Alcalá de los Gazules, cantado por el Coro "Amigos del Camino". Es parte del álbum "25 años" Disco que conmemora los veinticinco años del nacimiento del Coro.
domingo, 29 de abril de 2012
jueves, 26 de abril de 2012
PREGÓN DE SAN JORGE 2012 - ALCALÁ DE LOS GAZULES
XXVI PREGÓN DE SAN JORGE
EVOCACIONES ALCALAÍNAS
Alcalá de los Gazules,
Fiestas Patronales de San Jorge
13 de abril del año 2012
ÍNDICE
Introducción
I.-Situación geográfica de
Alcalá
II.- Arquitectura y entorno
de Alcalá
III.- Evocaciones alcalaínas
infantiles
IV.- Gente de Alcalá
Colofón
XXVI PREGÓN DE SAN JORGE
Saludo y presentación.-
Sr.
Alcalde, Corporación Municipal, Sr. Cura párroco de la parroquia de San Jorge,
Autoridades Militares, Aviación, Guardia Civil y Policía Local, Hermana Mayor y
Comunidad del Beaterio de Jesús, María y José, Hermandad de Nuestra Señora de
los Santos; Hermandades de Penitencia de Alcalá; Pregoneros y pregoneras que me
habéis precedido; Profesores y profesoras de los centros educativos de la
ciudad; Familiares; Alcalaínos, Alcalaínas, Visitantes; amigos y amigas todas; Buenas tardes-noche.
Estoy
seguro de que vosotros estáis presente no para oír a un experto pregonero; no
lo soy. En nuestro pueblo los hay mejores, mucho mejores. Sé que tampoco habéis
venido a oír a un orador de fuste; tampoco lo soy. Mi rol actual es el de un simple
profesor emérito de Lengua y de Literatura, que ahora sólo ejerce de periodista
y de escritor. En Alcalá ha habido oradores insignes y los hay. Me podéis
decir: “Entonces ¿Por qué estás ahí?”. “Estoy aquí, porque me lo han pedido y porque
soy un alcalaíno al que se le ha dado la oportunidad de hablar de su pueblo. Y estoy
seguro de que vosotros estáis aquí, un año más, para oír hablar de Alcalá a un
hijo del pueblo. ¡Ojalá se haga realidad lo que dijo Charles Chaplin en su
genial película El Gran Dictador: “Hoy
pensamos mucho, pero sentimos muy poco”.
Os hablaré, pues, con el corazón en la mano y me limitaré a transmitiros mis
sentimientos.
Aquí
nací, aquí pasé mi niñez y aquí desperté a mi preadolescencia a los once años.
De aquí salí con mis padres y los doce hermanos a Jerez, -siete varones y cinco
hembras-. En Jerez nacería todavía una más, María de Gracia, y seríamos siete varones y seis hembras. ¡Qué
manera de organizar la familia la madre Naturaleza!
El
premio nobel portugués, José Saramago, dejó dicho este proloquio: “Ser padre y
madre es el mayor acto de coraje que se puede tener, porque es exponerse a todo
dolor y al miedo de perder algo tan amado, que no es nuestro sino prestado,
pero el más maravilloso préstamo mientras no puedan valerse por sí mismos”. Mis
padres tuvieron trece corajes y, en consecuencia, trece préstamos. Pero el
destino orientó a mis hermanos y a mí por senderos insospechados: Alcalá, Jerez,
Algar, Medina, Chiclana, San Fernando, Sanlúcar, Sevilla, La Rioja, Córdoba,
Madrid, Roma, América; ¡El mundo…! Lo mismo que sucedió a muchos alcalaínos. Sin embargo, las raíces siguen estando en
Alcalá. De vez en cuando, veníamos a la ermita a celebrar los acontecimientos
familiares:
-el
exvoto, del “Moisés salvado de las aguas en Sanlúcar;”
-el
casamiento por poderes de mi hermano Pepe con María del Carmen;
-la
primera misa en San Jorge;
-la
de mi hermano Rafael, padre provincial de los Carmelitas Calzados de
la Bética, en el santuario;
-la
primera comunión de mi hijo Juan María ante la Virgen de los Santos;
-la
enfermedad superada de un hermano y un largo etcétera de acontecimientos llenos
de vida.
Cada
vez que pasábamos camino de Jerez, entrábamos en el santuario para ver a la
Virgen; y en Alcalá, para comer en lo de Dominguito, en lo de Pizarro, en lo del
Campanero, o en lo de Germán; cualquier sitio era bueno…Y dar una vuelta por la
plaza Alta y por los vericuetos y rincones del antiguo Alcalá. Eran unas
visitas anónimas, porque no conocíamos a las nuevas generaciones; y unas
visitas gratas y agradecidas con las que pretendíamos no olvidarnos de los
rincones en los que habíamos crecido, y evocar y repetir las subidas y las
bajadas del viejo Alcalá: veníamos para reconocer que las raíces están aquí y
para no olvidarnos de dónde venimos. Hoy ya estamos diezmados:
-murieron
mis padres: Patricio y Gaspara.
-murieron
tres hermanos: Cristóbal, Patricio y José;
-murieron
dos hermanas: Jacinta y Carmen,
-y
murieron dos cuñados: Miguel Sánchez y Julio Bohórquez.
Estudié
Humanidades en San Francisco de Sanlúcar; Filosofía, Teología y Magisterio en Sevilla,
periodismo en Madrid, en la Complutense. Fui durante doce años profesor en
Pilas, cuatro de rector en San Telmo de
Sevilla, siete años en el Campo de Gibraltar, y otros tantos entre El Cuervo, Jerez
y La Barca de la Florida.
