domingo, 27 de septiembre de 2009

EVOCACIONES ALCALAÍNAS: 12.- El corral de la Coracha

La Coracha era para él su lugar preferido. Se subía por la calle Galán Caballero y Atahona hasta llegar a un viejo camino configurado por los corrales. Desde allí podía ver todo el pueblo, el “Prao” y el Lario. Un día le dijo su padre: “Te voy a regalar un cerdito y una pareja de conejos, para que los críes.” Ahora, de mayor, se ha dado una vuelta por allí, pero aquello ha cambiado mucho, de manera que no puede recordar el lugar donde tenía el corral. Era una especie de calle a cuyos lados había casuchas convertidas en corrales.

Estaba a unos 250 metros por debajo de la muralla y del torreón del castillo. La coracha era una especie de muro que protegía la comunicación entre el aljibe del Beaterio y la fortaleza. Por cercanía, el entorno se llamó también “La Coracha”. Terminaba en la “torre del agua”, que contenía en su interior el aljibe del Beaterio y la fortaleza. Debía haber tenido en tiempos un camino almenado, o adarve, que unía ambas construcciones; es decir, una auténtica obra árabe. Pero los franceses, en la Guerra de la Independencia, incendiaron la fortaleza y volaron su estructura.

En esa pendiente del muro, la gente había ido haciendo sus corrales para criar animales domésticos. El dueño del corral era amigo de su padre y se lo cedió. El hombre les dijo que, con los desperdicios de la casa y de los vecinos, tendría suficiente comida para el cerdito; pero si les faltaba, habría que suplirlo con afrecho o maíz. La cerraja para los conejos era una yerba que tendrían que buscarla en la Coracha o en el “Prao”.

Aquello comenzó bien. Su hermano Pepe y él recogían los desperdicios de las casas y le llevaban dos cubos cada tarde al cerdito. A los conejos le recogían un saco de cerrajas y yerbas tiernas en la Coracha. El cerdito crecía y los conejos se multiplicaron prodigiosamente. Un día vieron cómo salía de la madriguera una hilera de conejitos blancos y grises. Aquello fue un auténtico milagro que les hizo descubrir la fuerza maravillosa de la reproducción de los animales.

A los seis meses, el cerdito se había convertido en un cerdo de envergadura, y la colonia de conejos llegaba a una treintena. Estaban entusiasmados, pero ya no daban abasto para recoger desperdicios y habían terminado con la yerba de cerraja de la Coracha. Su hermano Pepe se hacía el loco y él no sabía qué hacer. Pidió ayuda a Manolo Mancilla y venía algunas tardes a echarle una mano. Pero un fin de semana, que había fútbol en la playa, olvidó la comida de los animales.

Al llegar el lunes por la tarde, se quedó desconcertado. El gorrino, dándole un hocicazo, desparramó los dos cubos de desperdicios y se los tragó antes de que pudiera reaccionar. Pero, al volver la cara, se quedó descompuesto. Había en el suelo, totalmente destrozados, una matanza de conejos. Descubrió un boquete debajo del muro y pensó que podía haber sido el cochino o una culebra. Se volvió llorando a casa.

Su padre consoló dándole una lección: “Mira, hijo, los animales que viven juntos no se hacen daño unos a otros, a no ser que tengan hambre o estén en peligro sus crías. Lo primero que tienes que hacer es que no les falte comida; lo segundo, poner defensas para que no entren alimañas y maten a las crías. Pon un cepo en el boquete que han hecho y espera a que caigan.”

Así lo hizo y, a los pocos días, una rara alimaña, como una rata grande con un rabo largo, había caído en el cepo. Un vecino de un corral le dijo que era una comadreja y que allí era difícil criar conejos, porque había muchas. Aquello fue el fin de los conejos y del cochino. Su padre le dijo que devolvería el corral a su amigo y que le regalaría el cerdo y los conejos que quedaban.

