Para lograr un
bienestar verdaderamente humano, además de disponer de determinados recursos
materiales, necesitamos disfrutar de ciertas condiciones inmateriales. Además
de las exigencias indispensables para llevar una vida individual y familiar digna
como, por ejemplo, la salud, la economía, la vivienda, el
trabajo, el descanso e, incluso, el ocio, es necesario que cultivemos otros
bienes que comúnmente denominamos “espirituales” como, por ejemplo, amar y
sentirnos amados, respetar y sentirnos respetados, escuchar y sentirnos
escuchados, esperar y sentirnos esperados, perdonar y sentirnos perdonados, entendernos
con los otros y sentirnos bien nosotros mismos.
Hemos de reconocer que, en este mundo tan ruidoso y tan agitado,
nos resulta difícil saborear esos regalos “inmateriales” que, además de
hacernos disfrutar, fortalecen nuestro espíritu y alimentan nuestro organismo.
Por eso buscamos reconfortantes espacios de reposo y reparadores tiempos de
silencio en los que, tranquilos, podamos nutrir nuestra vida con estos alimentos
sustanciosos y placenteros que atenúan las inquietudes y nos ayudan a
interpretar adecuadamente las voces de nuestros acompañantes y a encontrar las
palabras precisas que respondan a sus, a veces, ansiosas peticiones. Es en la
quietud y en el silencio donde podemos interpretar nuestras propias aspiraciones,
realizar nuevos proyectos y emprender ilusionantes actividades. Necesitamos unos
momentos de paz para pensar profundamente hacia dónde nos dirigimos y qué hemos
de hacer para renovarnos.
Es en la calma y en el sosiego donde podemos arrojar luz a
esos complejos problemas de la vida cotidiana que, a veces, nos abruman,
trastornan el equilibrio e impiden la armonía que buscamos. En resumen, podemos
afirmar que, al menos de vez en cuando, hemos de callar y escuchar las voces
que, en lo profundo de nuestras consciencias, nos indican las claves para
aprovechar y para disfrutar de la vida, para fijar con precisión nuestros
destinos y para determinar la ruta, la velocidad y el ritmo de nuestros pasos.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
Universidad de Cádiz
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