martes, 31 de agosto de 2010

FOTOS ANTIGUAS DE ALCALÁ DE LOS GAZULES


Me las envía un amigo para compartirlas con todos los aficionados al fútbol, como recuerdo de años pasados que ya no volverán.

lunes, 30 de agosto de 2010

LOS VUELOS

VIGÉSIMO CUARTO VUELO. EL Miedo.



El paisaje era propicio, finales de los años cincuenta , para que el miedo brotara como una rosa negra de los vientos. Era tiempo de silencio, también lo era de miedo. El miedo cerval que erizaba el mirlo (el flequillo) de grandes y niños entre la dramática penumbra de las calles del pueblo, por la pobretona luz eléctrica. En cada rincón un fantasma. Un fantasma en cada rincón. Seres del trasmundo. Al caer la hora bruja, con el último suspiro de la tarde, los niños nos chapuzábamos en un piélago tenebroso de sombras como fauces del Averno. Desde el pan de oro del juego a la aventura abierta entre empedrados y adoquines. Entre un caudal de emociones y sentimientos oscuros. Entre la sombra desvaída de nuestros cuerpecillos como en la mirada primitiva del hombre cavernario creíamos ver la imagen del alma. La creencia en el alma de todo lo que proyectara sombra. Por eso dicen es de arraigo popular que los fantasmas vienen a ser como una afirmación hacia el exterior de las imágenes que se florean en el espíritu “¡Ten cuidado!, que jugando a los fantasmas nos volvemos fantasmas”, orea un precepto de La Kábala. Los niños alcalaínos jugábamos a los fantasmas. Fantasmas éramos entre el reflejo amargo de la vida cotidiana. Entre los resbaladizos duendes del valor y del miedo. De aquel tiempo humano corto y débil cernudiano se vivieron muchas cosas que quedaron dormidas en el aire. La oscuridad para un niño es huerto seguro donde crece la patata del miedo. La boca del lobo por donde sale la dama de los pelos erizados, la mirada fija, la boca abierta y la faz demacrada, pálida como la cera de las velas: es la dama que personifica el miedo. Aunque Curro Sánchez, el inolvidable dornillero, tuviera otra iconografía distinta del miedo: la de un borreguito blanco que “en llegando la oscuridad se convertía en un pájaro negro echando fuego por el pico”. Un pájaro que no viene en los libros El miedo camina lento entre una estrecha vereda ribeteada por lo real y lo imaginario. Entre el corderito pastueño y el pájaro dañino y quimérico que sobrevuela en lo oscuro de la noche.

