Ramón Lobo
Pensión Lobo
Habitación número
13
La
muerte, un asunto fundamental y el episodio más previsible de la vida impregna de
manera no siempre consciente todos nuestros pensamientos y todas nuestras
actividades. Su interpretación ha sido diferente a lo largo de la historia
humana en las distintas culturas y religiones. Sus visiones
lejanas o próximas, propias o ajenas, razonadas o insensatas pueden determinar
que los comprensibles sufrimientos que conllevan sean suavizados por una
oportuna preparación y por una correcta ayuda o agravados por una inadecuada educación:
igual que la zigzagueante ruta de la vida, el trance de la muerte puede ser bueno,
malo y horroroso.
En
esta obra Ramón Lobo, periodista, escritor y corresponsal de guerra que nos ha
informado de conflictos bélicos en África, Los Balcanes, Oriente Próximo y
Asia, nos relata con claridad, con serenidad y hasta con cierto agrado sus
sensaciones, sus emociones y sus reflexiones sobre su propia muerte, un hecho
que, tras los diagnósticos de dos cánceres terminales, él ya sabía que sería
muy próximo.
El
relato detallado de ese final de su tiempo, cuando ya está seguro de que “la
suerte está echada”, y su manera lúcida de referirse a su vida pasada desde
esta nueva perspectiva, constituyen, a mi juicio, unas directas y amables
invitaciones para que nosotros nos planteemos y tratemos de responder a
preguntas importantes como, por ejemplo, ¿Cuál es la naturaleza de nuestro
temor a la muerte? ¿Cómo podemos afrontar con cierta serenidad ese futuro
desolador? o ¿Qué actitudes y conductas podemos cambiar si las iluminamos de
este punto de vista?
En
mi opinión, la lectura de esta obra puede ser realmente positiva porque, con
independencia de la edad de cada uno de nosotros, y prescindiendo de nuestras
convicciones culturales y religiosas, lo cierto es que el paso imparable del tiempo
cumple una función aniquiladora, reduce el capital potencial de la vida y, como
consecuencia, acorta el horizonte de la muerte.
Todos
podemos –y deberíamos- asumir que la vida posee un contenido mortal y que la
muerte contiene –puede contener- un sentido positivo cuando abre y estimula la
posibilidad de unas vidas más intensas y más razonables. Me refiero a los
binomios humanos vida y muerte, salud y enfermedad, bienestar y sufrimiento,
virtud y vicio, amor y odio. Son esas dualidades que corresponden a los ámbitos
naturales que en la naturaleza se suceden como alternancias de los tiempos y de
los espacios, de los días y de las noches, de la luz y de la oscuridad, del
calor y del frío.
José Antonio Hernández Guerrero
Catedrático de Teoría de la Literatura
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