Respiró tranquilo, porque el cerdo y los conejos se habían convertido en una carga que él solo no podía llevar. Su hermano Pepe tampoco estaba por la labor y era preferible dejarlo. Pero aquella experiencia de criar animales le sirvió para toda la vida. Las plantas y los animales son seres que, como todos los que tienen vida, necesitan comida, defensa y respeto. A cambio, nos dan su compañía, su amistad y sus productos como recompensa. Eso exige una correspondencia humana y un buen trato.



JUAN LEIVA

domingo, 20 de septiembre de 2009

EVOCACIONES ALCALAÍNAS: 11.- Los palomos

En aquellos años de la posguerra, en Alcalá había muchos palomos, y también, muchos cernícalos. Eran las dos especies de aves medianas que más abundaban. Los palomos vivían en un gran palomar donde nadie los molestaba; era la bóveda de la Victoria. Nunca después ha podido ver tantos palomos en ningún otro lugar. Sólo podrían competir las plazas públicas de ciudades, como Cádiz o Jerez, fomentadas por la generosa acogida de los ciudadanos y los turistas.

Eran verdaderas bandadas las que surcaban el cielo alcalaíno al clarear el día. Iban a comer, a beber y a traer comida para las crías. Entre dos luces, por la tarde, volvían a recogerse en la Victoria, en sus nidos y en los palomares domésticos. Rara era la casa que no tenía unas palomeras hechas de madera, en forma de casilla con entrada, situadas en el corral, donde se recogían las colleras de palomos.

Muchas veces ha pensado en las razones que favorecían la abundancia de los palomos en Alcalá, y concluye que debían ser los tiempos de la posguerra. Muchas familias no podían tener aprovisionamiento de carne para los enfermos, niños y ancianos. Los palomos ofrecían una carne barata y sana. La carne de caza conseguida por los furtivos era prohibitiva y estaba reservada para los que podían comprarla.

Había muchas clases de paloma y los chavales las conocían al vuelo. En el corral de su casa, en el callejón Osorio, tenían unos palomares. La paloma más abundante era la común, casera o doméstica, de alas azuladas, cuello y buche oscuro y pico gris-blanco. La silvestre o bravía, de plumaje apizarrado, cuello verdoso, pico azulado y pies rojizos; no soportaban la cautividad y habitaban en los Alcornocales y en los cotos. La mensajera era parecida a la común, la cultivaban los aficionados que formaban asociaciones y hacían competiciones entre largas distancias. La torcaz era parecida a la silvestre, de pecho cobrizo, vientre blanquecino y cuello con collar blanco. La zorita o zurita, de plumaje ceniciento azulado, ala con mancha y bordes negros, pico amarillo y patas de color negro rojizo. Había muchas más, pero éstas eran las más conocidas.

Una vez al año, el padre Manuel llamaba a un hombre que le hacía las faenas de limpieza del jardín del claustro y de la bóveda de la iglesia. El subía para ayudar al hombre. Al entrar en la bóveda, se quedó perplejo cuando vio a tantos palomos escapando por el ventanal para lanzarse al vuelo. El hombre ya había tapado el día antes las ventanas y sólo había dejado una entrada. Decía que los palomos hacían mucho daño en las bóvedas y que había que reducirlos. Los cogía de un manotazo, los metía en sacos, los ataba y los bajaba al claustro. Después los vendía y daba a los necesitados, tal como le decía el padre Manuel. A él le dio un par de colleras para su palomar.

Había chavales que mataban palomos con el “tirachinas”. Era un artilugio compuesto de una horqueta con dos brazos, a los que se ataban dos gomas unidas por un trozo de material, para lanzar piedras o plomos. Más tarde llegaron las escopetas de plomillos. Alcanzaban mayor velocidad y distancia, de manera que entrañaban más peligro y no permitían que las usaran los niños. Hoy no hay lugar para más, pero otro día evocará a los cernícalos.



JUAN LEIVA

martes, 15 de septiembre de 2009

Amigo Andrés...

