LA CAZA EN ALCALÁ
Ayer,
domingo, amaneció un día de otoño espléndido, casi primaveral. Y nos fuimos por
Alcalá y Benalup, por la presa del Barbate y por los montes y las colinas
de la autovía y las carreteras que llevan a los cotos.
La afluencia de vehículos experimentaba una animación inusitada. Era el primer
día de la temporada de caza y se levantaba la veda. Desde muy de mañana, se
veían coches todo-terreno, con sus jaulas y perreras, en los bares y ventas de las carreteras. Los caminos y las
trochas de la provincia estaban abarrotadas y el tema estrella en los bares de
cazadores, la cacería.
En
la época de los 40, una de las actividades principales de muchos alcalaínos era
la caza menor. Eran años de hambre, de espárragos, de caracoles y tagarninas. El
fenómeno de la cacería furtiva era un reto. Venía a constituir una clase
auroleada y heroica, que se exponía con el furtivismo a ir a la cárcel, pero
aquellos hombres no tenían otro medio para alimentar a la familia en los períodos
más difíciles del año. Los adolescentes imitaban a los mayores y se iniciaban
en la cacería de pajarillos comestibles con perchas y liria. Los domingos nos
levantábamos temprano, íbamos a las monjas de arriba a misa de alba y nos
marchábamos al “Prao” a poner perchas y liria. Eran otros tiempos.
Pero,
actualmente, la cinegética tiene un peso extraordinario en la economía del
Parque Natural de los Alcornocales. Y no es sólo la caza mayor, con 80 cotos en
la provincia, sino también la caza menor con otros tantos espacios gaditanos. Hoy,
el 70 % del Parque Natural es en su mayoría coto de caza mayor.
En
los años 60, la caza irrumpió en los Alcornocales desplazando a otras
actividades arraigadas, más tradicionales. En los noventa, se hace un saneamiento
de la especie cervuna y una configuración en el futuro del corzo, más
respetuoso con el medio. Así, la densidad de ciervos dentro del territorio se
estima ya en gran número y parece que se recomienda una reducción del mismo.
Por otro lado, el gamo en Jimena, Alcalá y Los Barrios, a veces se hace
superior a los ciervos. Fuentes del sector indican que la caza mayor genera en
toda la provincia un movimiento cercano a cuatro millones de euros.
La
caza menor en la provincia alcanza, igualmente, un gran peso económico en la
economía de los Alcornocales, equiparable al de la caza mayor. Los cotos del
entorno del Parque están, preferentemente, en zonas abiertas, junto a las
dehesas, a los cultivos y a zonas alomadas. La perdiz roja y el conejo son las
piezas más cobradas. Como consecuencia, las ventas y los restaurantes de toda
la comarca se han convertido en especialistas de cocina de carne de caza mayor
y menor. Su fama atrae a muchos cultivadores de la buena gastronomía.
El
otoño del triángulo interior de la provincia ha sido una de las épocas más
beneficiosas para el futuro de la flora y la fauna de los pueblos de la
comarca. Dicen los estudiosos del Parque Natural de los Alcornocales, que el
período de mayor actividad se centra en los meses que van desde final de
octubre hasta mediados de febrero, para el gamo, el muflón y el jabalí. Para el
corzo, se habilitan dos períodos comprendidos entre julio-agosto y marzo-abril.
Afortunadamente, Los Alcornocales sigue siendo una de las riquezas naturales
más espléndidas de la provincia.
JUAN
LEIVA
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