En
este pregón abordaré cuatro temas sobre Alcalá: 1ª) Su privilegiada situación geográfica;
2ª) Su arquitectura y entorno; 3ª) Las evocaciones alcalaínas de mi infancia 4ª)
Y la gente, la buena gente de Alcalá.
I.-
Cuando salí de Alcalá y llegué a
Jerez, a los 11 años, ingresé con mi hermano Pepe en el Colegio de los Hermanos
lasalianos del Mundo Nuevo. El Hermano director recibía a todos los nuevos
alumnos, uno por uno, para conocerlos personalmente. Nos preguntó: “¿De dónde
sois?” Y yo le contesté: “De Alcalá “Pero ¿de qué Alcalá? –insistió- “porque
Alcalá hay muchos en España, e incluso en nuestra provincia hay dos, Alcalá del
Valle y Alcalá de los Gazules”. Y un poco decepcionado contesté: “¡De Alcalá de
los Gazules!”. Para mí, sólo había un
Alcalá, mi pueblo. Después, con los estudios y los libros, tuve que concluir que
Alcalá de los Gazules también hay muchos: el Alcalá Prehistórico, el de los
grabados rupestres de la Laja de los Hierros, el del Paleolítico Superior, con
infinidad de testimonios de piedras y hachas pulimentadas; el de la fortaleza romana
de “Turris Regina” o “Turrecina” en la Mesa del Esparragal; el del bronce de
Lascuta o Lascutana, emancipada de Hasta Regia de Jerez, y el del general Lucio
Emilio; el de la fuente de la Salá y el del primer castillo; el Alcalá visigodo
de don Rodrigo, el de los eremitas y el de las ermitas; el “Alqala” árabe, con
el castillo reformado por los almohades y la del diseño de las calles encimadas
en la Coracha; el Alcalá cristiano de las iglesias, el de los conventos, el de
las hornacinas; el Alcalá de Alfonso X el Sabio; el del gótico y el del barroco; el de los
Reyes Católicos, el del ducado de Per Afán de Ribera; el Alcalá Moderno y el
Alcalá Contemporáneo…
¡Qué
derroche de plazas, de calles, de callejones, de arte, de subidas y bajadas, de
recovecos y vericuetos, de evocaciones infantiles, y de invocaciones a la
Virgen de los Santos!
Dejemos
para los libros de fantasía las historias, los mitos y las teorías. Vosotros,
con razón, esperáis al Alcalá que todos conocemos, el de nuestro presente y el
del futuro de nuestros hijos: el que hemos vivido y estamos viviendo. Hablemos
de nuestro Alcalá, el del siglo XX y XXI. Aunque será ineludible citar el
Alcalá de la “diáspora” -8.000 alcalaínos dispersos por el mundo- y el de
aquellos que han llegado como referentes necesarios hasta hoy, y de todos los
que ya se han marchado antes que nosotros y nos esperan más allá de San Vicente.
Pero, en mi opinión, no tenemos más remedio que referirnos a la privilegiada
situación geográfica de nuestro Alcalá, que, como es sabido, está situado en el
corazón de la provincia de Cádiz, donde comienza “El Sur del Sur”. Esa reiteración
del Alcalá del Sur la llevamos los alcalaínos con orgullo, aunque tengamos que
soportar algunos lastres, como la ventolera del Mediterráneo que cada mes nos
visita, y la prueba del test de salud que hay que hacer cada vez que subimos a
la parroquia de San Jorge. Hablando en hipótesis, si hiciéramos una división a cordel
de la provincia de Cádiz, de Norte a Sur y de Este a Oeste, nos saldrían cuatro
cantones o cuarteles, siendo Alcalá el punto de intersección de las dos líneas.
Y si tuviéramos que elegir un municipio representativo de cada cuartel,
daríamos con los pueblos más bellos de la provincia de Cádiz: en el Norte, Arcos
de la Frontera; en el Sur, Vejer de la Frontera; en el Este, Ubrique; en el
Oeste, El Puerto de Santa. María; y en el centro, Alcalá de los Gazules. ¡Qué
pueblos, Dios mío!
Alcalá
tiene, además, la suerte de haber sacado su carnet de identidad hace muchos
años; es decir, de tener sus datos fundamentales perfectamente documentados.
Ese gran beneficio se le debe al gaditano Sánchez del Arco, una familia
estrechamente relacionada con el periodismo y en el que la figura más
importante es Francisco Sánchez del Arco (siglo XIX); considerado el primer corresponsal de guerra
de España. Francisco falleció “en acto de servicio” mientras actuaba como
cronista en las guerras de Marruecos. Años después, nos encontramos con sus
hermanos, Domingo y José, que también eran periodistas. Domingo, con la ayuda
de su hijo, alcanzó publicar 30 monografías de los 41 pueblos de la provincia,
entre ellas la de Alcalá de los Gazules, que saldría firmada por su hijo Eloy[1].
Este es el DNI de nuestro pueblo.
Volviendo
a la situación geográfica de Alcalá, en el centro de la provincia, de ahí le
viene el que sea, desde tiempos remotos, encuentro de cañadas, cruce de
caminos, indicador de veredas y descansadero de trashumantes. Su situación
venía a ser faro de orientación para los pueblos que llegaban de África; para
los que venían del Mediterráneo; para los que iban de Carteia a la capital
Andalusí de Córdoba y los que llegaban del Atlántico buscando el Mare Nostrum.
No ha sido un regalo, ni una prevaricación política, ni un soborno el que la
autovía de Jerez-Los Barrios pase por las estribaciones de Alcalá y tenga su
principal parada en La Palmosa. Ha sido por derecho propio, por su privilegiada
situación y por exigencia de los caminantes y viajeros.