En nombre del Hermano Mayor y de su Junta de Gobierno a la cual con sumo orgullo pertenezco, te damos las gracias por la información que diariamente has venido emitiendo sobre los cultos de nuestra Hermandad de la Santisima Virgen de los Santos, realizados desde el 14 de Agosto al 13 de Septiembre de 2009.
Segimos contando contigo y vuestro blog, hazlo extensivo a todos los componentes de dicho blog.
Gracias y un fuerte abrazo,
Manuel Pérez

domingo, 13 de septiembre de 2009

EVOCACIONES ALCALAÍNAS: 10.- El batallón y los camiones



Aquel batallón de soldados y unos veinte camiones aparecieron en Alcalá como por encanto. Era una flota de unos camiones de color pajizo para el camuflaje. Por aquella fecha sólo había en Alcalá un par de coches y el camión del carbón. Los chavales decían que eran camiones rusos, que los nacionales se lo habían requisado a los “rojos”, pero los mayores aseguraban que eran un regalo de los alemanes. Llamaban la atención y entusiasmaban a todo el mundo: fuertes, de bateas y defensas gruesas, de motores potentes, de ruedas duras casi macizas... Nunca habían visto tantos camiones juntos perfectamente aparcados en La Playa, entre la plaza de toros y el convento de Santo Domingo.

De vez en cuando desaparecían y estaban dos o tres días por ahí. La gente decía que iban al “frente” a llevar comida, armas y refuerzos. Volvían a Alcalá y estaban unos días de descanso, reponiendo los desperfectos, engrasando los motores y llenando los tanques de gasolina. Las jóvenes bajaban por la tarde al paseo de la Playa para ver a los soldados. Los chavales, cuando salían de la escuela, se iban a ver los camiones. El batallón tenía una banda de música y ensayaba con frecuencia. Tocaban para celebrar alguna victoria, una fiesta, algo. Todos esos recuerdos quedaron como en una nebulosa infantil sin claridades.

Un día anunciaron que el sábado por la noche darían un concierto en la Alameda. Alcalá tenía unos 12.000 habitantes y la Alameda se puso de bote en bote. La banda llegó tocando una marcha militar y se paró en el centro de la plaza. Un espectáculo así nunca se había visto en Alcalá. Era una hermosa noche de verano. El director ordenó a los músicos y, a golpe de batuta, iniciaron el “Sitio de Zaragoza”. Aquello ponía los pelos de punta. Las mujeres lloraban, porque muchas tenían los maridos o los hijos en la guerra. Los hombres se refugiaron en la Cervecería, en el bar de los Panaderos, en el de Dominguito, en el de Vicente, en el Central y en el Casino.

De pronto, apareció en el balcón del Ayuntamiento un soldado haciendo un solo de corneta espeluznante. Otro le contestó desde un balcón de enfrente. Y un tercero hacía aspergios y filigranas desde un balcón del casino. Aquello duró más de una hora, pero los mayores no se movían de los poyetes de la alameda, ni los chavales del suelo. Cuando terminó, la gente aplaudía arrebatada por la música, por el embrujo de la noche, por los jóvenes ausentes en la guerra, por la añoranza de los muertos...Y las mocitas miraban a los soldados con cierta complicidad.

Una tarde, al salir del Colegio, los chuiquillos comentaban: “Un camión ruso se ha caído en el arroyo de San Antonio.” Con los portalibros a cuestas, cogieron la calle Real, la Plazuela, la calle las Brozas, la cuesta de San Antonio y llegaron al arroyo. Los soldados impedían la bajada a todo el mundo. Desde arriba veían el arroyo y el camión empotrado en la ribera. Al soldado- chofer del camión no le pasó casi nada, pero el camión quedó destrizado. Lo ataron con unas maromas de acero y otro camión, desde la carretera, tiraba dando unos rugidos tremendos. A los chavales no se les escapaba ningún movimiento. Hasta que no vieron el camión en la carretera, no se marcharon.

Cierto día, sin decir nada, los soldados comenzaron a recoger los petates, a plegar las tiendas de campaña, a guardar los cacharros de cocina y a echarse los fusiles al hombro. La noticia corrió por el pueblo como una mancha de aceite. Aquello fue un jarro de agua fría. El pueblo ya había asumido la presencia de los soldados como algo propio; los chavales perdían su gran entretenimiento y las mocitas veían caer los pétalos de aquellas rosas románticas de los jóvenes soldados. Sólo quedaron unas piezas viejas de los camiones para chatarra. Poco a poco la morriña fue desapareciendo y el pueblo comenzó a encajar el difícil camino de la posguerra.



