sábado, 24 de noviembre de 2012

CIRUJANOS


                                                                    
Cada vez sentimos con mayor intensidad la urgente necesidad de cirujanos sociales y políticos que, con valentía, firmeza y habilidad, intervengan de manera eficaz para erradicar los graves males que aquejan a nuestro mundo.  Estamos convencidos de que, para aliviar algunas de las más agudas dolencias que padece la sociedad actual, son necesarios, no sólo pensadores perspicaces que, como expertos médicos, diagnostiquen acertadamente y receten las medicinas adecuadas, sino también unos acreditados cirujanos que no duden a la hora de abrir las vísceras con el fin de eliminar las malformaciones y las excrecencias que dañan irreversiblemente al resto del organismo ciudadano.
De la misma manera que determinadas dolencias que se resisten a los fármacos se sanan mediante una intervención quirúrgica, algunos de los males actuales exigen la mano experta y firme de valerosos cirujanos que, provistos de un bisturí, resanen las zonas afectadas, restituyan el vigor inicial y, si es posible, mejoren el aspecto externo de esta sociedad. A veces, la regeneración ética y la rehabilitación social no se logra si, previamente, no se extrae, aunque sea produciendo algún dolor, una parte del organismo dañado.      
 Es necesario que los políticos se decidan a manejar con habilidad el bisturí para extirpar esos tumores tan invasivos como son, por ejemplo, la hambruna del Tercer Mundo, las oleadas de inmigrantes, las guerras y el terrorismo del Oriente Medio, la violencia generalizada, la drogadicción homicida y el consumismo insostenible de nuestro Primer Mundo.  En la actualidad, echamos de menos a líderes que, dotados de valor y de tino, realicen intervenciones quirúrgicas que devuelvan el vigor inicial a un organismo social que se deteriora con excesiva velocidad.
Estamos convencidos de que, además de los políticos, en estas operaciones quirúrgicas, también deberían de intervenir con mayor valentía los educadores y los profesionales de la comunicación. El bisturí afilado de la palabra clara, de las denuncias valientes y de las agudas críticas, constituye una herramienta necesaria para extirpar los tumores malignos, para restañar heridas sangrantes y para recomponer miembros dañados. Estas intervenciones son necesarias para limpiar un ambiente contaminado de consumismo entontecedor, de cobardía paralizante que favorece las malformaciones que corroen la vida de los ciudadanos y de las familias. Sólo la palabra democrática vigorizará y depurará el aire y limpiará y facilitará la construcción de los grandes baluartes éticos que defienda un ambiente social que, a veces, nos resulta irrespirable. En una sociedad que se ha acostumbrado a ver como normales la injusticia, el atropello, la falta de veracidad, el abuso de los medios de comunicación, ya no son suficientes las cataplasmas, el árnica ni lo paños calientes.
Echamos de menos a cirujanos que tengan habilidad para restañar heridas de una sociedad escindida, que sepan suturar las brechas abiertas por las ambiciones incontroladas, por los nacionalismos exacerbados, por los fanatismos religiosos, por la falta de conciencia pública y por la pérdida de la libertad real debido a la falta de su ejercicio. Necesitamos cirujanos que, con palabras valientes y respetuosas, restauren los principios morales e instauren unos valores democráticos que, al menos, se atrevan a recomponer los miembros dañados y a devolver a la sociedad una imagen más humana corrigiendo algunos defectos, remediando algunas carencias y reduciendo algunos de los excesos más escandalosos.

José Antonio Hernández Guerrero



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