domingo, 28 de octubre de 2012

RECORDANDO A VICENTE RAMÍREZ PUERTO


RECORDANDO   A    VICENTE   RAMIREZ


A   Juan Ramón Ramírez



Hoy  siento  gozo  Vicente,
por  lo  feliz  que  estarías,
y  el  orgullo  que  tendrías,
con   Alejandro  presente,
en   tu   pueblo  tan   querido,
dándole   categoría,
por   el   gesto  que  ha  tenido
de  actuar  con  su  alegría
para  tu  adorada  gente
este  señalado  día.
Y  es  seguro  que  en  su  mente
Vicente  no  faltaría,
 y   con  tu  pueblo  de   frente,
para  ti  les  cantaría.



Fco. Teodoro  Sánchez  Vera
Alejandro  Sanz  en  Alcalá

jueves, 25 de octubre de 2012

PEÑA AMIGOS DEL CAMINO - VIAJE A GRANADA

La Peña Amigos del Camino ha programado un viaje a Granada durante los días 1, 2, 3 y 4 de Noviembre de 2012.

  • Día 1º (1 de Noviembre): Alcalá de los Gazules-Granada. Salida a las 07:00 horas (siete de la mañana) desde el Bar "La Parada". Breves paradas en ruta. Almuerzo concertado. Llegada al Hotel, distribución de habitaciones y resto de tarde libre. Cena y alojamiento.
  • Día 2º (2 de Noviembre): Granada-Alpujarra. Desayuno en el hotel. Por la mañana salida en bus privado para visitar, con guía, la Alpujarra granadina, el Conjunto Histórico del Barranco de Poqueíra y el Sitio Histórico de la Alpujarra Media y Taha, y otros. Vuelta a Granada. A la hora acordada cena en el hotel y alojamiento.
  • Día 3º (3 de Noviembre): Granada. Desayuno en el Hotel y día libre en Granada. Durante este día se podrá visitar, si se quiere, la Alhambra, previa notificación en el momento de la inscripción al viaje, pasear por el famoso barrio del Albahicyn y del Sacromonte, hacer compras y visitar el Museo Memoria de Andalucía y la cripta de Fray Leopoldo. Cena en el hotel y alojamiento.
  • Día 4º (4 de Noviembre): Granada-Alcalá de los Gazules. Desayuno en el hotel. A la hora acordada emprenderemos el viaje de vuelta hacia Alcalá de los Gazules. Breves paradas en ruta. Llegada y fin de nuestros servicios.

sábado, 20 de octubre de 2012

BUÑUELOS EN ALCALÁ DE LOS GAZULES


Los sábados y domingos a partir de las cinco de la tarde, podemos saborear los magníficos buñuelos que nos hace Isabel Vázquez Acedo en el Restaurante Casa Pizarro.

Los buñuelos son un sencillo y delicioso postre típico que se consumen en determinadas fiestas, como el Día de Todos los Santos y Navidad, por lo menos, en nuestro pueblo, aunque en otros sitios también se hacen en primavera, cuando comienza el buen tiempo.

En un bol con profundidad suficiente y con un poco de agua tibia añadir la sal y un puñado de levadura y una vez que está todo mezclado, se añade la harina y se amasa. Cuando terminamos, sólo queda taparlo y dejarlo reposar entre 15 o 20 minutos para que suba. El truco está en que la masa quede más blanda que dura.

En una sartén, previamente calentada y con abundante aceite, se irán echando con la mano haciendo un agujero en medio.

Los buñuelos deben de quedar fritos y dorados por todos lados.

Aprovecha la ocasión para darte una vuelta por Alcalá de los Gazules, donde puedes disfrutar recorriendo nuestras calles y plazas, visitando la Parroquia del Mártir San Jorge, el Beaterio de Jesús, María y José o la Iglesia de la Victoria.

La gastronomía tiene en los productos de la tierra sus principales ingredientes. Sus platos más representativos tienen su base en productos silvestres del campo, aunque tampoco se pueden olvidar los productos de la caza (mayor y menor) ni los postres. De entre sus platos más conocidos hay que resaltar el gazpacho caliente (parecido a la sopa de tomate), las berzas, las sopas de espárragos y los estofados. Espárragos y tagarninas son utilizados también para tortillas, revueltos y otros platos. Son excelentes las carnes de cerdo y de vacuno retinto, aunque no pueden olvidarse las procedentes de la caza tanto mayor -venado, jabalí- como menor, -conejo y perdiz-, de las que podremos dar cumplida cuenta tanto a la plancha como a la parrilla así como en magníficos estofados. Merecen especial mención los elaborados cárnicos como la morcilla, el morcón, la longaniza, los chorizos y el lomo en manteca y no podemos olvidar el exquisito queso de cabra. Como postres destacaremos los dulces de almendras y buñuelos, pestiños y la popular torta de pellizco.

Te esperamos. Ven a Alcalá de los Gazules. Estamos en el centro de la provincia de Cádiz, en la comarca de la Janda y en el corazón del Parque Natural de los Alcornocales. Es una ciudad que puede presumir de poseer los rasgos de identidad más peculiares de las tierras del Sur.