JUAN LEIVA

OCTAVA DE LA ROMERÍA - ALCALÁ DE LOS GAZULES

Hoy domingo 13 de Septiembre se celebra la Octava de la Romería.
  • A las 11:30 horas: Presentación a la Virgen de los niños/as nacidos/as el último año.
  • A las 13:00 horas: Solemne Función Religiosa.
  • A las 14:30 horas: Gazpacho en el Patio del Santuario.
  • A las 21:00 horas: Cierre del Santuario.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros, santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

viernes, 11 de septiembre de 2009

PREGÓN DE LA FERIA DE ALCALÁ DE LOS GAZULES 2009



26.08.09
PREGÓN FERIA ALCALÁ DE LOS GAZULES
BIBIANA AÍDO. MINISTRA DE IGUALDAD

Querido Alcalde, Consejero, Presidente de la Diputación, Romera Mayor, Romeras de honor, Autoridades, Amigas y Amigos.

Podría comenzar esta noche agradeciendo el honor que supone para mi haber sido invitada a pronunciar este pregón, podría comenzar dedicando frases elogiosas a nuestro pueblo, hablando del más de siglo y medio de historia que tiene nuestra feria, podría comenzar con la famosa frase de Lorca o con algún verso prestado, pero de todas las formas que se me ocurren, quiero comenzar esta noche dando las gracias a quienes me escucháis, a las alcalaínas y alcalaínos.

Gracias por ser gente noble, gente auténtica, sencilla, tenaz… buena gente. Gracias por estar siempre. Porque aunque yo nunca he dejado Alcalá, lo que puedo comprobar a diario es que Alcalá tampoco me ha dejado a mí. Lo noto cada día en la distancia y en la cercanía, y es que mi vida, ha ido cruzándose con mis paisanas y paisanos, sea donde sea, en cualquier lugar al que me hayan llevado mis pasos.

Siempre tengo a alguien de Alcalá cerca. Y cuando la vida me hiere o me roza la melancolía, mi memoria siempre vuelve aquí, a Alcalá, para unirme a la memoria de los míos.

Para unirme a la memoria de los míos, a esa historia que lleva de la Laja de los Hierros y los grabados prehistóricos, a la época de los turdetanos o a la primera inscripción romana de España, que se encontró en la mesa del Esparragal y que hoy se conserva en el museo del Louvre. En el rompecabezas de mis recuerdos, encajan como un guante iglesias visigodas ya desaparecidas o los dos centinelas que siguen vigilando nuestro pueblo: el castillo y la parroquia

Pregonar una fiesta o una feria cualquiera supone una enorme responsabilidad por lo que tiene de bienvenida y de invitación a disfrutar de unos días de encuentros y abrazos compartidos, pero si además, se trata de pregonar la feria que marcó parte de tus anhelos e inquietudes de infancia y de juventud, te obliga a realizar un ejercicio de encuentro con tus recuerdos, a pasear por la memoria, a regresar al pasado, te obliga a sentarte para contemplar parte de tu propia vida y también a reconocer los vacíos selectivos de la memoria.

En esa mirada atrás comenzaron a aflorar las primeras nostalgias, voces lejanas se hicieron presentes, lugares que ya no frecuento volvieron a ser familiares.

He vuelto al patio del Beaterio durante el recreo y he tratado nuevamente de zafarme de la mirada atenta de Hermanas y profesoras para escaparme a jugar a la cerca. He vuelto otro sábado por la tarde a este parque que otra vez tenía muros, y hemos vueltos a escondernos de Angelito cuando apagaba las luces y daba el toque de queda. He vuelto a comer el pan del Puerto la Pará y he montado otra vez a caballo en Las Porquerizas, he pasado una tarde de lluvia tomando café de pucherete en la venta de “Patriste”, y he vuelto a hacer las cuentas, y me siguen faltando dedos para contar las personas queridas que sigo teniendo en mi pueblo.

