3.- LOS PRIMEROS
POBLADORES
El historiador y arqueólogo
alemán, Adolf Schulten (1870-1960) realizó investigaciones en la provincia de
Cádiz, contenidas en su obra “Tartessos”,
realizando excavaciones importantes desde Trebujena hasta Jerez,
principalmente en el poblado de Mesas de Asta. Por otra parte, el manual de
Historia Universal, publicado en Madrid en 1960, por los historiadores Juan
José Arenaza y Fermín Gastaminza, se hace eco de las investigaciones de
Schulten y dicen que “Los primeros pobladores de la península fueron los iberos,
pueblo de procedencia africana. Llegaron a España al empezar la edad de los
metales y se establecieron en el Sur y en Levante, llegando hasta Francia. Después
vinieron los turdetanos, muy semejantes a los iberos. Se establecieron en el
Valle del Guadalquivir y alcanzaron pronto una notable cultura.
Los turdetanos fueron uno de esos
pueblo iberos que habitaban el sur del Sur. Abarcaba desde el Algarbe de
Portugal hasta Sierra Morena, y por la costa, hasta Cartagena, coincidiendo con
la antigua civilización de Tartessos. Ésta había tenido una gran influencia
griega, que supuestamente condujo a la desaparición de su monarquía a manos de
los feno-púnicos, como venganza por su apoyo a los focenses en el siglo VI a.C.
De aquí surgió una nueva civilización que, descendiente de Tartessos, se adaptó
a las nuevas condiciones geo-políticas de la época.
El historiador alemán Schulten,
dice que “Hasta Regia” (Jerez) fue una de las principales ciudades de la región
y, como hemos dicho anteriormente, ejercía su poder hasta la Turris Regina
(Turrecina), la actual Alcalá. Perdida la influencia comercial y cultural
griega, la Turdetania se vio inmersa en
la influencia cartaginesa, aunque desarrolló una evolución propia, de
forma que la población turdetana se sabía descendiente de los antiguos tartesos.
A la llegada de los romanos, aún mantenía sus señas de identidad propias. De
ahí que Estrabón dijera en sus crónicas: “Son
considerados los más cultos de los iberos, ya que conocen la escritura y, según
sus tradiciones ancestrales, incluso tienen crónicas históricas, poemas y leyes
en verso que ellos dicen de seis mil años de antigüedad.” [1]
Tartessos tenía una personalidad
propia dentro de la cultura de los iberos, que se caracterizaba por un tipo de
cerámica pintada y con decoración geométrica, escultura animalística que en
época romana continuó con figuración humana. Tenían también lengua propia,
descendiente del idioma tartésico, y alfabeto propio, siendo el único pueblo
que no adoptó el de los iberos. Otra diferencia eran las particularidades en
las necrópolis y enterramientos.
Su economía.- A la llegada de los romanos, era el pueblo más
civilizado de la península ibérica. La minería con una industria asociada a las
minas eran factorías tartésicas en el triángulo formado por las actuales
Huelva, Cádiz y Sevilla. Los minerales extraídos eran la plata y el cobre,
convirtiéndose la plata en el principal material con llegada de Roma. Pero
según Estrabón, la agricultura era muy importante y variada. Conocían el arado
y el trillo por la influencia de Cartago. Cultivaban principalmente cereales,
olivo y vid. Se habla de concentración de tierra en pocas manos, de dispersión
de la misma y de un sistema latifundista.
Sobre ganadería, sabemos que
criaban bueyes, ovejas y caballos. También existía la industria textil
asociada, como muestran las fuyasolas y pesas de telares encontradas en algunas
tumbas. En toda la costa se fabricaba el “garum”, una salsa con tripas de
pescado en salmuera, que se comercializaba por todo el imperio a muy alto
precio. Hubo también industria relacionada con la pesca, como la del salazón y
la conserva en la zona del Estrecho. El comercio interior y el interregional
fue importante, aunque hay pocos datos y es posible que fueran productos
naturales perecederos o manufacturados, similares al resto de los pueblos del
entorno y de la época.
La sociedad.-. A la caída de Tartessos, desaparece la monarquía y
surgen pequeños reyes. Es difícil dar con ellos hasta la llegada de Roma. Los
historiadores nombran algunos que tuvieron alguna relevancia en las guerras
púnicas. Pero se sabe que los turdetanos llevaban una vida pacífica. No
obstante, existía ya vida urbana, a juzgar por las ciudades importantes que tenían:
Acinipo, Ronda la Vieja; Asido, Medina Sidonia; Hasta Regia, Jerez; Asta, Mesas
de Asta; Carisa, Espera; Castula, Alcalá; Iptuci, Paterna del Campo…
El rey Argantonio, gran personaje.- Vivió entre el 670 a.C. y el 550 a.C. Fue el último rey tartésico,
único del que se tienen referencias históricas. Debido a su longevidad -120
años- se piensa que podría tratarse más que de un rey, de una dinastía, pues se
le atribuyen tesoros con unos 300 años de referencia. Aparece en fuentes
griegas por su relación con Focea (colonia griega en el Asia Menor). Su reinado
se ha convertido en el símbolo mítico de la cultura tartésica. El nombre de
Argantonio significa “Hombre de Plata”, que revela su origen indoeuropeo y
aparece en las fuentes griegas ligado a la riqueza minera de su reino (bronce y
plata), con la cual prestó ayuda a los focenses para financiar las
fortificaciones de Focca (ciudad griega del asia Menor) contra la amenaza
persa. Se dice que envió hasta 1.500 kilos de plata a sus aliados.
Sin embargo, no logró con ello que se establecieran en su reino
colonias focenses, con las que aspiraba a quizá a sacudirse la tutela comercial
establecida por los fenicios de Gañir (Cádiz), o quizás dar salida al comercio
de los metales, interrumpida por la presión asiria sobre las ciudades de
Fenicia. Algunos le otorgan un reinado de 80 años y una vida de 120, entre
ellos Herodoto; otros llegan hasta 150 (Plinio el Viejo). Incluso algunos
aventuran a darle la inaudita edad de tres siglos. Obviamente, esto es una
exageración, pero confirma la idea de que disfrutó de longevidad y largo
reinado.
Todo eso queda muy lejos para
nosotros, pero testimonian un pasado grandioso al que no debemos renunciar. Por
otro lado, la vegetación y la flora espléndida de sus bosques, las tierras regadas
por cinco ríos, los caminos que atraviesan la ciudad y la rica fauna que
pueblan sus términos garantizan su pasado esplendoroso.
JUAN LEIVA
[1] Estrabón. Geógrafo griego,
aproximadamente del año 63 a.C. al 20 d.C. Murió en Roma. Es autor de una
importante Geografía en 17 libros. En el III describe nuestras tierras de
Iberia.
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