jueves, 18 de octubre de 2012

LA ACADEMIA DE DOÑA MARÍA - ALCALÁ DE LOS GAZULES



  
        Tuve la suerte de nacer en Alcalá de los Gazules el año 1945. Un  catorce de febrero,  que es invierno todavía, pero ya con poco frío por estas tierras del centro de la provincia gaditana, en las que el clima no suele ser  muy riguroso en todo el año. Fui recibido con alegría por mi familia y fui  creciendo como todos los  niños, rodeado del cariño de mi gente y de mis   vecinos; empecé a  caminar y a pronunciar las primeras palabras, que  servirían de regocijo y de diversión de los  míos. En aquel tiempo vivíamos  en la calle de Los Pozos, que de manera oficial para la correspondencia, se  rotulaba entonces como: “Calle del General Mola”. 
        En los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo XX,  era  la calle de  Los Pozos una vía siempre llena de gentes, que subían y bajaban sin parar, desde el Parque a la Alameda y al contrario. Las puertas de las casas  estaban abiertas de par en par, mientras los vecinos entraban y salían de  ellas con toda naturalidad continuamente. Era una calle de una gran  vitalidad y una enorme alegría, que se percibía en su ambiente. Patios y  patios repletos de personas de todas las  edades, se encadenaban puerta  con puerta, formando una gran familia unida por la amistad, el respeto y el  cariño.
        Era extraño ver circular coches; solo transitaban algunas caballerías  que marchaban o venían del campo a sus cuadras, o a  la  cercana Posada de  la Cruz, que estaba en la Alameda,  junto al café de Dominguito (Domingo  Mateo León),  persona muy querida por mi familia, al igual que su hijo  Manolo y sus  nietos. 
         Es  esta  calle  tan  viva,   el   recuerdo  mas  antiguo  que  conservo  de  mi  infancia.  Calculo  que  tendría tres  años. Era  muy  pequeño, y  digo  esto,  porque  subido  en  un  triciclo  de  los  de  entonces  (una  tabla lisa  de  madera  y   tres  ruedecitas)  pasaba  una  y  mil  veces  por  debajo  de  la  mesa  del  comedor  de  mi  casa. Hoy  miro  esa  mesa  y  no  me  explico  como  podía  pasar  con  tanta  facilidad  por  un  espacio  tan  reducido .
       Y  por  esta  calle  me  veo  una  mañana,  recorriendo  los  escasos  sesenta  metros  que  separaban  mi  casa  de  la  Academia  de  Doña  María  García.  Había  llegado  la  hora  de  aprender  a  leer  y  escribir. Con  una  pequeña  silla  bajo  el  brazo  y  una   pizarra  con  el  marco   de  madera;   con  la  cara  recién  lavada  y  bien  repeinado,  llegué  hasta  el  callejón  de  la  Angostura, que  separaba  las  casas  de  Manuel  de  la  Jara  y  la  de  Catalina  Moro, donde  estaba  la  Academia, a  la  que  se  entraba  por  la  primera  puerta  a  la  izquierda  del   callejón.
       Había  que  subir  una  corta  escalera  y  llegabas  a   la   clase.  A    la  derecha  se  abría  un  corredor,  alegre  y  soleado,  lleno  de  macetas  de  flores  y   al  que  daban  las  puertas  de  las  habitaciones  privadas  de  la  familia  García.
       Recuerdo  que  la  clase  era  amplia,  pero  algo  oscura,  aunque le entraba  la  luz  desde  la  calle  de  Los  Pozos  y  desde  el  corredor.
       En  aquellos  años,  en  los  estudios   había   separación  de  sexos, pues  había  colegios  solo  para  niñas  y  colegios  solo  para  los  niños;  era  el  de  Doña  María  uno  de  los  colegios  de  aquel  Alcalá  con  mas  predicamento  para  la  formación  de  las  niñas.   Allí  estudiaban, y   aprendían  a  coser  y  a  bordar, conocimientos  imprescindibles  para  las  futuras  esposas  y   jóvenes  madres  de  aquella  época,  de  costumbres  ancestrales  heredadas  de  nuestros  mayores.  Al  mismo  tiempo  que  centro  formativo  para  las  señoritas,  hacía  la  función  de  guardería  para  los  niños  pequeños.  Y  allí  llegué  yo  con  mi  pizarra,  para  empezar  a  garabatear  las  primeras  letras  y  pintar  los  primeros  dibujos  de  una  casita, árboles  y  del  sol con  sus  rayos. 
         La  maestra,  Doña  María  era  una  señora  de  regular  estatura  y  mediana  edad,  que   peinaba  su  pelo,  aún   oscuro, recogido  en  un  moño  redondo;  tenía  una  cara  dulce  y   unos  labios  gruesos  que  derrochaban  bondad.  Vivía  allí  con  su  hermano  Pepe,  funcionario  municipal;  y  su  hermana  Doña  Concepción.  Era  esta  algo  mayor  que  la  maestra  y  resultaba  una  señora  encantadora,  bajita,  gordita  y  cariñosa;  tenía  ya  el  pelo  totalmente  blanco,  y  empleaba  su  tiempo  en  las  labores  domésticas; aunque si  era  necesario  ayudaba  en  la  tarea  docente;  sobre  todo  en  lo  concerniente  a  oraciones  y  plegarias  en  las  que  se  repasaba  todo   el   glosario  mariano  al  completo , con  todos  sus  piropos  interminables  a  la  Virgen María.
       En  la  parte  delantera  de  la  clase   se  situaban  las  niñas  mayores,  con  sus  cuadernos  y   sus   bordadores  de  madera,  cerquita  de  la  mesa  de  Doña  María.  Después  las  demás  estudiantes,   y  al  final  estábamos  los  pequeños sentados  en  nuestras  sillitas,  cada  uno  donde  le  apetecía.