He podido, además, pasearme por las ferias que llenaban de ilusión mi vida cada septiembre como ocaso de un verano que se resistía a acabar. Y me he visto con traje nuevo en el chalé, en casa de mi abuela Pepa que me daba 20 duros para subirme en los “cacharritos”, me he visto esperando turno para comprar un algodón dulce mientras pensaba que tenía que haber algo de magia para hacer aquella nube rosa que se podía comer, me he visto muerta de miedo en el tren de los escobazos y me he visto de la mano de mis padres para subir a esa noria que yo veía enorme y majestuosa.

Yo era muy pequeña y recuerdo que quería crecer para poder subir sola en una de sus cunitas, para volar alto, para dar vueltas sin parar, para descubrir “qué” se sentía sola ahí arriba, y para volver siempre al mismo lugar.

Volver, siempre volver, reencontrarnos con quienes se alegran de vernos y nos alegramos de ver, llegar al punto de partida, saber que no estamos solos, eso sigue siendo la feria hoy para mi y para la mayoría de quienes tuvieron que irse en busca de un futuro mejor.

Que fueron muchos, que siguen siendo demasiados. Porque es mucha la gente de Alcalá que está repartida por el mundo. Estamos por todas partes. Pero con cada alcalaíno o alcalaína que vive fuera tenemos una embajada de nuestro pueblo, ampliamos nuestros límites geográficos, nuestros espacios vitales, porque nadie nos quita el amor por nuestras raíces, por nuestra gente y hacemos gala de ello contagiando a muchas otras personas que también empiezan a sentirse un poco nuestros.

Y es que Alcalá sigue dando la bienvenida a nuevos hijos adoptivos de esta tierra, como Mathew Coman, componente de uno de los mejores conjuntos musicales de Reino Unido y uno de los artífices del Festival Internacional de Música 'Al-kalat', hoy consolidado como una de las citas culturales imprescindibles del verano de la provincia.

O como, en el pasado, María Francisca Ulloa La Partera, la comadrona que vino desde Utrera para ayudar a nacer a tres generaciones de alcalaínos y cuyo nombre sigue presente en una de nuestras calles.

He podido también volver a mi adolescencia, cuando una ficha amarilla de los coches de choque era un tesoro que nos daba un enorme y efímero poder. He pasado del “Alambique”, del “Luca” y de la discoteca “Paco Nono” a la caseta municipal, a la peña taurina y a la de Amigos del camino cuando llegaban los ansiados días de Septiembre. He vuelto a la primera subasta en la que conseguimos un “cuarto” en Los Santos, aquel que llamaban el “ropero” por sus reducidas dimensiones, y a la de unos años después, en la que pasamos a tener el “comedor”, el más grande y deseado de todos. He vuelto a bailar sevillanas y a hacer el camino, un rato en la carreta, otro rato a caballo o andando y a tomar un caldo en la “pará” del cortijo para coger fuerzas hasta llegar a los Santos.

Llegar a Los Santos, y verla, porque como dice el estribillo de esa sevillana popular: “Todos somos felices bajo tu manto”. Y ésa es la mayor grandeza, que todos la queremos. Como le escuché una vez a nuestro universal Alejandro Sanz, en Alcalá podrá haber ateos, pero a la Virgen de los Santos que no nos la toquen. Podrá haber quien no crea en dioses ni en religiones, pero sí en la Virgen de los Santos, sí en esa vieja señora que aguarda en un recodo a que cualquiera deje un exvoto, una oración o un guiño cómplice.

Recuerdo lo orgullosa que me sentí, cuando, como delegada provincial de Cultura, pude contribuir a la restauración de las pinturas de la cúpula del santuario. En el fondo, aquí entre nosotros, me sentí tan contenta como si estuviese contribuyendo a la restauración de la casa de una vieja amiga.

A cuanta gente has visto nacer!! Cuánto talento bajo este cielo!! Podría hablar de filósofos como Antonio Millán Puelles o Fernando Casas. De escritores como Juan Leiva, que desde Jerez sigue evocando la vieja escuela de don Manuel Marchante y sus escapadas por los cerros alcalaínos.