Por la brújula de Alcalá venteaba toda una imaginería oscura perturbadora del ánimo. Un mal amenazante del que no era fácil substraerse. Variado era el muestrario del miedo: en las noches de Levante, en la Peña la Negra salía una gallina con pollitos; imposible designio de la naturaleza sabiéndose la costumbre de estos animales de sueño vespertino. Una estampa de apariencia tan inofensiva; pero tan reveladora de misterios inescrutables. O aquel cura, hombre ensotanado de negro que salía por las noches, al lunario, de la hueca de un chaparro en el Hoyo de la Burraca, en el vientre del Lario. O las ánimas o aparecidos -una santa compaña alcalaína- que en las noches obscuras enseñaban sus transparencias dejando a su paso un vientesillo de frigorífico, en los callejones del Tardal a la vera del cementerio. “Entre las doce y la una pasa la mala fortuna”, ora y canta el viejo dicho popular. Existía en Alcalá la creencia de que a partir de las doce, si alguien se topara con alguna persona en el campo o en algún lugar oscuro del pueblo, lo mejor era pasar como si tal cosa por delante, pasar de largo, ya que podría tratarse de un alma en pena; eran almas malas estudiantes que tenían asignaturas pendientes con Dios. Las oraciones y sufragios de la abuela a las Ánimas Benditas del Purgatorio despejaban el campo tenebroso de los aparecidos en mala hora. Los aparecidos según nos explicaron a los zagales eran muertos que venían del Purgatorio. Siempre, por esta razón se estaba expuesto a sufrir la presencia de un susto. Los sustos estaban a la orden del día, o mejor dicho a la orden de la noche. Los miedos partían la Luna entre el terreno de los vivos y los muertos. Un espacio maldito, un aire negro inviolable. Una aljibe tenebrosa y fría, donde nadie se atrevía a asomarse al brocal por temor de ser sumergidos por las aguas parcas. A pesar de todo, en las historias de muertos resucitados como los vivos los había de buenas y malas intenciones. O buen o mal aguaje. Para ahuyentar las almas condenadas al fuego eterno, había la costumbre de encender velillas o mariposas, que eran unas lucecitas flotantes en un vaso de agua con una capa de aceite que creaba en la habitación una atmósfera de penumbras, entre mística y fantasmagórica. Los niños pasábamos de puntillas por aquella habitación que recordaba a muerto. Aquel triste pabilo de la mariposa parecía remover el fuego de la estampa donde se pintaba las Ánimas del Purgatorio, impregnando el aire con un fuerte tufo a aceite requemado. El vuelo de aquella mariposa de aceite y fuego alicortaba el ánimo y la alegría de vivir de los niños, que ignoraban las sombras de los tiempos.

La geografía alcalaína del miedo era muy imprecisa, raro no era el rincón en donde no se hubiera visto una sombra deambular. Aunque eso si: los aledaños del castillo y del cementerio y la roquedad de la Coracha se llevaron la palma. En la trama oscura de la noche cualquier sitio era a propósito para cagarse o morirse de miedo. Entre la oquedad del castillo de Media Luna se oían en las noches calmas los lamentos del Rey Moro y el ruido metálico de las cadenas y las cimitarras. Y hasta de vez en cuando alguien la oyó la voz celestial de una hurí aireando un romance. Boquetes en la cima de la Coracha que se tragaban burros enteros. Un ejemplo: el burro del Piompero. El entierro que salía del molino abandonado, en La Biomba, a un paso del cortijo del Médico (de Miguel Puelles). El fantasma ensabanado de las Peñas del Corral, que apedreado, salió de estampida por que resultó ser de carne y hueso. En la cabeza se había puesto una cacerola con un cabo de vela encendido. Una cutrería de marca mayor. En medio de estas provocadas aguas revueltas, de vez en cuando -y es ardid muy repetido- salían algunos aparecidos por aquel y por allí. También aparecieron “fantasmas” en los sitios del Altillo, la Veredilla y al término de la calle de la Salada donde se cuenta que a uno de estos “espíritus” le calentaron las carnes con una vara de acebuche y ya no apareció más. Aparecidos con los pie en la tierra para espantar a los moros de la costa de los amores oscuros. De ésta secuencia queda la memoria interior. Nada ni nadie podrá mandar en el sudor de su alma.

La historia de los fantasmas es la historia de las supersticiones populares. Muy lejos de los espantajos ocasionales que poblaron torpemente el ayuno de luz de las calles pero que a la postre fueron el calostro del miedo grande.

Por eso, entre el silencio la voz callada de la locura los niños alcalaínos, a la boqueada de los años cincuenta, le daban caña a los instintos del miedo y se dejaba encender por el rodete apretado del sol, conjurando entre juego y juego, el maleficio de la oscuridad siempre porvenida de la noche: “Una, dos y tres; el que no se haya escondido tiempo ha tenido”, mientras que las agujas del reloj de la Alameda iban caminando lentamente sin tregua a la hora de los crepúsculos. A esa hora convenida en que los fantasmas empiezan a plancharse las sábanas y a embadurnase con polvillo de arroz la faz. Que pronto entre el rumor o el oleaje de otras sábanas benéficas el sueño rendirá, siempre con la estampa descolorida de las Ánimas del Purgatorio por delante. Hasta que el pájaro blanco del alborear le ponga alas al despertador de la madre, para echarse de nuevo a los brazos de la memoria tierna y agridulce de la infancia. Siempre, hasta el final de los tiempos, habrá una voz subterránea que nos grite que hay que tenerle miedo al miedo por mucha luz que habite la soledad de los callejones perdidos.