         Los  más  pequeños  éramos  unos  mimados. Yo  me  sentía  en  la  gloria en  los  brazos  de  las  niñas  mayores, a  las  que  servíamos  de  juguete  y  distracción, éramos  sus  muñecos. Me  acuerdo  muy  bien  de  ellas;  de  sus  caras  tan  bonitas, de  su  juventud  esplendorosa  y  alegre, de  aquellas  largas  trenzas  de  pelo  negro  brillante  y  precioso  que  les  colgaban  por  la  espalda,  sus   semblantes  rientes . . . y  sin  embargo  no  recuerdo  sus  nombres,  hago  esfuerzos  mentales,  pero  no  consigo  recordarlos. . . el  ambiente  era  muy  relajado, no  pasaba  nunca  nada, no  había problemas  de  orden y  ninguna  violencia, salvo  algún  coscorroncillo  que  soltaba  alguna  chavala,  menos  simpática que  el  resto. Los  días  y  los  meses  pasaban  tranquilos. 
       Las  niñas  mayores  nos  enseñaban  las  primeras  letras  y  números, nuevos   rezos  y  con  el  paso  del  tiempo  a  sumar  y  restar,  que  era  a  lo  máximo  que  llegábamos  por  la  edad.  Doña  María  supervisaba  la  tarea   y    tenía  con  nosotros  un  trato  maternal.
      Recuerdo  aquellos  dos  o  tres  años  con  mucho  cariño.  Allí  se  creó  nuestra  pandilla: Antonio  Lozano  Coca  y  su  primo  Francisco  Lozano,  Jacinto  Pérez  García  y  su  hermano  Francisco, los  dos  José  María  Jara,  mis  primos  Manolo,   Eugenio  y  Santiago  Romero  Vera, Isidro  Mateo, Paco  Morilla,  Juan  Antonio  García,  Paco  Álvarez, Vega, los  Gilitos y  algunos  mas  cuyos  nombres  el  tiempo  se  llevó.
       Ese  tiempo  que  pasó  tan  rápido,   mientras  seguíamos  jugando  desde  Los  Pozos  al  Parque,  de  los  Altillos  a  la  Alameda  o  hasta  el  Larios, donde  guardábamos  pasto  seco  para  la  hoguera  de  San  Juan; pasto  que  había  que  esconder  y   vigilar, para  evitar  que  nos  lo  arrebataran  nuestros  “enemigos”  del  barrio  Sánchez  Flores, que  con  su
abanderado Manolito Pizarro a la cabeza y  su  hermano Ángel, Luis  Romero, Sebastián, los Valdívias  y   otros  llegaban  hasta  el  huerto  del  Tío  Curro  con  ánimo de   ganarnos  la  partida.
       Tiempos  de  murtas  y  chochitos,  de  pipas  y  algarrobas;  de  trompos  y  de  bolas,  de  aros,  de  espadas  y  escudos  de  madera;  de  procesiones  adornando  una  caja  de  cartón  con  un  crucifijo  y  una  sábana  blanca;  y  de  cruces  de  mayo  cuajadas  de  florecillas  del  campo.  De  domingos  en  el  Gazul  Cinema  viendo  películas  de  Fumanchú  y  del  Llanero  Solitario, de  Tarzán  o  de  Charlot.  Tiempos  entrañables, difíciles  y  duros (a  nadie  le  sobraba  nada) que  pasaron  demasiado  deprisa;  que  modelaron  nuestra  personalidad  y  nos  hicieron  ser  como  somos  actualmente. Amantes  de  nuestro  pueblo y  de  sus  costumbres, amigos  eternos  y  devotos  de  nuestra  Virgen  de  los  Santos.             
       Alegre  algarabía  a  la  salida  de  la  “Miga”. Sillas  bajo  el  brazo  y  carreras  para  arriba  y  para  abajo,  gritos  y  risas  que  resonaban  por  toda  la  calle  y  duraban  hasta  el  anochecer.
      Llegó  el  día  que  se  acabó  la  Academia. Había  que  seguir  estudian-
do;  mi  familia  me  apuntó  a  la  escuela  de  Don  Manuel  Marchante, pero  esa  es  otra  historia  que  contaré  en  otro  momento.
        Muchos  años  después, en  uno  de  mis  viajes  a  Alcalá,  fui  al  Beaterio  para  visitar  a  mi  querida  prima  Julia  Romero (q.e.p.d.), que  al  tomar  los  hábitos  monacales  eligió  el  precioso  nombre  de  sor  María  del  Amor.  Mientras  paseábamos por  ese  lugar  tan  nuestro, tan  alcalaíno  con  sus  preciosas  vistas, que  es  la  cerca  del  Beaterio,  nos  encontramos  de  pronto  con  Doña  María.  Era  ya  muy  viejecita, había  menguado  su  estatura  y   vivía  en  el  Asilo  de  Ancianos  que  gobiernan  desde  siempre  las  monjitas  de  nuestro  pueblo.  A  pesar  de  los  años  transcurridos  me  reconoció  y  sabía  cosas  de  mi  vida  en  otras  tierras. ¡Qué  alegría  me  dio! Seguía  teniendo  la  cara  bondadosa, y  entre  sus  gruesos  labios  se  adivinaba  una  sonrisa  cariñosa.
       No  la  volví  a  ver  mas, pero  cuando  voy  a  Alcalá  y  paseo  por  mi  inolvidable  calle  de  Los  Pozos,  me  acuerdo  de  Doña  María  y  de  aquellos  años  de  mi  infancia  en  su  Academia;  como  recuerdo  a  mi  pandilla  a  la  que  la  vida  dispersó  por  esos  mundos;   y  rememoro  nuestros  juegos  en  aquella  calle  tan  bulliciosa  y  alegre,  que  sacaba   las  sillas  a  las  aceras  las  noches  de  verano;  mientras  charlaban  y  vivían,  los  chiquillos  jugaban  sin  descanso  y  por  el  aire  volaba  un  penetrante  olor  a  jazmines  y  damas  de  noche.  Calle  que  -dormida  y  muda-   ya  en  la  madrugada,  era  despertada  por  un  sereno  que  con  voz  rotunda  y   clara  informaba  a  los  vecinos:  “¡Las  tres  y  media  y   lloviendo!“.