Podría hablar de flamencos como Joaquín Herrera, y recordar que incluso Camarón tenía raíces flamencas en Alcalá según decía un hijo de esta tierra, Juan Romero, que se casó con la poetisa algecireña Lola Peche, quien nos regaló uno de los textos más hermosos sobre nuestro pueblo:

“Alcalá de los Gazules… la presencia sin orden de tus casas, se cuelga entre el verdor alegre, blanca y arracimada, o desplegada al viento, igual que una bandera victoriosa, bordada de perennes laureles. Dame la bienvenida, bajo tu azul rotundo que yo he de recordarte con gozo, siempre… siempre…”

Podría hablar también de políticos, muchos, y de entre todos uno: Alfonso Perales, cuyo nombre sigo sin poder conjugar en pretérito imperfecto.

Podría hablar de Sainz de Andino, que llegó a fundar la Bolsa de Madrid pero cuyas ideas liberales lo llevaron a exiliarse a Francia en dos ocasiones. El se oponía al retorno del absolutismo de Fernando VII, como muchos y muchas nos seguimos oponiendo a cualquier tipo de absolutismo, sobre todo al de aquellos que creen tener toda la razón durante todo el tiempo.
Podría hablar de Juan Lobón y su mundo, que es el de la aventura, el de la emoción del bosque, esa selva de alcornocales que nos rodea y que nos sigue diciendo que el ser humano no es el rey de la creación sino una parte frágil y cargada de dudas de ese maravilloso espectáculo al que llamamos naturaleza.

Podría hablar de algunos otros de nuestros personajes legendarios, recuperar a Batata o a Potoco. Podría hablar de los corcheros, de los agricultores, y en general, del esfuerzo de los trabajadores para sacar adelante nuestra tierra.
Pero además de todo eso, a mi me gustaría también hoy, poder recuperar la memoria y expresar mi reconocimiento y gratitud a todas las mujeres alcalaínas. A las recordadas y a las anónimas, a las de ayer y a las de hoy. A las que se enfrentan a las tareas cotidianas, al día a día. A las jóvenes, que luchan, que se forman y trabajan para tener un futuro mejor. A las abuelas, a todas esas mujeres que han renunciado a su descanso y a su ocio, para dedicarse a la crianza de nuevo, esta vez de sus nietas y de sus nietos. A ellas, porque están soportando estos años de cambio entre la realidad que tenemos y la que aspiramos a construir.

A sus hijas, madres a su vez, que no quieren renunciar a sus sueños, a sus carreras profesionales, a sus vidas propias. Mujeres que hacen equilibrios con los tiempos, con las presencias, las ausencias, con las dobles y con la triples jornadas…Y a todas las demás, a las que se fueron, a las que vuelven, a las que vienen por primera vez. A las que quieren saber y van al centro de adultos para estudiar lo que antes no pudieron. A las que suman, a las que no llegan a fin de mes, a las viudas, a las que viven solas, a las que no se desalientan, a las solidarias, a las que sufren en silencio, a las que deciden hablar, a las que resisten, a las que sueñan… A las muchas que hacen de este pueblo, cada día, un lugar mejor donde vivir.

Uno de los mejores lugares para vivir, para compartir. Un lugar de marineros en tierra, de sirenas varadas a orillas de La Janda, y quizás sea por eso, quizás porque añoremos el aire fresco de los puertos, por lo que tengamos tanto nombre marino a nuestro alrededor, que siguen llevando a la confusión a algunos de los que se acercan a visitarnos.

Y es que los nombres no importan aquí, como bien sabe la Calle Real, que ha tenido tantos, que ella sigue orgullosamente llamándose Calle Real. Como la Plaza de la Cruz se llama La Alameda.

“Una caprichosa construcción de naipes, frágil y blanquísima, sobre una colina que brota de entre la esmeralda de los campos”. Así se refería a Alcalá, Manuel Pérez Regordán desde Arcos de la Frontera.

Para mí, esa baraja de naipes toma cuerpo como si formara parte del cuento de Alicia en el país de las maravillas. Y es, en cualquier caso, un póker de corazones, donde cabe el gazpacho, la coracha, el picacho o el fervor por nuestra patrona.

