Cada vez sentimos con mayor intensidad la urgente necesidad de cirujanos
sociales y políticos que, con valentía, firmeza y habilidad, intervengan de
manera eficaz para erradicar los graves males que aquejan a nuestro mundo. Estamos convencidos de que, para aliviar algunas
de las más agudas dolencias que padece la sociedad actual, son necesarios, no
sólo pensadores perspicaces que, como expertos médicos, diagnostiquen
acertadamente y receten las medicinas adecuadas, sino también unos acreditados
cirujanos que no duden a la hora de abrir las vísceras con el fin de eliminar
las malformaciones y las excrecencias que dañan irreversiblemente al resto del
organismo ciudadano.
De la misma manera que determinadas dolencias que se resisten a los
fármacos se sanan mediante una intervención quirúrgica, algunos de los males
actuales exigen la mano experta y firme de valerosos cirujanos que, provistos
de un bisturí, resanen las zonas afectadas, restituyan el vigor inicial y, si
es posible, mejoren el aspecto externo de esta sociedad. A veces, la
regeneración ética y la rehabilitación social no se logra si, previamente, no
se extrae, aunque sea produciendo algún dolor, una parte del organismo dañado.
Es necesario que los políticos se decidan
a manejar con habilidad el bisturí para extirpar esos tumores tan invasivos
como son, por ejemplo, la hambruna del Tercer Mundo, las oleadas de
inmigrantes, las guerras y el terrorismo del Oriente Medio, la violencia
generalizada, la drogadicción homicida y el consumismo insostenible de nuestro
Primer Mundo. En la actualidad, echamos
de menos a líderes que, dotados de valor y de tino, realicen intervenciones
quirúrgicas que devuelvan el vigor inicial a un organismo social que se deteriora
con excesiva velocidad.
Estamos convencidos de que, además de los políticos, en estas operaciones
quirúrgicas, también deberían de intervenir con mayor valentía los educadores y
los profesionales de la comunicación. El bisturí afilado de la palabra clara, de
las denuncias valientes y de las agudas críticas, constituye una herramienta
necesaria para extirpar los tumores malignos, para restañar heridas sangrantes
y para recomponer miembros dañados. Estas intervenciones son necesarias para
limpiar un ambiente contaminado de consumismo entontecedor, de cobardía
paralizante que favorece las malformaciones que corroen la vida de los
ciudadanos y de las familias. Sólo la palabra democrática vigorizará y depurará
el aire y limpiará y facilitará la construcción de los grandes baluartes éticos
que defienda un ambiente social que, a veces, nos resulta irrespirable. En una
sociedad que se ha acostumbrado a ver como normales la injusticia, el
atropello, la falta de veracidad, el abuso de los medios de comunicación, ya no
son suficientes las cataplasmas, el árnica ni lo paños calientes.
Echamos de menos a cirujanos que tengan habilidad para restañar heridas
de una sociedad escindida, que sepan suturar las brechas abiertas por las
ambiciones incontroladas, por los nacionalismos exacerbados, por los fanatismos
religiosos, por la falta de conciencia pública y por la pérdida de la libertad
real debido a la falta de su ejercicio. Necesitamos cirujanos que, con palabras
valientes y respetuosas, restauren los principios morales e instauren unos
valores democráticos que, al menos, se atrevan a recomponer los miembros
dañados y a devolver a la sociedad una imagen más humana corrigiendo algunos
defectos, remediando algunas carencias y reduciendo algunos de los excesos más
escandalosos.
José Antonio Hernández Guerrero
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