Francisco  Teodoro  Sánchez  Vera
Cuaderno  Añoranzas

lunes, 15 de octubre de 2012

JUAN LEIVA, ACCIDENTADO

El pasado fin de semana, nuestro amigo y colaborador Juan Leiva sufrió un importante accidente mientras hacía una ruta por los alrededores del Picacho.

Dado el lugar, hizo falta la ayuda de los bomberos que colaboraron con los sanitarios para trasladar a Juan hasta el vehículo que lo trasladó al hospital.

Desde aquí queremos animar a nuestro amigo y desearle una recuperación relámpago, de forma que pronto esté pateando nuestras calles y campos.

Un abrazo, Juan

Leer más aquí

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sábado, 13 de octubre de 2012

SUFRIMIENTO


                                                                                      
Estoy sorprendido por las interesantes preguntas y por las sugerentes cuestiones que los lectores me han propuesto al hilo de las ideas vertidas en el artículo sobre la existencia de la felicidad que se publicó el mes de julio pasado. Como es natural, muchas de las opiniones no coinciden con mis planteamientos, de la misma manera que las experiencias en las que aquéllas se apoyan son diferentes e, incluso, opuestas a las mías. No caeré en la pretensión -errónea e inútil- de defender con argumentos una convicción basada, como ya indiqué, en mi experiencia personal sólo válida para mí y para aquellos que la hayan vivido de manera análoga. 
Aprovecho, sin embargo, la oportunidad para aclarar algunas confusiones  que en varios comentarios sobre los obstáculos de la felicidad se repiten en las cartas que he recibido. Hemos de reconocer que las enfermedades, los dolores y los sufrimientos -aunque sean realidades humanas estrechamente relacionadas- nos son manifestaciones idénticas. 
Las enfermedades son afecciones comunes a todos los seres vivientes -a las plantas, a los animales y a los humanos-; son unos avisos que, amenazadores, nos anuncian la muerte; son las advertencias que, insistentes, nos recuerdan que somos débiles frente a la fuerza agresora de la naturaleza, y son unos síntomas que, claramente, nos revelan que llevamos encerrados en el interior de nuestras entrañas los enemigos de nuestra propia supervivencia. Los dolores los padecemos todos y sólo los seres animados –no las plantas- y constituyen llamadas de atención de mal funcionamiento de las piezas de nuestro complejo organismo; son las alertas que se encienden para comunicar el fallo de algún órgano; son las señales que nos alertan de que algún mecanismo corporal está estropeado.
Los sufrimientos, en el sentido estricto, son propiedades peculiares de los seres humanos; son ambivalentes prerrogativas que nos distinguen de los demás vivientes y nos afligen a los seres humanos; son las resonancias negativas, los ecos profundos –racionales e irracionales- de los dolores físicos, de las agresiones psicológicas o de los ataques morales: los dolores atacan el cuerpo y los sufrimientos hieren el alma.  El sufrimiento es una operación de la mente que interpreta el dolor y mide sus dimensiones; es una reacción de la conciencia a los estímulos desagradables; es una respuesta humana en la que interviene de manera directa la inteligencia, la imaginación y, sobre todo, la emotividad. Pero el sufrimiento es, además, una de las vías más seguras y directas para penetrar en el fondo secreto de las realidades humanas, una clave segura para conocer el sentido profundo de los sucesos. Baudelaire, con vigor, entusiasmo y hondura, nos dice que la verdad reside en el sufrimiento, en el dolor que es la nobleza más ilustre: la única aristocracia de este mundo, que completa y humaniza turbadoramente la visión de las cosas.


José Antonio Hernández Guerrero

miércoles, 10 de octubre de 2012

EL TRABAJO COMO SÍMBOLO


                                                        
Es cierto que tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de la vida de las mujeres que hagan posible -realmente y en todas partes- su igualdad con los hombres, su libertad efectiva y el ejercicio eficaz de los demás derechos humanos pero, si pretendemos que la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras “inconsciencias”. 
Las diferencias sociales, laborales, económicas, jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestro mundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de las actitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales, familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayores cuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.
En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles de las representaciones, de los significados,  de los sentidos y de los símbolos. 
Estoy leyendo un breve libro colectivo titulado Una revolución inesperada. Simbolismo y sentido del trabajo de las mujeres, en el que cinco miembros de la Comunidad filosófica Diotima de la Universidad de Verona, analizan, de manera convergente, los cambios de significados que ha producido el acceso de las mujeres al mundo laboral y ámbito de los estudios. Constatan cómo, por ejemplo, a partir de esta presencia masiva femenina, todo cambia, comenzando por el propio espacio laboral: se alteran su posición en el mundo, las relaciones familiares, el valor del dinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a la pasividad –incluso en las relaciones sexuales-, la concepción de la política y, también, la interpretación del hecho religioso. Nos recuerdan, por ejemplo, cómo, mientras la fascinación en imitar a Dios era algo típicamente masculino, cómo la concepción tradicional de la paternidad, de la actividad artística (creación) y de la política se orientaba hacia la meta de llegar a ser y a hacer como Dios, en el pensamiento femenino, por el contrario, prevalecía la relación amorosa o la relación unitiva con Dios. Opino que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política y en la religión.



José Antonio Hernández Guerrero

ESTA ES LA HISTORIA DE UN HOMBRE

Esta "poesía" está dedicada a todos aquellos que se puedan sentir identificados.


Un día de un mes cualquiera
de un año ya muy lejano,
cogió sus cosas y se fue
una mañana temprano,
un cigarrillo en la boca
una maleta en la mano.
Y un lucero lo miraba
desde su balcón del cielo
y la luna plateada
lo vio sacar un pañuelo
para secarse la cara.

Esta es la historia de un hombre
al que puedes conocer,
que un día dejó su tierra
y nunca la ha vuelto a ver.

Iba en busca de un trabajo
de una aventura tal vez,
pensaba ganar dinero
y con su gente volver
pero la cuenta del pobre
casi nunca sale bien.
Y tuvo que acostumbrarse
a vivir bajo otro cielo,
que otra luna le alumbrase,
a que estrellas y luceros
no brillaran como antes.

Esta es la historia de un hombre
al que puedes conocer,
era joven y quería
otro mundo recorrer.

Pero los años pasaron
y una familia formó
y ahora tiene repartido
entre dos tierras su amor,
en una están sus raíces
en otras ramas echó.
Y en las paredes colgaos
tiene un cuadro con su Virgen
y otro con un pueblo blanco,
a quien reza y donde vive
todos los días del año.