La
Naturaleza ha sido muy generosa con Alcalá. En la Escuela de don Manuel
Marchante, aprendíamos los topónimos de nuestro
entorno. Era un elenco de una bellísima toponimia, para contemplación de
sus habitantes, de sus poetas y de sus visitantes: “Al frente, en el Norte, la
sierra del Aljibe, con sus 1.092 metros sobre el nivel del mar. Al Este: la Garganta
de Carrizosa y la Loma de Sao, y al fondo, Jimena de la Frontera, la recostada.
Al Sur, la Loma del Padrón con 571 metros, y las gargantas de Breñuela, del
Laurel y del Jautor; y dos brazos, la Coracha y el cerro del Lario. ¡Virgen de
los Santos, que ensarte de hexasílabos y octasílabos líricos!
Esas
sierras organizan una formidable red hidrográfica con el río Barbate como eje
principal, cuyo nacimiento tiene lugar en la garganta de Juan Vela y recorre 25
kilómetros de Norte a Sur, pasando por el Prado, siguiendo su curso hasta Vejer
y desembocando en el océano Atlántico. Y esos ríos hilan, a su vez, una tupida red de arroyos y gargantas que
enriquecen al Barbate y a sus afluentes. Sus topónimos lo crearon los trashumantes
que pasaban por Alcalá. Recordemos: “El Matagañán, el Cañuelo del Valle, el Chorreadero
y el Sauzal. “El Peñón del Gato, el Espino del Montero, el Puerto de las
Palomas, y los canutos del Carpintero; la cañada del Duque y la Gargantilla, los
Canutos del Corzo, y las Hemebillas.” “El Barranco del Gamo, el Barrancón de
don Agustín, el de la Cañada del Duque y la del Álamo” ¡Qué riqueza de nominaciones!
Y
agua, mucha agua: lagunas, manantiales, fuentes y pozos: Juan Frías, la Gregoria,
el Juncal. El Pozo de Arriba, el de Enmedio, de la Alameda, de las Viñas y del
Valle. Y baños: los del Prado, La Fuente de la Presilla, la del Alcornocal, La
de los Tallones… ¡Qué léxico, Dios mío! ¿En
qué academia estudiaron esas personas para crear estas denominaciones tan bellas? El pueblo es sabio
para buscar dentro de sí soluciones y dar nombre a nuestra geografía. Porque
sabe que sin nombres todo es nada, como las personas. En el principio fue la
palabra. Eso lo aprendimos de la Biblia. Vinieron los romanos y, como
imperialistas, arramplaron con nuestra lengua nativa y nos enseñaron la lengua
romance o latina y un vocabulario nuevo con palabras sonoras, como “castillo,
fortín, pueblo, ciudad, hombre, mujer, hijo, dios y amor…” Y, después, llegaron
los árabes. Venían de Marruecos atravesando a caballo mares, montañas y ríos. Y
al Peñón lo llamaron Tárik, porque fue el primer moro que puso sus pies en la
roca, Gibraltarik. A otro arroyo, en el camino de Arcos, lo llamaron Muza,
porque allí descansó y bebió el general y primer walí Muza; al Guadalete lo
llamaron “rio del Olvido o de la Muerte”, porque ahí desapareció don Rodrigo
para siempre; a nuestro pueblo, “Alqalá”,
fortaleza de los moros gazules; a los bosques los llamaban alamedas; a una
hierba sofocante de olores, albahaca; y a la flor del naranjo, azahar…” ¿Dónde
estaba el secreto de estas palabras? Dentro de ellos mismos. Para abrir un
camino, para levantar una muralla, para tender un puente, buscaban el nombre en el filo del
alma, donde se crean las cosas. Cada referencia exigía un nombre natural y
exacto. Por eso, nuestro poeta universal, Juan Ramón Jiménez, gritaba:
“¡Inteligencia, dame
el nombre exacto de las cosas
Que mi palabra sea/la cosa
misma,
creada por mi alma
nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen,
a las cosas…!”
Estos
hombres y mujeres de Alcalá sabían poner el nombre exacto, como lo hacían con
sus propios hijos. Y llenaron el paraje alcalaíno de bellísimas denominaciones.
II.- Cuando
vengo a Alcalá –Andrés Moreno lo sabe muy bien- me gusta recorrer los
rincones, los recovecos, las callejas, los callejones, las bocanas de las
plazas y las esquinas de los cantones, las filigranas de los patios y el
orgullo de los balcones. Aquí, la “Bajada de San Vicente”; allí, la”Cuesta de
Santo Domingo”; más allá, la “Calle de Río Verde”, la de las Brozas, la
Veredilla, la del Sol y la de Luna…Esos nombres, ahora están en azulejos
sevillanos, pero entonces estaban en la mente de las personas; esos muros del
castillo ahora están derruidos, pero entonces estaban grabados en el alma de los
arquitectos romanos; las almenas almohades las dibujaron los maestros árabes; las
arquitecturas góticas y renacentistas de los edificios estaban ya levantadas en
el interior de nuestros constructores; hasta las cuestas estaban diseñadas por
los maestros de Alcalá... Tan creativa y urbana fue la estancia romana y la
árabe en nuestro Alcalá, que hasta los ciervos de los Alcornocales sabían andar por la derecha.
