Nuestra existencia humana alcanza su bienestar pleno cuando
orientamos nuestras actividades –los movimientos corporales y las operaciones
mentales- hacia el establecimiento de contactos, de conexiones y de compromisos
con los otros; cuando mantenemos un diálogo fecundo, una comunicación
productiva y una solidaridad fecunda mediante palabras generosas y a través de hechos
coherentes. Uno de los procedimientos más eficaces para sentirnos bien con
nosotros mismos es tender puentes que unan esos márgenes culturales, económicos,
sociales e ideológicos que, a veces, están excesivamente separados.
En este tiempo en el que abundan los constructores de
barreras y de barricadas, hemos de tender puentes entre el pasado y el futuro,
entre los jóvenes y los adultos, entre los que tienen ideologías de izquierdas
y los de derecha, entre los que cultivan la cultura popular y los que prefieren
la cultura más elaborada, entre los científicos y los literatos, entre los
agricultores y los industriales, entre los administrativos y el personal de
servicios, entre los creyentes y los agnósticos, entre los políticos y los
ciudadanos, entre los homosexuales, los heterosexuales y los bisexuales, y, por
supuesto, entre las mujeres y los hombres.
Hemos de partir del supuesto de que nuestra prosperidad sólo
será posible cuando miremos más allá de los intereses personales y nos
decidamos a la construcción de unos proyectos colectivos más amplios,
integradores, llenos de sueños y de visiones comunes. Creo que, en estos momentos,
todos tenemos el deber de -entendiendo las diferencias y aceptando las
diversidades- instalar en el debate público la cuestión de la visión compartida
y de las metas comunes.
A mi juicio, la única manera de solucionar muchos de los
problemas que nos acucian es uniendo nuestros esfuerzos y colaborando
solidariamente en proyectos comunes. No se trata, por lo tanto, de que
renunciemos a las peculiaridades, sino de que, aunque transitemos en diferentes
direcciones, nos paremos de vez en cuando para conocernos, para conversar, para
deshacer malentendidos y para favorecer la búsqueda de una vida más humana. Es urgente
que superemos la indiferencia y los enfrentamientos, y que colaboremos estimulados
por propósitos compartidos. En esta encrucijada que nos ha tocado vivir, nadie
sobra; tenemos que contar con todas las manos para que los esfuerzos converjan
en el crecimiento individual y en el progreso social, económico y cultural.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
Universidad de Cádiz
0 comentarios:
Publicar un comentario