Nunca olvidaré, aquella impresionante secuencia como definición última del miedoque leí en un libro de Max Aub (La verdadera muerte de Franco), en la que una niña de once años, queriendo consolar una fuerte llantina de su hermanita de tres años y como se acercara por arriba en el cielo raso un avión bombardero le dijera que si no se callaba la iban a oír desde arriba. Y la criaturita se calló.

Aquellos pájaros metálicos fueron los fantasmas más negros, con sábanas negras que sobrevolaron durante tres años el paisaje del día y la noche de un pueblo acostumbrado a otros sustos imaginarios. Y todos los niños según cuenta la historia se tragaron el llanto no fuera a ser que el pájaro de arriba los oyeran.

En la antigüedad, se representaba el miedo con esta estampara de una liebre con alas huyendo de una serpiente. Escriba cada uno su propia fábula del miedo; que uno el que escribe va a echar un rato con los fantasmas del pasado que reinaron las calles de Alcalá. Aquella memoria de la luz y la sombra definitivamente perdida en un vuelo inalcanzable. Hoy son otros los pájaros y otros vuelos los que asustan.



Jesús Cuesta Arana

16 de Mayo de 2010

viernes, 27 de agosto de 2010

EVOCACIONES ALCALAÍNAS



50.- La Feria y la Mujer alcalaínas


Alcalá está de feria. Es una de sus fiestas por antonomasia. El privilegio de la feria de Alcalá no es de ayer; es del siglo XVI. Tanto la feria de Jerez de la Frontera como la de Alcalá de los Gazules tomaron gran importancia a partir de ese siglo, junto con las de Medina Sidonia y Villamartín. Las dos columnas que la prestigiaban eran el ganado y los talleres artesanales. A ellas acudían traficantes de todas las regiones e incluso del extranjero. Y el ornato más bello, la mujer alcalaína con sus trajes de faralaes. Hoy, Alcalá sigue ocupando uno de los primeros lugares de las ferias de la comarca, aunque su fisonomía y su contenido hayan cambiado totalmente.

En mis tiempos de niño -década de los 40-, el recinto ferial era el paseo denominado “La Playa”, con un buen alumbrado. Allí, en la cuesta de Santo Domingo, estaba la Plaza de Toros, elemento fundamental para los días de feria. Había siempre dos acontecimientos taurinos: una gran corrida para los mayores, y una charlotada para los niños y niñas. Ambos ponían la plaza a rebosar. Otro espectáculo ferial era un gran partido de fútbol en el “Joyo”, generalmente contra Medina o Paterna, al que acudía también todo el pueblo. Y el otro elemento espectacular era el Cine Gazul en Río Verde. Por la tarde echaban una película para niños y, más tarde, otra para mayores. En una caseta, un conjunto musical del pueblo organizaba el baile, mientras los chavales nos montábamos en los cacharritos.

Hoy, el recinto ferial y los elementos de divertimento son otros, posiblemente mucho más sofisticados y confortables, pero tendentes a conseguir los mismos objetivos, la diversión y el descanso del pueblo y sus visitantes. Para mí, el día central y más importante de la semana es el viernes, día dedicado a la mujer. En unos tiempos en que la sociedad se ha ensañado contra el ser más importante de los humanos, es un signo esperanzador que la mujer ocupe en sus fiestas un protagonismo especial. Y no sólo por su belleza y ornato, sino porque son las que dan vida a todo.

