Nuestro saludo agradecido a nuestra Virgen de Los Santos
En
nombre vuestro –queridas amigas y queridos amigos- me limito a pregonar, como
lo hacen los vendedores de caramelos, de caballas o de cupones, la dulzura, el
alimento y la ilusión de nuestra Virgen de los Santos –vida, dulzura y
esperanza nuestra- esa mujer buena, que tan amable y tan generosamente nos
acompaña, nos alivia y nos empuja para que, en medio de los nubarrones sigamos
remando, para que, en medio de las tormentas, convivamos en paz como
compañeros, como amigos y como hermanos.
Este
pueblo nuestro es el espacio privilegiado para la acogida, para la reunión,
para la participación en los sentimientos nobles de esperanza y de cariño, es
aquí donde mejor suena y resuena la palabra gracias a nuestra Virgen, esa mujer
amable que es el faro de nuestra esperanza, la causa de nuestra alegría, la
reina de nuestra familia y, sobre todo, nuestra amiga llena de la gracia.
Hoy
me limito a pronunciar y a repetir esta palabra “gracias”. La más bella, la más
beneficiosa y la más gratificante de nuestra lengua porque expresa los
sentimientos más profundos y más nobles, porque nos hace saborear y vivir la
vida con agrado, porque aumenta la amistad, incrementa la alegría y abre las
puertas del infinito, las ventanas por las que penetra el aire que purifica la
atmósfera de impurezas, porque nos ayuda a contemplar y a vivir la belleza, la
alegría y, sobre todo, el amor.
Gracias,
gracias y gracias.
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