Arañad
en las piedras y encontraréis modestamente escondidas las fórmulas de los
arquitectos; en la boca de las imágenes, el nombre de los imagineros; debajo de
los lienzos, la identidad de los templistas. Ellos nos darán la regla maravillosa
que emplearon para crear un pueblo singular frente a la sierra del Aljibe,
entre dos montes. Por eso, antes de buscar la piqueta más dura y la pala más
resistente para destruir nuestros edificios, entrad y preguntad a los albañiles
y artistas de Alcalá cómo se acopla la arquitectura de un pueblo arracimado en
la cumbre de un monte… Ellos nos dirán lo esencial de todos los problemas
arquitectónicos, nos enseñarán la mejor de todas las fórmulas y nos darán la
más sabia de todas las respuestas. En el XIX, según Sánchez del Arco y su intérprete
Gabriel Almagro Montes de Oca, Alcalá lo formaban seis plazas y setenta calles,
y la ciudad quedaba dividida en cuatro distritos:
El
de la Constitución (la
de 1812). Este es el Alcalá que yo prefiero, el del casco histórico de la ciudad,
el antiguo y monumental Alcalá. En mis tiempos de niño, allí nos íbamos a jugar
en las casonas derruidas y en las mansiones palaciegas con blasones en sus
portadas. Ahí esperaban su reconocimiento abandonadas e invadidas por los
jaramagos, por las malvas y por los zarzales. Cuando nos íbamos, llegaban los
perros callejeros y los gatos montunos para cazar alimañas. Aquí quedaban los
monumentos más emblemáticos de la vieja ciudad: el Castillo romano-árabe, la
parroquia de San Jorge, el convento de las Clarisas, el Hospital, el antiguo
Ayuntamiento y el Beaterio. En el centro de la cúspide, la plaza de San Jorge o Plaza
Alta. Tenía once calles, tres callejones y una bajada.
A
propósito de San Jorge.-
Pocos santos han tenido una iconografía
tan abundante como San Jorge de Capadocia. Fue santo y mártir y se le atribuye
haber vivido desde el año 273 hasta el 303 d.C. El símbolo: un caballero, un
caballo y un dragón. En el siglo IX se divulga una leyenda de San Jorge y el
dragón. Eran los símbolos religiosos de la Edad Media. Se le atribuye haber
vivido entre los años 275 y 303 d.C. Su vida está llena de historias
legendarias. En el siglo V fue canonizado por el Papa Gelasio I. El texto más
antiguo sobre San Jorge se encuentra en el “Acta Sanctorum”. En el siglo IX se
divulga la leyenda de San Jorge y el
dragón. Los capadocios, para poder abastecerse de agua para beber, debían
ofrecer al dragón, cada día, un ciudadano escogido al azar. Un día resultó
seleccionada la hija del rey. Cuando llegó la hora de ser devorada por el
dragón, apareció el caballero Jorge sobre un caballo y mató al dragón. Este
relato es simbólico. Jorge representa al hombre creyente; el caballo blanco, la
fuerza del Espíritu; y el dragón, la fuerza del mal o el paganismo. La popularidad de San Jorge se extendió por todo
el Occidente: Alemania, Francia, Georgia, Grecia, España… Y Alcalá se suma a
ella con una de sus mejores celebraciones festivas.
El
de Santo Domingo.- Este
distrito es una prolongación del anterior, comprendía una plaza, diez calles y
dos callejones. En él se encuentran el antiguo convento de los PP. Dominicos,
donde estudió humanidades San Juan de Ribera, transformado hoy en Centro
Cultural; y la Plaza de Toros, convertida después en cine. Era el centro de las
diversiones alcalaínas.
El
de Barrio Nuevo.- Éste se
podría llamar la ciudad nueva, la que huyó de la vieja Alcalá rezagada en la
cumbre. Esta es la Alcalá de la burguesía, la de las profesiones liberales, la
de los ganaderos y terratenientes; los poderes fácticos de la ciudad. Decidió
bajar de la cumbre y buscar accesos más fáciles y terrenos más confortables.
Hicieron cambios inexplicables, como la del bellísimo Ayuntamiento del
Renacimiento por el edificio actual de la Alameda sin identidad; la espléndida
plaza de San Jorge por la estrecha Alameda de la Cruz; la parroquia gótica por
el modesto templo de la Victoria y, afortunadamente, el convento de las
Clarisas se salvó convirtiéndose en SAFA, centro de estudio y formación por excelencia.
Pero la belleza se sacrificó en aras de los intereses y de la comodidad. Este
Alcalá se hizo a base de viviendas pragmáticas, sin estilo. Nosotros vivíamos
en este distrito, en la calle de la Amiga. Asume el corazón de la nueva ciudad:
junto a la calle Real, la calle Galán Caballero y la de Fernando de Casas.
Y
el de la Victoria, situado
al sureste de la ciudad, recibe el nombre del convento de los mínimos o
victorios. Gabriel e Ismael Almagro Montes de Oca han hecho un formidable
estudio del convento y del templo de la Victoria, documentado minuciosamente
por Jaime Guerra. Sus siete calles, tres plazas, tres barrios y dos callejones
constituían uno de los cuarteles de mayor densidad de población. Aquí en la
Alameda se unen los cuatro distritos. La iglesia de la Victoria viene a ser el
símbolo más emblemático de los frailes victorios, pero el nombre auténtico del
templo es San Francisco de Paula.