Cuando mi familia vivía en Alcalá, mi casa tenía seis mujeres: mi madre y cinco hijas. Después, en Jerez, nacería otra, María de Gracia, de manera que eran siete mujeres. Y ocho varones, mi padre y siete hijos. Sin las mujeres, hubiera sido muy difícil salir adelante los quince miembros en una época como la de la posguerra. Mis hermanas trabajaron casi todas en la Telefónica de Jerez, pero el tiempo libre lo dedicaban a ayudar a mi madre.


Hay unos caracteres que distinguen a las mujeres según la geografía donde han nacido, el clima, la educación, su trabajo, sus capacidades... De la mujer alcalaína podemos decir que es bella como bella es la geografía de nuestro pueblo; expresiva como nuestra flora; pasional como nuestro clima; religiosa por educación y vivencias; trabajadora porque así lo ha aprendido de sus padres; valiente ante la vida porque lucha por sus hijos; constante porque ha mantenido las tradiciones de nuestro pueblo; muchas han tenido que emigrar, pero han sabido echar raíces y adaptarse a nuevas situaciones. Nuestras mujeres son las fuentes de las que manarán hijos e hijas similares.

Por eso, para un adulto, la pérdida más dura es la de su pareja. Unamuno decía: “Ella era mi costumbre. Desde que murió, he quedado sin rumbo, desacostumbrado.” Otro poeta ha dicho: “Su muerte es lo más inoportuno que me ha sucedido, lo más injusto, un enorme agujero de soledad que no acabo de llenar.” Y los cristianos saben que, de alguna manera, el ser querido que ha muerto sigue presente aunque esté ausente. Por eso, cuando oímos que un hombre ha matado a su pareja, uno se acuerda de los monstruos. Y, si se pusiera a tiro, le diría: “Infame, no hieras a la mujer ni con el pétalo de una rosa, ni siquiera con el pensamiento.”

Es hermoso aprovechar un día de feria para homenajear a nuestras mujeres vivas y, también, a las que han muerto.


JUAN LEIVA

miércoles, 25 de agosto de 2010

XXII CENA ANTIGUOS ALUMNOS SA.FA. - ALCALÁ DE LOS GAZULES





































A las 23:00 horas celebramos la XXII Cena de Convivencia Antiguos Alumnos y amigos de la Asociación, que fue servida por José Ángel Pizarro Moreno, Gerente del Hotel San Jorge de Alcalá de los Gazules.

En los postres dio la bienvenida a todos los presentes el Presidente de la Asociación, Andrés Moreno Camacho, agradeciendo a todos la asistencia a esa cena que ya es un referente en el verano cultural de nuestro pueblo.

Buenas noches, amigos y amigas que, un año más, estáis aquí respondiendo a la llamada de la Asociación. Gracias, muchas gracias a todos. Veintidós años ya, sin interrupción, de nuestra tradicional cena de convivencia, se dice muy pronto. Qué lejos queda aquel 25 de Marzo de 1988 en que constituimos nuestra Asociación.

Debo resaltar y agradecer esta presencia aquí de todos, que es un rasgo de valiosa colaboración. Gracias por darnos la alegría de vuestra amistad.

Somos una Asociación relativamente joven, que caminamos despacio con el objetivo de aglutinar las inquietudes y amistades de todos los que de buen corazón hemos formado parte del “Convento”. Abiertos a la ilusión y a la esperanza de ser capaces de devolver a esta Institución parte del acervo cultural que dejó en nosotros, pero sobre todo fieles al propósito de, aun cuando la mayoría peinamos canas, no nos perdamos en el desarraigo y sigamos configurando esta familia, que nos ha unido para siempre en la amistad sobre la base de unas raíces hundidas en lo más alto del Cerro de la Coracha. Con nuestros hechos hemos demostrado que ésta no es una Asociación más. Entiendo que debemos seguir siendo capaces, porque merece la pena, de vivir la amistad, el afecto y la fraternidad que en estas escuelas nos inculcaron desde pequeños. Somos muchos los que hemos pasado por estas aulas y, a cada uno, los avatares de la vida nos han llevado por distintos derroteros, pero estoy seguro que todos queremos que esta llama siga viva siempre y no muera nunca, y por eso debemos luchar. Creo que merece la pena.