Pero sobre todo, donde cabe ese legítimo orgullo de sentirnos hermanos de este paisaje, testigos de sus siglos, cómplices de todos los Gazules, que seguimos intentando evitar que las cornadas de la vida empitonen a nuestro pueblo. Como dice la letra de nuestras contradicciones, Alcalá tiene playa, tiene puerto y tiene minas de sal. Pero antes que nada, tiene un corazón solidario y colectivo que palpita con más fuerza que nunca cuando llega la feria.

Hace unos años, tuve el honor de pregonar las fiestas de San Jorge y le pedí a nuestro patrón que se convirtiese en mensajero de la paz. Le pedí que la cordialidad y la convivencia fuesen las reinas de la fiesta y la tolerancia y el respeto nuestros compañeros de baile. Le imploré que derrotase al dragón de la ignorancia, la maldad y la injusticia, y que siguiera luchando cada día por un futuro lleno de esperanza y de amor.

Hoy me dirijo a nuestra patrona, nuestra virgen de los Santos, la de los que creen y la de los que no creen. Y le pido que destierre el mal y lo mezquino. Que no se nos olvide el oficio de vivir. Ni el noble oficio de trabajar cada día con energía y en confianza de mejorar el mañana. Que nos libre de los ataques del fanatismo. También del rencor, la crispación y los enfrentamientos: “siempre es más lo que nos une que lo que nos separa”. Que construyamos una cultura de paz donde no tenga cabida el desprecio hacia la dignidad de los demás. Que la prosperidad y el bienestar imperen en nuestro pueblo.

Y que el tiempo se detenga en estos días de feria, que no pasen las horas. Que sigamos estando juntos y que siga sin sobrar nadie.

Dicen que el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños. Yo hoy me vuelvo a ver como la niña que fui, como aquella que soñaba y que deseaba poder subir sola a la noria para ver qué se sentía, y les puedo asegurar, que nada me habría gustado más, entonces, que verme aquí, en este momento, gritando:

VIVA LA FERIA!!!
VIVA ALCALÁ!!!

jueves, 10 de septiembre de 2009

LOS ORÍGENES DEL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE LOS SANTOS

En las crónicas de Castilla Medieval, se narran con bastantes pormenores la derrota sufrida por el infante musulmán Abdul-Melik, hijo del Rey de Marruecos. Pero el contemporáneo “Poema de Alonso el Onceno”, aporta los primeros indicios de la conexión de esta célebre batalla con los remotos orígenes del Santuario de la Patrona alcalaína.
Octubre de 1339. El citado príncipe salió de Algeciras con ánimo de conquistar el fronterizo poblado de Alcalá. Para impedir su acción se formó enseguida un contingente de tropas cristianas, al mando del Maestre de la Orden de Alcántara, y con participación de varios Consejos de la Comarca. Este ejercicio hizo campamento en el Llano del Tardal, hoy de los Santos, antigua vega del morisco Monte Gibr (Alvar), junto al camino real antiguo o cañada del Esperón.
Al amanecer (relata el Poema) descubrieron los soldados un crucifijo colgado en una alta vara, hecho que nadie supo explicar y fue tenido por milagroso.

“La mannana ssalia clara.
Fesieron ssu oracion,
e vieron en una vara
Vn muy fermoso pendon;
Vn crucificio y estaúa
Fegurado noblemiente,
E a todos semajava
como vino carnalmente.
Las cinco llagas tenia
Con que Dios padescio muerte
De las llagas parecia
que corria sangre fuerte.
Mucho se maravillavan
de tan fermoso pendon,
E los ynojos fincavan
E fasian oración”.

