domingo, 2 de diciembre de 2012

MI SOPORTE ROTO

ANÁLISIS DEL DOMINGO

MI SOPORTE ROTO

Los humanos llegamos al mundo con un amigo inseparable que nos acompaña toda la vida; es nuestro cuerpo, el soporte de nuestra personalidad. Desgraciadamente, muchas personas apenas dan importancia a este amigo inseparable protagonista de los momentos más felices de nuestra existencia y, a veces también, de los más trágicos. Sin embargo, muchos padres se desentienden en este aspecto de los hijos, sin cuidar de que sus cuerpos estén perfectamente preparados para recorrer el camino. Esos descuidos se pagan caros más adelante.

La estructura que se nos entrega, en la primera configuración de nuestra vida, es una virguería, una formidable obra de arte. Los imagineros y escultores no acaban de sorprenderse ante la irrepetible figura de la persona humana. Un niño llega a la vida con 300 huesos  perfectamente organizados para realizar misiones impresionantes. Éstos, repartidos por todo el cuerpo, se distribuyen por la cabeza, tronco y  extremidades. A su vez, están organizados por distintos niveles jerarquizados, compuestos de aparatos, y de órganos formados de tejidos y conformados por células compuestas de moléculas.

Ese cuerpecillo posee cincuenta billones de células agrupadas, las cuales organizan aparatos o sistemas locomotores, -musculares y óseos-, respiratorio, digestivo, excretor, circulatorio, endocrino, nervioso, reproductores. Sus constituyentes son hidrógeno, oxígeno, carbono y nitrógeno. Estos se unen entre sí para formar moléculas, como el agua, u órganicas, como los glúcidos, lípidos, proteínas, que convierten al ser humano en una extraordinaria, compleja y perfecta máquina.

Pues bien, después de haber caminado 80 años con mi soporte en estrecha compañía, hace poco más de un mes, realizando senderismo en Alcalá, sufrí una caída camino del Picacho. Sobre una roca,  mi primera impresión fue que mi soporte se había roto y mis aparatos locomotores se negaban a obedecerme. Es la sensación de haber quedado parapléjico, en medio de aquella formidable naturaleza, y haberme convertido en un vegetal.

Afortunadamente, unos senderistas de  Chiclana, que hacían la ruta, al cerciorarse de lo que pasaba, con agilidad de auténticos expertos  pidieron auxilio con los móviles y, en unos minutos, el lugar se vio concurrido por un helicóptero, un equipo de bomberos y una ambulancia. Ellos mismos, a pulso, me sacaron del lugar y me acomodaron en la ambulancia camino de Puerto Real y, más tarde, de Cádiz. Aquellos primeros momentos de auxilio fueron de oro, y aquellos senderistas de platino.

Ahora, con mi soporte rehabilitándose y la fisioterapeuta poniendo en orden y dando agilidad a mis miembros, miro con inmensa ternura mi cabeza, mis piernas, mis brazos  mis vértebras cervicales… Sin ellos no podría seguir viviendo ni siendo el que soy. Al día siguiente, en el hospital, allí estaban Andrés e Inés, José Antonio, los amigos del Club de Letras dándome ánimos, Alfonso propiciándome la comida y amigos de Alcalá deseándome la recuperación. Gracias, muchas gracias a todos.
                                                       


JUAN LEIVA                                                                                   

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