III.-Y, ahora, voy a evocar
algunas experiencias alcalaínas de mi niñez. Evocar es contemplar, sinónimo de meditar y casi lo mismo que amar. La contemplación se hace amor ante la
hermosura, y el amor se hace contemplación ante la belleza. La primera
evocación vaya para mis padres. Se llamaban Patricio y Gaspara. El nombre de mi
padre era bonito, pero el de mi madre, no; resultaba un extraño sonido, cacofónico,
Gas-pa-ra. Y como era delicada, ella nunca quiso que sus hijas llevaran su
nombre. Pero no le importaba que un hijo llevara el nombre de Gaspar, porque
ese sonaba bien. Nosotros nos sentíamos orgullosos de tener una madre joven,
bella y discreta, con los brazos siempre
ocupados por un niño o una niña pequeña. Así pasó treinta años de su vida con
sus trece hijos; sin gritar, sin quejarse, sin
resentirse, sin lamentarse. Ahora, para las familias, tres hijos
resultan una multitud que nadie tolera, pero aquellas madres eran generosas,
fecundas, mujeres fuertes del Evangelio. A veces, a mi madre le ayudaba su
prima María Antonia. Yo creo que el talante bondadoso, paciente y feliz de mi
madre se lo debía a que pasó su adolescencia en el internado del Beaterio con
una gran amiga, Asunción Alés. El Beaterio acogía a alumnas de toda Andalucía. Mi
padre la sacó del Beaterio, a los 16 años, para casarse. Era maestro, pero no
ejerció nunca; pues trabajó siempre como oficial y secretario del Ayuntamiento.
Tenía tres preocupaciones constantes: nuestros estudios, la educación y el
futuro de sus trece hijos. Tuvo que vender la casa de la calle la Amiga para
marchar con sus hijos a Jerez, porque en Alcalá era difícil estudiar y
conseguir un futuro. Aquella salida de
Alcalá
fue como un desgarrón en nuestras vidas de niño.
En
mi niñez, yo no sabía los nombres de las sierras, ni de los ríos, ni de las lagunas,
ni de los arroyos. Pero contemplaba el
azul profundo de su cielo, el color verdoso de sus ríos, los rayos de oro
titilantes de sus aguas, las cumbres grises de sus colinas, el chirriar del
levante en las ventanas, la lluvia desencadenada sobre sus montes. La vista de
los hombres y mujeres, camino de los Alcornocales, era aún más motivadora y
causaba la sensación de soldados emparejados. Se levantaban muy de mañana, como
aquellos árboles altivos, duros y fértiles; poco habladores e incansables
trabajadores. Muchas horas antes de la llegada del levante, los hombres y las
mujeres ya advertían su presencia. Era la visita mensual. Si venía con lluvia,
los ríos y los arroyos se desbordaban sin medida y los agricultores y ganaderos
lo odiaban, pero a los niños nos encantaba jugar con la ventolera en la bocana
de la plaza Alta y con la lluvia que bajaba a saltos desde la cumbre hasta la
Playa. Si el levante no traía lluvias tempranas, imponían una feroz sequía y
los ganaderos se desesperaban y llevaban en volandas a la Virgen de los Santos
al Prado, gritando: “¡Virgencita de los Santos, agua”.
De
mis cuatro primeros años recuerdo que mi
hermana Jacinta nos bañaba a mi hermano Pepe y a mí, en un baño de cinc gris,
en el patio que da al callejón Osorio, con agua calentada en el anafe. Salíamos
llorando porque nos restregaba fuertemente las piernas y las rodillas con un
estropajo, para rascar la negritud de la Peña donde solíamos jugar. También
recuerdo que mi padre, por la tarde, se sentaba a tomar café en la puerta del
Bar Vicente Jiménez. Nos sentaba en sus rodillas y las movía imitando el trote
de un caballo. Después corríamos a la Alameda inundada de niños y niñas a jugar
a los juegos de siempre: el salto de la mula, policías y ladrones, los colores,
el aro, las bolas, la pelota, la comba… Esos primeros años de la infancia
asistíamos a las clases del Beaterio. Me dejaron un recuerdo grato, pacífico,
entrañable. Era como una familia de hermanos y hermanas, cuyas madres eran las
monjas. La cerca del patio del Aljibe era el lugar de recreo y los muros del
castillo las de las formidables fantasías infantiles. Pero mi primera niñez la tengo grabada, a partir de
las bombas que cayeron en Alcalá en 1936. Yo tenía exactamente cuatro años, y
estaba jugando a los colores en el callejón de Osorio. Allí nos reuníamos todos
los niños y niñas de los Benítez (Colones), de los Ulloa (Doña María la
Partera), de María Pizarro, de los Pereira y los de los Leiva (mi familia). Vimos cruzar el cielo un pájaro de
metal, tenebroso y colosal. Inmediatamente, las explosiones de dos bombas se
oyeron a lo lejos, pero no nos alarmaron. De pronto, una tercera bomba cayó
cerca, en la calle de las Brozas, provocando un gran estremecimiento. Al rato,
pasaban un hombre y una mujer dando gritos con dos niños muertos en los brazos,
camino del cuartel de la Guardia Civil. Eran hijos de Cristóbal Mora y dormían
la siesta, en la puerta de su casa, cuando cayó la bomba. A los niños nos
metieron en un subterráneo de los Ulloa. Nadie nos contaba nada, pero lo fuimos
descubriendo poco a poco en las caras y los labios de los mayores. Me levanté
aquella mañana con un rayo de luz que despertó mi conciencia de niño para
siempre.
A
los siete años, pasé a la Escuela de don Manuel Marchante. Aquello era otro
mundo. Don Manuel sólo pretendía que aprendiéramos a leer bien, a escribir
correctamente, a hacer cuentas y a adquirir una amplia cultura general. La edad
de los alumnos comprendía desde los siete a los 12 años. Muchas generaciones le
debieron a don Manuel el haber superado el analfabetismo, en aquel patio de las
Campanas. Hice con mi hermano Pepe la
primera comunión en la iglesia de la Victoria. En mi casa la hacíamos de dos en
dos, para aprovechar las ropas de otros hermanos, evitar repeticiones y hacer
un desayuno extra para todos. Por aquellas fechas, no se consideraba un acontecimiento
social como hoy. Se hacía cuando el niño o la niña conocía las enseñanzas del
catecismo y sabía lo que era sentarse a comer el pan consagrado en la mesa de
los mayores. Tampoco nos vestíamos con ropas especiales. El único distintivo era
una banda blanca y un librito de oraciones. La confesión era más complicada, porque
no sabíamos qué cosas constituían los pecados que teníamos que decir al
confesor. Y se generalizaba diciendo: “He sido malo, he pegado a mi hermano y
he tirado piedras a los perros...” Lo de coger pajarillos y comerlos adobados
nos parecía una cosa buena.
