CUANDO VOLARON LOS ANGELITOS
NEGROS
DEDICATORIA:
A la memoria de Pedro Fernández,
ya en el reino de los buenazos, que tampoco se perdió a Antonio Machín la noche
que cantó en Alcalá. Según refererimos más de una vez.
Alboreaba la señalada década de los sesenta. Los
tiempos eran vencejos al vuelo, de lo rápido que cruzaban por los mundos. Poco
a poco se iban mudando las costumbres. Se palpaba en los anuncios. La gente
–por influencias foráneas- empezaban a desmelenarse, con el consiguiente
disgusto de la gente seria y de orden y de los adalides de la moralina
vaticana. El turismo llegaba con sus perversas costumbres; pero el régimen se
hacía la vista gorda: dejaban buenas divisas. El negocio ante todo. La vieja
moral se tapaba los ojos pero abría los
bolsillos. España empezaba a ser diferente, según el eslogan. El typical spanish
engloriaba,sobre todo a las suecas –las nuevas valkirias; pero con propósitos
menos épicos que las viejas deidades nórdicas– que se ponían como salmonetes en
las playas seducidas por el latin lover
de turno. La gente empezaba a enterarse de las cosas. En los bares de los
pueblos y en las comidillas se comentaba los lances del universo mundo y entre
dientes se comentaba – aunque muy
primariamente– temas de alta política pero siempre referidos a más allá de los Pirineos. Kennedy o la boda
de la plebeya Fabiola con un monarca sosón se llevaban la palma y lo de Fidel
Castro en Cuba. El panorama se trazaba con los teleclub una forma democrática
de poner la televisión –como el NODO– al alcance de todos los españoles con el
bolsillo lleno de aire. El serial Ama
Rosa hacía llorar hasta las cebollas. Un dramón que atenuaba el otro dramón de la posguerra todavía reciente. La OJE militarizando a los niños, en una
suerte de entrenamiento para la mili. Empezaban los guateques por obra y gracia
del tocadiscos. Marisol y Joselito a todas horas. Todos los niños –carne de tebeo– se
sentían Zipi y Zape. Los cromos de
Puskas, Kubala, Di Stefano, Pelé..., ocultos en las tabletas de chocolate
Nestlé. Tímidamente se va abriendo cierto desarrollo que iban a culminar con la tecnocracia. Llegan
los Beatles y languidece en las sombras la copla y el bolero, que fue una
especie de escuela para aprender a querer y a vivir. Un punto romántico en
medio de un piélago de estrecheces y cartillas de racionamiento que ya fueron
quemadas por la historia. El pueblo abundaba en la necesidad de mitos. Por eso
la noche que actuó Antonio Machín en el Cine Andalucía en Alcalá de los
Gazules, todos queríann verlo de cerca. Querían
ver y vivir aquella voz
intangible hasta el momento en las ondas de la radio. Machín tenía un serio competidor en otra
estrella morena: Nat King Kole. Dos voces negras pero de distinto color. Uno
era Yanqui y el otro cubano. Eso decía mucho. La voz de Nat se prestaba más, con su
particular deje para el baile de sociedad, de salón o al glamour. Mientras que
la voz de Machín era más popular, de guateque de secano con vetas
casamenteras. Machín, fue un mito que desafió a varias generaciones –desde el
albor de la dictadora a la flamante
democracia–. Los cambios de mentalidad no influyeron. Su son caribeño no se
apagó nunca hasta el último respirar. (Le doblan las campanas en al año 1977 de
mala enfermedad en los pulmones). De modo que la noche que llegó Antonio Machín
a Alcalá de los Gazules para su única actuación en el Cine Andalucía todo el
pueblo se despobló. “Vamos a ver a la voz de la radio”, solían decir en una deliciosa expresión superrealista. Las
veredas que daban al campo era un
hervidero. En todas las rutas se marcaban la huella de herradura y el trasiego
de la música de talón. La siembra y el ganado podía esperar. Un enorme cartel
de Antonio ín cubría gran parte de la fachada del Cine Andalucía. Entremedio de
la cola de la gente dispuesta al
presenciar el prodigioso espectáculo, se notaba la imponente presencia
de Curra la Gitana. Que al ver tan descomunal retrato pegado a la pared
exclamó: “ Ojú, el gachó es más negro de lo que lleva uno sufrío”
(Risas). Gallinero, anfiteatro y butaca a tentebonete. Murmullos de
expectación. La enorme cortina roja se va abriendo poco a poco, mientras una cenefa
de luz que circundaba el escenario va cambiando de color. La atmósfera
contrariaba al frío de la calle. El que suscribe estaba allí en el
gallinero, junto a un grupo de maletillas, entre ellos al inolvidable Aurelio
Núñez, torero linense, que llego a tener luego en el toreo cierta importancia.