Esta aparición era presagio celestial del éxito de la empresa. En efecto, poco después se libraba la batalla de Pagana o Patrite, en el llano de la Pelea, y allí pereció el reyezuelo moro, señalándose aún el lugar donde encontró la muerte. Su expedición quedó desde luego completamente desbaratada, y aunque su padre Abdul-Hassan, Rey de Marruecos vino luego a vengar la pérdida de su hijo, de ahí se derivó nueva y gloriosa victoria cristiana en la insigne batalla del Salado de Tarifa.
Con los sucesos, debió ser intensa la emoción religiosa de la hueste cristiana, penetrada de espíritu de cruzada y en la que participó con mesnada propia el obispo de Mondoñedo. Igual fervor experimentó sin duda el pueblo de Alcalá, liberado del asedio islámico. Ejército y pueblo hicieron constantemente la obligada oración de circunstancias, la invocación y cántico del Trisagio, el habitual himno trinitario o triple “Santo” en honor del Señor de los Ejércitos. Conforme era costumbre, los alcalaínos levantaron el Humilladero conmemorativo, sencilla Cruz de piedra sobre gradas; eso sí, colocando al pie una lápida con la evocadora alabanza:

SANCTVS
SANCTVS
SANCTVS

A este lugar devoto se iba a orar en las calamidades; colocado al borde del camino real, servía para los saludos de viandantes piadosos y tal vez fuera muchos años punto de romería o fiesta que recordara la antigua victoria.
El testimonio más fundado sobre los nuevos pasos del culto podemos sacarlo, sobre todo de fray José de San Anastasio, erudito carmelita que escribe en 1723, pero refiriéndose siempre a tradiciones antiguas y muy venerables.
En ocasión de una popular peregrinación al Humilladero para pedir remedio por la sequía la voz de un pastor ignoto proclamó que allí quería Dios se hiciese una ermita a la Virgen. Acogida con entusiasmo la idea, se determinó el sitio más a propósito y se construyó la pequeña iglesia sobre el fundamento de la piedra antigua de los “Sanctus”, la cual habría de dar la advocación de la Virgen de los Santos, alteración normal en un culto popularizado y concorde con la insigne titulación eclesial “Regine Sanctorum Omnium”.
La imagen de la Virgen tiene origen desconocido. Hay versión de que provino de la misma Parroquia local, pero es más divulgada la tradición consabida de que fue donada por dos caminantes desconocidos, suponiéndose también especial intervención divina en su artificio, anterior ciertamente a 1591 en que el Sínodo diocesano prohibió las llamadas imágenes de candelero y vestidas. Por este tiempo abundan las bautizadas alcalaínas de nombre María de los Santos, empiezan los más antiguos ex votos que han llegado a nuestros días y la ermita debió ampliarse cuando un documento habla de “la yglesia de nuesttra señora de los santos”.
Se aprecia que la construcción actual es heredera de otra anterior que ha dejado su huella románica en la portada del templo. Fue obvia también la aparición paulatina de algunas modestas construcciones o anejos, al intensificarse incesantemente el culto y estima comarcal de la Virgen de Alcalá.
El Cabildo la tuvo primitivamente en sus armas blasonadas y el pueblo la veneró por Madre y Reina desde siempre, aunque el Patronato oficial se otorgara por la Santa Sede en el siglo pasado (y el año próximo se cumple el primer centenario de esta gracia).
No debemos distanciar la transformación del humilladero en santuario mariano. Como hipótesis, nos atreveríamos a suponerla casi en los mismos linderos del reinado de Don Alfonso XI, que estuvo en Alcalá, otorgó ilustres títulos a la entonces pequeña villa cercada de murallas y mostró repetido fervor marianista. El Rey castellano invocó a la Virgen del Pilar cuando se dispuso para el rechazo de los invasores benimerines, erigió la ermita tarifeña de Nuestra Señora de la Luz en celebración de la victoria del Salado y dejó escrito que a Santa Maria “nos tenemos por Señora é abogada en todos nuestros fechos é a honra é a servicio de todos los Santos de la Corte Celestial”. ¿No parece propio de su piedad promover que la Virgen presidiera también el recuerdo de aquel otro gran suceso triunfal de su reinado?

Fernando Toscano Puelles.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Doma Vaquera - Alcalá de los Gazules 2009




Video por Claire Lloyd

domingo, 6 de septiembre de 2009

ROMERÍA 2009 - ALCALÁ DE LOS GAZULES

















Salida procesional de la Santísima Virgen de los Santos por los alrededores del Santuario. Alcalá de los Gazules, 6 de Septiembre de 2009.

El tiempo que hará...