Los
niños de Alcalá, conocíamos a leguas las plantas silvestres comestibles, así como
las aves que merodeaban nuestro entorno y el cielo de Alcalá. Pertenecíamos a
su hábitat y gozábamos en muchas ocasiones de esta flora y de esta fauna que
nos regalaba la madre Naturaleza. Pero había personas mayores que salían al
campo para vivir del producto que propiciaban. Eran hombres con sueldos de
espárragos, de tagarninas, de cardillos… Y también, de la caza furtiva, de los
cepos, de las trampas, de las escopetas…
IV.-Antes de dar fin a esta
breve semblanza de nuestro pueblo, dejadme
evocar a la noble y buena gente de Alcalá. Seguro que hay muchos, muchísimos
más. No están todos los que son, pero son todos los que están. Sólo queremos
mostrar algunos ejemplos para no hacer interminable este pregón.
San
Juan de Ribera (s. XVI).-
En aquellos tiempos tener un santo era el mayor tesoro que podía mostrar un
pueblo. Alcalá lo tenía en la persona de Juan de Ribera, hijo de Per Afán de Ribera,
primer duque de Alcalá. Fue arzobispo y virrey de Valencia.
Bartolomé
Palma de Mesa (s. XVI).-
Fue jurisperito y ejerció como oidor y juez en la curia regia castellana,
formada por siete jurisconsultos –tres prelados y cuatro jueces-. Palma de Mesa
era oidor de Nueva España (México) y aquí representaba, como juez supremo, al
monarca español.
Bartolomé
de Palma y Mesa (s. XVI).-
Era hijo de don Bartolomé de Palma y Mesa y de doña María Ortega de Mesa. Ostentó
una de las más altas graduaciones del Ejército, teniente-general y sargento
mayor de Nueva Galicia en México.
Luis
Cisneros Estrada de los Cameros (s. XVII).- Fue beneficiado de la iglesia parroquial de San Jorge y
Arzobispo de Monreal (Sicilia), juez de la Monarquía y arzobispo de Valencia,
donde sustituyó a San Juan de Ribera.
Pedro
de Mirabal y Ayllón (s. XVII).- Su
padre, Juan Ruiz Ayllón, era de Alcalá, y su madre, Beatriz de Mirabal, era de
Jerez. Vivió temporalmente en Jaén donde fundó un patronato, pero de allí pasó
a obispo de Monreal en Sicilia.
Diego
Ángel de Viera (s. XVIII).-
Venerable siervo de Dios, fundador del Beaterio de Jesús, María y José, de las
religiosas del mismo nombre y sacerdote beneficiado de la iglesia de San Jorge.
Creó un asilo para los mayores, un centro educativo para las adolescentes y
jóvenes y un hospital para combatir epidemias, como la fiebre amarilla que
asoló Andalucía.
Pedro
Sáinz de Andino (ss. XVIII-XIX).-
Abogado de los Reales Consejos del claustro y gremio de la Universidad de
Sevilla, promotor fiscal en Tortosa y Tarrasa y exiliado por sus ideas
liberales. Presentó al rey su proyecto del Código de Comercio, el primero creado
en España, y preparó la ley de Enjuiciamiento Comercial.
Fernando
de Casas (s. XIX).
Sabio humanista, traductor de Marco Tulio Cicerón, el célebre estadista y
orador romano, traduciendo sus obras: “Discursos”, “Tusculanas”, “Epistolario”,
Los Deberes”…En 1931 publicó la primera obra médica sobre el “cólera morbo”.
Antonio
Millán Puelles (s. XX).-
Brillante alumno en las universidades de Sevilla y Madrid, en cuyas enseñanzas
universitarias destacó como profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación de
la Universidad Complutense de Madrid.
Alfonso
Perales Pizarro (s.XX-XXI).-
Licenciado en Historia, fue profesor de la Universidad de Cádiz. En la vida
política se incorporó al Partido Socialista Obrero Español durante la
clandestinidad en 1972. Miembro de la dirección de las Juventudes Socialistas,
Secretario general del PSOE de Cádiz, Secretario de Organización del PSOE de
Andalucía y Secretario de Política Municipal y Secretario de Relaciones
Institucionales y Autonómicas en la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. En
1974, estuvo en el histórico Congreso de Suresnes.
Institución
Educativa SAFA.- No
debemos pasar por alto la Institución educativa SAFA. Se le debe a una
bienhechora alcalaína, doña María de los Santos Gutiérrez de la Jara, que dejó
en su testamento de 5 de febrero de 1951, que a su muerte se constituyera una Fundación
que se denomina “Fundación Nuestra Señora de los Santos y San Antonio”. El 26
de Enero de 1955 es aprobado por Orden Ministerial, el Reglamento de la
Fundación (B.O.E., 4 de febrero de 1955). Dentro de ella se pretendía
constituir un Patronato para las Escuelas, en virtud del testamento
fundacional, que estaría compuesto por siete miembros. Una Institución benéfico-docente,
para formación religiosa, moral, profesional y cultural de los niños,
adolescentes y jóvenes, prefiriendo a los hijos de los obreros nacidos en
Alcalá. Los patronos serían el párroco, el hermano Mayor de la Hermandad de
Nuestra Señora de los Santos y el superior de la Comunidad religiosa. Y vocales
vitalicios, don Antonio Armenta y don Pedro Mariscal.