A la llegada del invierno hasta la
primavera el paisaje alcalaíno se transformaba con tantos soñadores sueltos,
muy pocos señalados por la fortuna. ¡“Señoras y señores con ustedes Antonio
Machín” ! Suena
la orquesta en el proscenio con trajes
llamativos. El aire se remueve al son de El manisero. En esto aparece
Machín. Apoteosis. ¡¡¡Machín en persona!!!. Se mezclaban los aplausos con las
miradas curiosas. El ídolo estaba allí. El mismo que cantaba la canción del Cola
Cao. Aquello de “Yo soy aquel negrito
del África
tropical...” Increíble. A escasos metros con su vistoso traje color café con
leche, solapa carmesí y linea del mismo color en pantalón muy holgado para disimulo de unas
piernas con pronunciado arqueo. No tardó en llegar el grito zafio desde
los confines del gallinero: “ ¡¡¡Machín, que te cabe una pelea de perros en
medio de las piernas!! Lo triste es que la mayoría de la gente rió la basta e
inoportuna ocurrencia. En aquellos instantes
cantaba –lo recuerdo perfectamente– Madresita del alma querida.
El hombre después de quedar en suspenso por unos instantes, demudada la faz,
encendiendo una sonrisa más amarga que otra cosa y prosiguió la canción curiosamente en el punto que la
había detenido. Ante aquel indeseado incidente el público lógicamente se puso
al lado del ídolo que demostró una elegancia y talante especial, que fue unos
de los distintivos de su larga vida en los escenarios y en la calle, según
consignan las biografías . De repente el público enardecido se conjuntó en un
solo grito:¡¡¡ Angelitos Negros!!! ¡¡¡Angelitos negros!!! Machín, regular la estatura, de faz alargada,
pelo de borreguillo; prognato el mentón, escurrido de carnes, mirada de furia
negra pero algo tristona accedió a la unánime
petición, como en los discos dedicados, pero ésta vez en directo a cantar el
primer alegato –según propia confesión– antirracista que suena en un escenario:
Aunque la virgen sea blanca,/ píntame angelitos
negros,/que también se van al cielo /todos los negritos
buenos. O ésta otra
estrofa: Pintor, si pintas con amor /por qué desprecias tu color /si sabes
que en cielo también los
quiere Dios. Nadie a pesar del mensaje tan claro no reparó en el
asunto. Se entendió mas como una sugerencia que protesta. No estaba la cosa
todavía para mayores interpretaciones. Simplemente a un “pintor de santos y
alcobas” se le olvidó pintar a los pies o en el rompimiento de gloria de La
Virgen angelitos negros. Eso era todo.
Fallo u olvido de un artista sin mayor trascendencia. Todavía se leía
poco –entre una cosa y otra– entre líneas. Acabada la función, seguido por
una caterva de chiquillos el cantante
cubano abandonó el pueblo, otro lugar
más en la cuenta. A través del cristal del automóvil negro se pudo ver una última sonrisa blanca, en una
faz de sombras. Luego todo el mundo volvió a su sitio. Al día
siguiente Machín otra vez en la radio
aliviando penas, sudores y dando candela a nuevos amores. “Se vive
solamente una vez,/hay que aprender a querer ya vivir...” Una voz de fondo que
duró en la realidad, lo que dura un sueño. Mientras en el cielo lucía la luna
carirredonda y tres hombres, tres astronautas americanos a pocos años volarían y
entraban en ella. Volaron aquellos
angelitos negros. Volaron. Solo quedaba en aquella atmósfera gris muy
cuajada de sombras tomar papel y cuatro lápices y dibujar el recuerdo. E
imaginar a Antonio Machín con las maracas
en medio de un turbión de angelitos de todos los colores. Todavía hay
mucha gente y malos gobernates –y no son pintores precisamente– que se olvidad
de pintar angelitos negros. Las noticias de cada día lo cantan. Toda la gente marcada y herida por la pobreza
–sin importar el color– son angelitos negros.
Jesús Cuesta Arana
Alcalá de los Gazules
1 comentarios:
Estupendo articulo.Me ha transportado a mi dura infancia.Tienes una exquisita sensibilidad tanto para escribir como para las artes plásticas.Te deseo lo mejor.Aunque hace más de cuarenta años que no nos vemos.Soy tu primo Juan,cuarto hijo de tu tío Antonio Cuesta Carrillo. (q.e.p.d.) Un Abrazo.
Publicar un comentario