Esta es la historia de un hombre
al que puedes conocer,
que vive con sus costumbres
y no las quiere perder.

Ahora ya viejo y cansado
se recrea en su familia
y a sus nietos él le cuenta
cosas de su Andalucía,
que escuchan entusiasmados
sentados en sus rodillas.
Y en su cara las arrugas
te dicen lo que ha sufrido
y en sus ojos ves la lucha
de llevar consigo mismo
un sentimiento de culpa.

Esta es la historia de un hombre
al que puedes conocer,
que aunque esté viejo y cansado
aún sueña con volver.



Manolo Fernández Gómez


martes, 9 de octubre de 2012

LA FUENTE DE LA SALADA





L  A      F U E N T E     D  E      L  A       S  A L  A  D  A

A  Andrés  Moreno  Camacho,
alcalaíno  practicante. 

“Andrés, baja  una  mañana
con tu cámara encantada
a la fresquita explanada,
de cal y de piedra plana,
que es la fuente La Salada.

Y allí filma con salero
su caño alegre manando
aguas al abrevadero,
y si puedes ve grabando
las notas de su aguadero“.

¡Fuente de piedra y de cal,
que gracia lleva en su cante
ese caño virginal
tan transparente y brillante!

El agua de la Salada
con su compás por verdiales,
suena a guitarra tocada
por artistas celestiales.

Ha empapado tantos años
esta tierra tan bendita,
que no le caben apaños . . .
es ella la HISTORIA escrita.

Agua con  sabiduría
que corre contando historias
de penas y de alegrías,
de miserias y de glorias.

La fuente cuenta y no para
cosas de aquellas personas,
que en busca de su agua clara
pasaron por estas zonas.


Tartessos y turdetanos
que con fenicios trataban,
la bebieron con sus manos,
mientras el precio ajustaban.

                                                   O aquel centurión romano
                                                   que se paró a descansar,
                                                   con un edicto en la mano
que ordenaba liberar.

A Don Rodrigo aquel día
que partía para La Janda;
a perder mientras moría,
con Tarik y con su banda.

La tarde que el Rey Gazul
marchaba con sus guerreros,
bajo la bandera azul
de sus invictos lanceros.

Cuando don Alfonso onceno
con sus tropas victoriosas,
culminó un reinado lleno
de reconquistas gloriosas.

La Casa de los Rivera
bebió tus aguas sabrosas,
y dio santos y lumbreras
con cabezas luminosas.

Que horror de tropas francesas
que hasta tus pilas doradas,
mandaron grandes remesas
de piedras ensangrentadas.

La gente se acuerda tanto,
que cuando se marchan lejos
sueñan con la de los Santos 
navegando en tus espejos.

¡Cuantas niñas han mirado,
reflejadas sus caritas
y la de su enamorado
en tus aguas saladitas!.

Porque un crisol son sus tazas
donde los de mi ciudad,
funden su clase y su raza
con su arte y su bondad.

¡¡Este piropo sentido
a la fuente alcalaína,
que a los siglos ha vencido . . .
y se conserva divina!!


Francisco  Teodoro  Sánchez  Vera
Barcelona - 2012

lunes, 8 de octubre de 2012

ALCALÁ EN LA LITERATURA


3.- LOS PRIMEROS POBLADORES

El historiador y arqueólogo alemán, Adolf Schulten (1870-1960) realizó investigaciones en la provincia de Cádiz, contenidas en su obra “Tartessos”, realizando excavaciones importantes desde Trebujena hasta Jerez, principalmente en el poblado de Mesas de Asta. Por otra parte, el manual de Historia Universal, publicado en Madrid en 1960, por los historiadores Juan José Arenaza y Fermín Gastaminza, se hace eco de las investigaciones de Schulten y dicen que “Los primeros  pobladores de la península fueron los iberos, pueblo de procedencia africana. Llegaron a España al empezar la edad de los metales y se establecieron en el Sur y en Levante, llegando hasta Francia. Después vinieron los turdetanos, muy semejantes a los iberos. Se establecieron en el Valle del Guadalquivir y alcanzaron pronto una notable cultura.

Los turdetanos fueron uno de esos pueblo iberos que habitaban el sur del Sur. Abarcaba desde el Algarbe de Portugal hasta Sierra Morena, y por la costa, hasta Cartagena, coincidiendo con la antigua civilización de Tartessos. Ésta había tenido una gran influencia griega, que supuestamente condujo a la desaparición de su monarquía a manos de los feno-púnicos, como venganza por su apoyo a los focenses en el siglo VI a.C. De aquí surgió una nueva civilización que, descendiente de Tartessos, se adaptó a las nuevas condiciones geo-políticas de la época.

El historiador alemán Schulten, dice que “Hasta Regia” (Jerez) fue una de las principales ciudades de la región y, como hemos dicho anteriormente, ejercía su poder hasta la Turris Regina (Turrecina), la actual Alcalá. Perdida la influencia comercial y cultural griega, la Turdetania se vio inmersa en  la influencia cartaginesa, aunque desarrolló una evolución propia, de forma que la población turdetana se sabía descendiente de los antiguos tartesos. A la llegada de los romanos, aún mantenía sus señas de identidad propias. De ahí que Estrabón dijera en sus crónicas: “Son considerados los más cultos de los iberos, ya que conocen la escritura y, según sus tradiciones ancestrales, incluso tienen crónicas históricas, poemas y leyes en verso que ellos dicen de seis mil años de antigüedad.” [1]

Tartessos tenía una personalidad propia dentro de la cultura de los iberos, que se caracterizaba por un tipo de cerámica pintada y con decoración geométrica, escultura animalística que en época romana continuó con figuración humana. Tenían también lengua propia, descendiente del idioma tartésico, y alfabeto propio, siendo el único pueblo que no adoptó el de los iberos. Otra diferencia eran las particularidades en las necrópolis y enterramientos.