También
es justo recordar a la buena gente, noble, sencilla y popular:
María
González.- Pateaba
todas las calles de Alcalá echando piropos, con su canastillo al brazo, la
cartilla de racionamiento y un jarrillo de lata para beber. Siempre tenía una
palabra bonita para los jóvenes y las mujeres de Alcalá. La gente gozaba
viéndola decir zalamerías. Era su carisma.
El
padre “Manué”.- Era
capellán de la Victoria y vivía en el claustro alto con su hermano Pepe Cid y
su cuñada. Un cura gordo y bonachón de película, un hombre bueno, caritativo y
algo tímido. Le costaba hablar en público y temblaba cuando tenía que hacerlo.
La gente decía en broma que, cuando se confesaba la lechera y le decía que
había aguado la leche, él le preguntaba: ¿A la del cura también? La lechera
decía “¡Nooo!”. Y el padre Manué contestaba: “Bueno, eso es un pecadillo.”
Manolito
Cielo.- Hacía
premoniciones como el hombre del tiempo. Miraba continuamente al cielo y de ahí
el sobrenombre. Sus futuriciones y sus remedios para las enfermedades se
hicieron famosas. Era bombardeado por las preguntas de todos, pero no tenía
prisas para evadirlas, y a la gente le gustaba oírlo mostrándole su fe.
Juan
Rarro.- El mote se lo
pusieron porque su abuela se llamaba María Pizarro. Los niños se metían con él
y acudía a su abuela gritando: “¡Mama Rarro!”.Tenía cuerpo de hombre y cara de
niño; una cara blanca, bondadosa, sensible. Hacía mandados a todo el mundo.
El
gran Potoco de Alcalá.- Se
llamaba Ildefonso Delgado, pero todos le llamaban Alfonso. Se decía que lo de
“Potoco” le vino porque de niño daba la lata con un tambor y le reñían para que
no lo tocara. Pero no, el mote le vino por su afición al toreo y su admiración
por el torero gaditano José Villegas, al que llamaban “El gran Potoco”.
Juan
Panera.- Era hijo de
Juan José Gutiérrez, un excelente forjador de Alcalá, cuyo taller estaba en el
callejón de la Herrá. Tenía tres hijos: Lili, Manolito y Juan. Los dos primeros
siguieron el oficio del padre, pero a él le dio por la hostelería y se
convirtió en un gran cocinero. Una vez fuimos con mi madre a la Venta de la
Liebre a verlo y a comer.
Pantaoveja
y Virulento.- Eran
estibadores, famosos por su fortaleza y su buen humor. Se dedicaban a la carga
y descarga de los camiones. Cargaban seras de esparto de hasta 60 kilos. La
gente se paraba a verlos trabajar y a oír sus comentarios de humor. Eran
auténticas máquinas elevadoras.
“El
Zapatero”, Juan Pizarro.- Juan
vivía en la calle de “Los Pozos” y se adjudicaba el privilegio de asistir a
todas las bodas y contestar cuando el cura preguntaba al público “si había
algún impedimento”. Entonces, Juan contestaba muy serio: “NO”, y recorría otras
iglesias donde había bodas, para seguir contestando al cura.
Alfonso
“el Baila”.- Tenía un
puesto en la Plaza de Abastos. Le abastecía un mayorista de Algeciras, que lo
invitaba a los toros en la feria. Un año los acompañó Mejías y Paco Fernández.
Contaban que, cuando la plaza estaba a rebozar, apareció un hombre en el
balconcillo de la presidencia y, con los brazos abiertos, gritó: “¡Ha llegado
Alfonso!” Se hizo un gran silencio en la plaza y continuó: “¡Alfonso el de
Alcalá!”. La plaza se vino abajo de aplausos. Y etc.etc.etc.
COLOFÓN.-
Este
pregón del 2012, que termina hoy aquí, hace el número 26 de los pregones de San
Jorge en Alcalá. Aunque 26 años no es nada, que diría el tango, su fidelidad
constituye ya una auténtica tradición. Desde que Fernando Toscano pronunció el
I pregón, los alcalaínos se dan cita en San Jorge, para hacer la evocación del
Alcalá de nuestros recuerdos y para dibujar nuestros mejores sueños. Han pasado
26 años y 26 pregoneros por este presbiterio de San Jorge. ¿Me permitís una
confidencia? Cuando me transmitieron que yo había sido propuesto como pregonero
de las fiestas de San Jorge, para este año 2012, me negué rotundamente a
aceptar esta responsabilidad. El alcalde, Julio Toscano, insistió y experimenté
la misma sensación de temor. No soy un
especialista en discursos y me siento incapaz de elaborarlo y de pronunciarlo.
Soy, simplemente, un periodista, un escritor. Durante varias semanas,
experimenté la tentación de renunciar y, conforme se acercaba la fecha, me
resultaba más que evidente que era un atrevimiento llevarlo a cabo. Ahora, sin
embargo, experimento una sensación de alivio y un sentimiento de gratitud. Gracias
a la generosa invitación del alcalde y de la Corporación Municipal, así como a
la comprensión de todos vosotros, pues aprovecho la oportunidad para proclamar
un justo agradecimiento a mis familiares, a mis paisanos, a esta tierra, a
estos hombres y a estas mujeres: a todos vosotros debo lo que soy y gracias a
esta celebración he podido saldar la deuda que tenía pendiente desde que nací
en esta bendita tierra de Alcalá de los Gazules. ¡Gracias, gracias, muchísimas
gracias! Y, ahora, según los cánones:
¡VIVA SAN JORGE! ¡VIVA ALCALÁ! ¡VIVA SU GENTE!