Siempre tuve esta idea en mi cabeza. Yo pensaba, ya de mayor, reunirnos todos en nuestro colegio, con nuestras mujeres, alguna vez en la vida. Poco a poco lo vamos consiguiendo. Claro que, mi alegría sería mayor, si la asistencia de antiguos alumnos fuese multitudinaria, que no cupiésemos en este patio, pero no siempre tenemos esa oportunidad, por múltiples causas, y que, como en todas las familias numerosas, es difícil reunirlos a todos, pero en nuestro corazón siempre queda el recuerdo para quienes deseando estar hoy aquí, no pueden hacerlo. Por eso, encontrarnos, una vez más, en este magnífico patio de nuestros “recreos” y, hoy, de nuestros recuerdos, es un motivo de satisfacción para mí y, supongo que para todos.

Hoy nos acompaña Isabel Mansilla, Directora de este Centro, hija de nuestro recordado don Manuel Mansilla. Gracias Isabel por todo, por tu cariño a nuestra Asociación, por tu apoyo constante, por tu desinteresada colaboración y, cómo no, por compartir con nosotros estos momentos tan entrañables. Y te animamos para que, estas Escuelas que tanto nos dieron a nosotros, sigan educando en valores, pese a estos tiempos modernos que nos asolan y tratan de trivializarlo todo.

Gracias, también a ti, Arsenio, por tu presencia, por estar siempre ahí, para prestarnos la colaboración que siempre te demandamos.

Gracias a la Diputación Provincial de Cádiz y a nuestro “embajador” en ella, José María Moreno Macías, por su ayuda inestimable.

Y gracias a Coplaga, en particular a Pepe y a su hijo Fran, por su aportación para dar mayor realce a nuestro partido de fútbol.

Nuestro agradecimiento a José Ángel Pizarro y a todos sus colaboradores, para que esta cena sea, como todos los años, un éxito.

Me vais a permitir que lo reitere. Este patio forma parte de nuestra vida. Aquí crecimos, nos educamos y nos educaron en aquellos valores que hoy tanto echamos de menos: los del respeto, la amistad, el trabajo bien hecho, el espíritu de sacrificio y, sobre todos, en el de la solidaridad: el ponerse al servicio de los demás de manera altruista.

Aquí, como siempre, hay amigos que han venido de muchos lugares de España: Puerto Real, Martos, Alcalá, Cádiz, Vaciamadrid, Jaén, Los Barrios, Marbella, Algeciras, Madrid, Fuengirola, Conil de la Frontera, Chiclana, Huelva, Chipiona, San Fernando, Móstoles, Sabadell, El Puerto de Santa María, Ceuta, Mijas-Costa y Sevilla.

Han querido, también, compartir con nosotros esta cena, nuestros amigos Antonio Albertos, Rafael Crespo, Juan Ulloa y Pepe Torres, de la Junta Directiva de la Peña “Amigos del Camino”.

Desde Huelva, donde reside, aunque sea nacido en Encinas Reales (Córdoba), ha venido Juan Moreno Gómez. Él es antiguo alumno de la Sa.Fa. de Andújar y ha querido estar esta noche con nosotros, pues aquí tiene a sus amigos Manolo Pérez, Diego Álvarez y Juan Galván.

Creo que casi todos los aquí presentes conocen, de oída, a Juan Leiva. Pero esta noche lo van a conocer personalmente, aunque tengan referencias de él por sus “Evocaciones Alcalaínas”. Nació, como mucho de nosotros, en Alcalá de los Gazules y aquí pasó sus primeros once años. Seguro que alguna evocación hará de este encuentro.