Su economía.- A la llegada de los romanos, era el pueblo más civilizado de la península ibérica. La minería con una industria asociada a las minas eran factorías tartésicas en el triángulo formado por las actuales Huelva, Cádiz y Sevilla. Los minerales extraídos eran la plata y el cobre, convirtiéndose la plata en el principal material con llegada de Roma. Pero según Estrabón, la agricultura era muy importante y variada. Conocían el arado y el trillo por la influencia de Cartago. Cultivaban principalmente cereales, olivo y vid. Se habla de concentración de tierra en pocas manos, de dispersión de la misma y de un sistema latifundista.

Sobre ganadería, sabemos que criaban bueyes, ovejas y caballos. También existía la industria textil asociada, como muestran las fuyasolas y pesas de telares encontradas en algunas tumbas. En toda la costa se fabricaba el “garum”, una salsa con tripas de pescado en salmuera, que se comercializaba por todo el imperio a muy alto precio. Hubo también industria relacionada con la pesca, como la del salazón y la conserva en la zona del Estrecho. El comercio interior y el interregional fue importante, aunque hay pocos datos y es posible que fueran productos naturales perecederos o manufacturados, similares al resto de los pueblos del entorno y de la época.

La sociedad.-. A la caída de Tartessos, desaparece la monarquía y surgen pequeños reyes. Es difícil dar con ellos hasta la llegada de Roma. Los historiadores nombran algunos que tuvieron alguna relevancia en las guerras púnicas. Pero se sabe que los turdetanos llevaban una vida pacífica. No obstante, existía ya vida urbana, a juzgar por las ciudades importantes que tenían: Acinipo, Ronda la Vieja; Asido, Medina Sidonia; Hasta Regia, Jerez; Asta, Mesas de Asta; Carisa, Espera; Castula, Alcalá; Iptuci, Paterna del Campo…

El rey Argantonio, gran personaje.- Vivió entre el 670 a.C. y el 550 a.C. Fue el último rey tartésico, único del que se tienen referencias históricas. Debido a su longevidad -120 años- se piensa que podría tratarse más que de un rey, de una dinastía, pues se le atribuyen tesoros con unos 300 años de referencia. Aparece en fuentes griegas por su relación con Focea (colonia griega en el Asia Menor). Su reinado se ha convertido en el símbolo mítico de la cultura tartésica. El nombre de Argantonio significa “Hombre de Plata”, que revela su origen indoeuropeo y aparece en las fuentes griegas ligado a la riqueza minera de su reino (bronce y plata), con la cual prestó ayuda a los focenses para financiar las fortificaciones de Focca (ciudad griega del asia Menor) contra la amenaza persa. Se dice que envió hasta 1.500 kilos de plata a sus aliados.

Sin embargo, no logró con ello que se establecieran en su reino colonias focenses, con las que aspiraba a quizá a sacudirse la tutela comercial establecida por los fenicios de Gañir (Cádiz), o quizás dar salida al comercio de los metales, interrumpida por la presión asiria sobre las ciudades de Fenicia. Algunos le otorgan un reinado de 80 años y una vida de 120, entre ellos Herodoto; otros llegan hasta 150 (Plinio el Viejo). Incluso algunos aventuran a darle la inaudita edad de tres siglos. Obviamente, esto es una exageración, pero confirma la idea de que disfrutó de longevidad y largo reinado.

Todo eso queda muy lejos para nosotros, pero testimonian un pasado grandioso al que no debemos renunciar. Por otro lado, la vegetación y la flora espléndida de sus bosques, las tierras regadas por cinco ríos, los caminos que atraviesan la ciudad y la rica fauna que pueblan sus términos garantizan su pasado esplendoroso.   
                                                                                          


JUAN LEIVA


[1] Estrabón. Geógrafo griego, aproximadamente del año 63 a.C. al 20 d.C. Murió en Roma. Es autor de una importante Geografía en 17 libros. En el III describe nuestras tierras de Iberia.

domingo, 7 de octubre de 2012

LA LECTURA


                                             

La lectura -manantial, río y mar- es una de las actividades que más contribuyen a ensanchar, a profundizar y a elevar la vida humana: nos proporciona un conocimiento supraindividual y nos abre unos caminos anchos, dilatados y divertidos; nos descubren unas verdes avenidas, que nos acercan a la libertad verdadera; es un inagotable motor de superación personal y un mecanismo impulsor de cambios saludables y de ilusiones nutritivas; es un lazo que liga el pasado con el presente y con el futuro e, incluso, es una práctica terapéutica que nos ayuda a reconciliarnos con nosotros mismos y nos empuja, amigablemente, a luchar para no ser presas prematuras de una muerte inevitable.
Los libros -monumentos y, simultáneamente, documentos- son veneros inagotables de desmesuradas esperanzas y de obstinadas nostalgias; nos hacen sentir la realidad actual y desentrañar su misterio interno; nos obligan para que no nos limitemos simplemente a transitar por la vida sino a que la examinemos detenidamente, para digerirla y para vivirla, y, además, nos descubre nuevos mundos, nos relacionan con personas insólitas con las que, unas veces, nos identificamos o con las que, otras veces, por el contrario, discrepamos. Son resortes desencadenantes de pasiones sin fin, símbolos de una realidad que nos trasciende y nos intriga; guías que nos orientan en la permanente búsqueda de nuestra identidad, acompañantes que nos llevan al reencuentro con nosotros mismos a través de los reflejos cambiantes en el espejo de los personajes insólitos; son retratos en movimiento que nos facilitan el reconocimiento de comportamientos nuestros.
La lectura nos estimula la reflexión sobre nuestro ser y sobre nuestro actuar, sobre nuestra realización humana y sobre nuestra trayectoria biográfica. Un buen libro nos educa el buen gusto y nos enseña a valorar lo bello. Leer de manera exigente y, al mismo tiempo, arbitraria, es la única forma de aprender a leer aprendiendo y disfrutando: nos hace tomar conciencia de nuestra existencia y estimula la capacidad crítica y racional que nos mantiene tensa esa inquietud por el crecimiento espiritual, por la palabra precisa y por la imagen bella, por la perfección estética que nace de la filosofía griega.
La lectura nos hace herederos de inmensas fortunas que superan toda nuestra limitada capacidad de disfrute. La lectura es la escuela más grata para la niñez, es el taller y el hogar más acogedor para el adulto y es el asilo más confortable para la vejez. Es la flecha que dirige nuestros anhelos; es el arco que impulsa y concentra, en una armoniosa unidad, las múltiples voces de los personajes. Es la voz que hace imposible el olvido y, por lo tanto, el silencio definitivo. La lectura agrupa los mundos complementarios de la imaginación y de la realidad en el universo unificador de la palabra y, cuando es atenta, proporciona una felicidad más intensa, más honda, más completa y mejor repartida entre los hombres. El libro, puente levadizo de encuentros y de desencuentros es una prueba de amor y de respeto: es el mejor regalo y la expresión más elocuente de gratitud y de afecto.