Juan Leiva Sánchez
Parroquia de San Jorge
Viernes, 13 de Abril de 2012
Alcalá de los Gazules
[1] El Servicio
de Publicaciones de la Diputación Provincial de Cádiz fue el
realizador del proyecto. La
edición conmemorativa de la obra apareció en
el año 2001, con
introducción, edición y notas a cargo de nuestro paisano
Gabriel Almagro Montes de
Oca.
La Sauceda, por Matt Coman
La Sauceda, por Matt Coman
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miércoles, 25 de abril de 2012
DISTINCIÓN A UN ALCALAÍNO
Excelentísimo Señor
Director de Acuartelamiento, Excelentísimos Señores Generales, Vicario
Castrense, miembros de las fuerzas armadas, expresidente de la Junta de
Andalucía, D. Manuel Chaves, por cierto muy vinculado a la familia militar,
patronato de la Fundación encabezado por el presidente D. Francisco Navarro
Ruiz, trabajadores y trabajadoras de la Fundación Forja XXI, familiares, amigos
y amigas.
En primer lugar
mostrar mi agradecimiento a Su Majestad El Rey, al que deseo una rápida
recuperación, que ha tenido a bien concederme la Gran Cruz del Mérito Militar
con Distintivo Blanco, a propuesta del Ministerio de Defensa al que extiendo
este agradecimiento y especialmente en el día de hoy al Excmo. Sr. General de
División, que preside este acto D. Ricardo Álvarez-Espejo García, al Excmo. Sr.
General D. Juan Bautista Sánchez Gamboa,
al Excmo. Sr. General D. Francisco José Corpas Rojo, y Excelentísimos Señores
Generales que están ausentes por asuntos
de servicios, así como a todos sus colaboradores por sus atenciones constantes
hacia la Fundación Forja XXI y a mi persona.
Esta importante
condecoración, se me concede a título personal por razones de Reglamento, pero en realidad ha sido posible gracias a la
labor que realizan todas las personas que tienen vinculación laboral con la
Fundación Forja XXI y por supuesto al Patronato de la misma; pero sobre todo a aquellos jóvenes y menos
jóvenes que a través de las políticas activas de empleo ha llevado a cabo la
gran labor de Rehabilitar y Restaurar edificios históricos propiedad del Ministerio de Defensa, por cuyo motivo se
concede esta condecoración, es por ello que a todos les corresponde esta Gran
Cruz.
Estoy seguro, que
dentro de las posibilidades que tenemos en estos momentos de crisis económicas
vamos a seguir colaborando con el Ministerio de Defensa, muy sensibilizado
en poder conservar el Gran Patrimonio
que posee; al tiempo que formamos a las personas que participan en programas
que mejoraran su empleabilidad y tener mayores posibilidades de poder acceder
al mercado de trabajo tan difícil en estos momentos.
Gracias a todos por
acompañarme en este acto, pero permitidme una mención especial a mi familia más
extensiva y expresar a mi cuñado Luis y a sus familiares mi pesar por el
fallecimiento inesperado en el día de hoy de su hermana.
Por último quiero
recordar a personas que no se encuentran entre nosotros y que estoy seguro se sentirían
orgullosos de estar en este acto: a mi Padre, mi Madre, Mi hermano Antonio, mi
cuñado Tato y a mi amigo y anterior presidente de la Fundación Manuel Benigno
Garcia Vázquez.
Muchas gracias
Juan José Ruiz Márquez
Sevilla, sábado 21 de abril de 2012
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Alcalá de los Gazules,
Distinción,
Juan José Ruiz
lunes, 23 de abril de 2012
domingo, 22 de abril de 2012
EL CAPITAL HUMANO
Frente a los analistas convencidos de que
el futuro económico depende de los avances de la ciencia y de la tecnología,
nosotros opinamos que el verdadero desarrollo de las personas y el auténtico
progreso social de las empresas depende, sobre todo, de la "administración
de los valores humanos" y de la "gestión del conocimiento".
El crecimiento verdaderamente humano se
logra por el cultivo de la mente y por el equilibrio de las emociones de los
agentes y de los actores de las actividades: por el perfeccionamiento de la
agudeza de los análisis críticos, por el crecimiento de la capacidad de
diálogo, por el incremento de la amplitud de los conocimientos y por el rigor
de las ideas, que podrá ser aprovechado por el uso hábil y eficaz de los
instrumentos tecnológicos.
Diversos autores sostienen que el principal
valor de una empresa está oculto en las mentes y en los corazones de sus
miembros, por eso, es comprensible que cada vez sean más las organizaciones que
deciden desarrollar y calibrar los activos "intangibles" entre los
que destaca la capacidad intelectual, el equilibrio emocional, el liderazgo y
la creatividad de sus miembros más cualificados. Nosotros opinamos que este
capital intelectual "invisible", que no aparece en las cuentas de
resultados, constituye un factor estratégico de notable importancia en un
futuro inmediato ya que las empresas se dan cuenta de que los
"intangibles", "invisibles" e "incontables" cada
vez aportan más valor y, por lo tanto, mayor éxito. La adecuada "gestión
del conocimiento" facilita el establecimiento de alianzas entre
departamentos y compañías, mantiene la fidelidad de los clientes y desarrolla
las competencias de los trabajadores.
La gestión del conocimiento y la del
capital intelectual -dos caras de una misma moneda- en una organización
industrial o comercial hacen visibles los elementos generadores de los
beneficios futuros. Éste es, a nuestro juicio, el servicio específico que las
Ciencias Humanas podrán proporcionar a las empresas.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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Hernández Guerrero