Ya tenemos abierta la puerta de
la primavera alcalaína. La estación primaveral tiene unas connotaciones
especiales por su entorno extraordinario, su marco inigualable y sus fiestas
profanas y religiosas. De ahí su nombre compuesto de dos palabras latinas, prima-vera,
“primer verdor”. Y otras dos para la Semana Mayor, “Semana Santa”. Participamos
de una de las cuatro estaciones de las zonas templadas de nuestro planeta. En
general, el clima suele ser el más beneficioso para el campo, el más plácido para las personas y los
animales, y el más bello para las flores del campo y de los patios de Alcalá.
Según cálculos del Observatorio
Astronómico Nacional, la primavera de 2015 dará comienzo el viernes 20 de marzo
a las 23/45 hora oficial peninsular. La estación durará 92 días y 18 horas.
Terminará el 21 de junio, dando paso al comienzo del verano. El domingo 29 de
marzo tendrá lugar el cambio de hora, para recuperar el horario de verano.
Las fiestas laicas de los pueblos
andaluces son: El Carnaval, Las Ferias y la Semana Santa. Cádiz explosiona con
el Carnaval; Sevilla, con la Feria de Abril; la Semana Santa, con toda
Andalucía. La Semana Santa viene imbuida por finos olores: el azahar y el
incienso.
En las noches cuajadas de
estrellas, brillarán los trajes de flores, tachonados de lunares y oro dulce.
¡Son las mujeres de peinetas y los caballistas de chaquetillas y sombreros
andaluces! Y en las madrugadas sagradas, desfilarán las imágenes religiosas por
todos los pueblos de nuestra Andalucía. ¡Cuántos Cristos y Vírgenes creados por
imagineros inspirados! ¡Y cuántas lágrimas y saetas temblando en las gargantas
desde los balcones y las esquinas alcalaínas!
Esas noches la luna es de plata e
ilumina a Alcalá desde la Coracha hasta el Larios. Las mañanas son de oro con
las primeras luces del día sobre los pasos. Las tardes son moradas, con la
armonía de las marchas procesionales. En Andalucía, la pauta la dará Sevilla el
29 de marzo, pero a continuación, todas las ciudades y los pueblos andaluces se
lanzarán a recorrer los caminos, por muy difíciles que sean, y ¡Sabe Dios a qué hora se recogerán!
Mientras tanto, los almendros en
flor inundan los cielos y las flores silvestres se preparan para reventar sus
capullos. Esa dinámica que la naturaleza desarrolla cada año parece que se para
al anochecer primaveral, pero no es verdad. Precisamente, cuando las personas y
los animales duermen, las violetas, las amapolas, los trigales y las plantas
silvestres apagan las estrellas verdes y las hierbas abrazan las tierras pardas
y beben las aguas de los regatos que se escapan de los ríos.
A veces, las aguas rompen sus
cantiles y lo arrasan todo. El prado se convierte en una gran laguna y las
imágenes se refugian en sus capillas e iglesias. Y otras, sin embargo, se
retiran las nubes, dejan a las plantas sedientas y le roban su verdor, dejándolas secas y amarillentas, sin vida, sin color. Entonces la
luna de llantos deja caer sus lágrimas y rocía las hojas de las hierbas
mustias. Los ríos se quedan dormidos y los campos yertos, mientras las campanas
de San Jorge suenan a muertos. Y Alcalá vuelve entonces sus ojos al santuario y
traen a la Virgen de los Santos con el trono cargado de esperanzas.
Juan Leiva
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