José Antonio Hernández Guerrero

viernes, 5 de octubre de 2012

EL PELIGRO DE LOS CRÉDULOS


                                                                   
Por mucho que algunos presuman de ella, la incredulidad total es una actitud irracional y, a mi juicio, una pretensión vana. La vida familiar, profesional, social, económica, política e, incluso, científica se apoya en una serie de informaciones que aceptamos por el crédito que le otorgamos a quienes nos las transmiten. La mayoría de los principios que orientan nuestros juicios y gran parte de las pautas que rigen nuestras conductas hunden sus raíces en las enseñanzas de los “maestros” y en los modelos de vida que hemos asimilado durante nuestra niñez.
No hay duda de que el fundamento último de nuestras convicciones más profundas estriba, más que en la fuerza de las razones, en la credibilidad -auctoritas- que nos merecen los que, con sus palabras o con sus ejemplos, con sus normas prácticas y con sus conductas coherentes, nos las han sembrado en el fondo de nuestras conciencias. Sí; para vivir humanamente y, sobre todo, para convivir pacíficamente, necesitamos la fe, esa seguridad de que determinadas ideas son ciertas aunque no siempre seamos capaces de justificarlas con argumentos racionales.
Pero la credulidad es una disposición diferente, es una forma de pensamiento cómoda, cándida, ingenua y peligrosa porque implica una entrega inconsciente a un conductor indocumentado; es la decisión de habitar un edificio carente de cimientos; es el propósito de caminar por arenas movedizas o de surcar mares tempestuosos en una nave desprovista de timón. Es comprensible que se extienda entre personas que poseen una predisposición a la sugestión, que dan por válida prácticamente cualquier afirmación y que, permanentemente, están asustadas ante la posibilidad de que alguien le eche el mal de ojos o que se tope con algún gafe -¿recuerdan la lata que nos dieron, hace ya cerca de veinte años con Yañez?-, creen en los pájaros de mal agüero o en la mala suerte que dan los gatos negros, derramar sal o dejar las tijeras abiertas; por el contrario, están convencidos de la buena suerte que proporcionan las herraduras colocadas detrás de la puerta de entrada, o de que tocar madera puede librarlos de alguna desgracia.
En la actualidad, resulta sorprendente comprobar cómo, por ejemplo, no faltan médicos profesionales que se fían de curanderos, deportistas de élite que depositan su confianza en amuletos, políticos que consultan con adivinos, científicos que practican ritos mágicos, filósofos que invocan a deidades y, en resumen, personajes que, aunque presumen de agnosticismo, se entregan confiados a prácticas supersticiosas, a sortilegios que les permiten soñar y escaparse a través de ideas sin fundamento que no requieren ningún tipo de prueba ni de un respaldo que les proporcionen sentido. De esta forma se llenan artificialmente vacíos emocionales de muchas personas en busca de ayuda y de consuelo, de lo que se aprovechan los charlatanes y los oportunistas ("brujos", astrólogos, "psíquicos", e, incluso, algunos listillos, etc.).
Pero, en mi opinión, el comportamiento más paradójico es el de los religiosos profesionales que, apoyándose en su autoridad, en vez fundamentar la credibilidad de sus principios y de las pautas de comportamiento, alientan y alimentan la credulidad, la adhesión a alucinantes fantasías que proporcionan consuelos relajantes. La credulidad ciega es letal porque no nos permite pensar y actuar por nosotros mismos. Hemos de intentar colaborar de todas las formas posibles para lograr que, progresivamente, las personas tengamos un poquito más alerta nuestros sentidos y nuestras conciencias para que adoptemos una actitud más crítica y así podamos detectar cuándo nos están engañando y cuándo o quiénes pretenden aprovecharse de nosotros a través de nuestra credulidad.