No olvidemos que estas convivencias son muy importantes y suponen mucho para nosotros. Son parte de nuestra vida y forman parte de nuestros recuerdos. Se respira amistad, afecto, solidaridad, todos aquellos valores de los que hemos hablado antes y que, reitero, debemos seguir transmitiendo, puesto que creemos en ellos y a ellos queremos servir.

Quiero de nuevo, en nombre de la Asociación, daros las gracias y espero que sigáis colaborando como hasta ahora, para que la gran familia safista que estamos creando, -y que ya va teniendo su edad- sea cada día mayor y los lazos de amistad y cariño que a todos nos unen, sean cada vez más intensos. Ése ha sido siempre mi sueño al frente de esta Asociación. Yo, si Dios quiere, estaré siempre aquí, mientras sigáis viniendo cada año a la cena.

Seguidamente Manuel Pérez Moreno leyó, en nombre de Juan Galván Lobato, que no pudo asistir a la cena por enfermedad de su esposa, un escrito dirigido a Juan Moreno Gómez, antiguo alumno de la Safa de Andújar, que desde Huelva se desplazó a nuestro colegio para compartir estos momentos con nosotros. Dice así:

Muy buenas noches queridos compañeros y AA.AA. alumnos de la SA-FA. Este año, se han cumplido cuarenta y dos años que unos cuantos alumnos de la SA.FA de Alcalá de los Gazules, salíamos del Internado de Andújar, después de estar allí, durante cinco años.

Pues bien unos de aquellos alumnos que salieron de allí en aquellas fechas pero que no es de Alcalá de los Gazules, sino de un precioso pueblo del sur de Córdoba, llamado Encinas Reales, se encuentra aquí con nosotros, junto con su esposa Paqui.

Este compañero que además de cumplir con sus estudios de Delineación, nos deleitaba con su música en el conjunto músico-vocal que formaba junto con su hermano Cristóbal, el compañero Ávila, el compañero Paco Ramírez y el Batería Sevillano que no recuerdo su nombre en fiestas que organizábamos en el Salón de Actos del Colegio, con el beneplácito del que fuera nuestro estupendo Director durante aquellos años el S.J. Miguel Ángel Ibáñez Narváez.

Este compañero, que después de continuar sus estudios y hacer Oposiciones a la Administración, es un hombre muy afortunado, pues tiene en su haber a cuatro mujeres que le adoran y que por este orden son: su esposa Paqui, sus dos hijas y su nieta.

Sin más preámbulo paso a deciros, que este hombre es nuestro querido amigo de siempre y para siempre Don Juan Moreno Gómez, para quien os pido un fuerte aplauso.

A continuación se procedió al nombramiento del Príncipe de la Asociación 2010 que este año ha recaído en Antonio Visglerio Sánchez. La banda le fue impuesta por el Príncipe saliente José María Pérez García. A Regli Ballesteros Periñán, su esposa, como princesa consorte, le fue entregado un ramo de flores por Eulogia Tizón Espina.

Los trofeos se entregaron a continuación, como recuerdo del VIII Encuentro de Fútbol, a los siguientes jugadores:

· Andrés Romero Torres

· Antonio Cobo Torres

· Antonio Manuel Mansilla Romero

· Alfonso Montes de Oca Rojas

· Carlos Marange Piñero

· Francisco García Estévez “Téllez”

· Juan Piñero Montes de Oca

· Isabel Mansilla Romero

· Juan García Macías

· José Gutiérrez Fernández

Por gentileza del Hotel San Jorge, se procedió a la rifa de dos entradas para el concierto que el cantante Alejandro Sanz dará en Alcalá de los Gazules el sábado 4 de septiembre de este año.

La agraciada fue María Luna Pérez, esposa de nuestro Tesorero Pedro Fernández Sánchez.


El tiempo que hará...