José Antonio Hernández Guerrero

EL PELIGRO DE LOS TITULARES PERIODÍSTICOS



Todos hemos experimentado esa sensación tan desagradable que nos invade cuando, tras leer un titular periodístico llamativo, comprobamos que el contenido de la información no corresponde a lo que él nos anuncia. Nuestra confusión aumenta de manera notable si comparamos los diferentes titulares con los que varios periódicos encabezan una misma noticia, pero nuestra perplejidad ante los titulares tendenciosos se convierte en indignación cuando sospechamos que sus autores tratan de engañarnos haciéndonos creer que las cosas son diferentes de lo que son. Nos sorprende  comprobar cómo, en la práctica, muchos periódicos que blasonan de su objetividad e independencia aceptan que la mentira es un legítimo instrumento de defensa y de ataque, e, incluso, cómo, a veces, presumen cuando logran que, a base de repetirla, una información falsa se transforma en verdad aceptada. Algunos profesionales, incluso, están convencidos de que el arte supremo de la habilidad comunicativa consiste en hacer ver que lo blanco es negro.
En nuestra opinión, sin embargo, los titulares tendenciosos, excesivamente teñidos de partidismo, se convierten en un bumerán incluso cuando los lectores adictos reconocen que prefieren esos periódicos, no porque cuentan la verdad de los hechos, sino porque defienden unas ideas o unos intereses que coinciden con los suyos. Permítanme que les haga una pregunta: ¿no es cierto que hechos como, por ejemplo, una catástrofe ecológica, el aumento del paro, los incendios forestales, la inflación, los acuerdos con los partidos nacionalistas, la sequía,  los accidentes de tráfico o las reformas de la educación, son calificados de manera diferente según sean los inquilinos del Palacio de la Moncloa?
La calidad de un titular se mide, como es sabido, por el acierto en resumir los datos fundamentales, por su capacidad para atraer la atención de los destinatarios y por su fuerza para despertar el interés de su lectura. Si el titular carece de "garra", es posible que los lectores no se animen a leer el resto del texto ya que, debido al volumen tan elevado de noticias que nos ofrecen los periódicos, a la cantidad tan amplia de ocupaciones y a la rapidez con la que se superponen los problemas, la lectura completa de cualquier periódico es una tarea excesivamente enojosa. Lo más que solemos hacer es contemplar las ilustraciones gráficas y repasar las esquelas mortuorias.
Los titulares constituyen unas ayudas imprescindibles para que estemos al corriente de aquellos episodios que, como ciudadanos del mundo nos conciernen y para que, en consecuencia, adoptemos las actitudes y las conductas más adecuadas. Pero hemos de ser conscientes de que los titulares pueden ser unas armas peligrosas que, en manos de profesionales sin escrúpulos, en vez de informar, explicar y valorar los sucesos relevantes, nos desinforman tergiversando los datos, interpretándolos de manera incorrecta por el simple procedimiento de destacar un dato insignificante o, por el contrario, prescindiendo de otro relevante.
Tanto la forma de elaborar el resumen como la manera de enfatizar o de subrayar determinadas palabras pueden transmitir unos mensajes interesados e inducir a los lectores para que extraigan unas conclusiones falsas. A veces, con el fin de atraer la atención, la exageración y la generalización pueden modificar substancialmente la recepción. Y es que la importancia otorgada al “cómo se dice”, más que al “qué se dice”, se hace patente en nuestros días, en la redacción de los titulares.


José Antonio Hernández Guerrero


martes, 2 de octubre de 2012

EL PELIGRO DE LOS DEMAGOGOS




Si, por ejemplo, consideramos el número tan elevado de incendios forestales y la considerable extensión de hectáreas que se están destruyendo durante los meses de julio y agosto, llegamos a la conclusión de que sobrepasan los límites tolerables para un país que se tiene entre los diez más desarrollados y potentes del mundo y que debería llevar ya varios meses en operativa y previsora alerta máxima ante la posibilidad de que acaecieran sucesos de estas características. Y si, además, en nuestra reflexión añadimos el examen de la deficiente gestión de las crisis por parte del Gobierno y de la oposición, el resultado es tan letal que no comprendemos cómo todos no se han puesto a trabajar de manera inmediata y coordinada para encontrar soluciones eficaces.
La intensa sequía y los voraces incendios de este verano no son temas menores ni coyunturales. Por eso, desde todos los rincones de nuestra geografía hemos de clamar demandando unas actitudes responsables, unos comportamientos solidarios y, sobre todo, una buena gestión, un uso racional del agua y de la naturaleza, y, sobre todo, una mejor educación ciudadana. La sequía y los incendios no pueden ser “patrimonio” de demagogias políticas, de instrumentalizaciones partidistas, de exaltaciones ridículas de particularismos y de localismos, de enfrentamientos cicateros entre personas y comunidades, ni de hipotéticos graneros electorales. Ambas cuestiones exigen respuestas responsables, competentes e inmediatas de los gobernantes, planes técnicos previsores e inteligentes, dotación de las infraestructuras necesarias, iniciativas políticas de consenso y de integración, mayor respeto y atención a los intereses reales de los ciudadanos y mucha menos demagogia, negligencia, ineptitud y propaganda, por parte de todos.    
Calificamos de demagógicas esas actitudes y esos comportamientos políticos que diariamente ponen de manifiesto el intento prioritario y permanente de conseguir el afecto popular o el incremento de adeptos incondicionales. Desde hace ya varios años, asistimos a una encarnizada disputa que, más que política, tiene en la actualidad aires de corral de comadres. Tanto los grupos que apoyan al Gobierno como los que están situados en los bancos de la oposición nos demuestran que confunden el debate con la maledicencia y la polémica con el garrotazo verbal. Todos hemos comprobado cómo el hemiciclo parlamentario se convierte muchas veces en gallinero alborotado y en graderío airado de cualquier ultrasur balompédico. Si entendemos la política como la define el Diccionario de la Lengua Española -"el arte de gobernar los pueblos y de conservar el orden y las buenas costumbres"- deberíamos exigir que los políticos no sólo antepusieran el servicio al bien común sobre sus intereses partidistas o personales, sino también que dieran ejemplos de corrección en sus palabras, en sus gestos y en sus comportamientos. No es posible que pretendan conservar el orden y las buenas costumbres quienes, al mismo tiempo que presumen de representar la voluntad popular, caen en el sectarismo, en el insulto, en la chocarrería e, incluso, en la mentira. Aunque es cierto que el debate y la discusión son herramientas políticas que ayudan a lograr acuerdos beneficiosos y a adoptar decisiones favorables para el bien común de los ciudadanos, también es verdad que los discursos construidos con hirientes insultos contra los adversarios y con halagadoras promesas dirigidas a los electores, socavan los cimientos de la democracia. Ya Platón nos advertía que nos defendiéramos de los demagogos que, para conservar el poder, pretenden curar al enfermo sin dolor, sin ejercicios y sin dietas.


José Antonio Hernández Guerrero


lunes, 1 de octubre de 2012

ROMANCE DE LA CALLE LOS POZOS




ROMANCE  DE  LA  CALLE  LOS  POZOS

A mis vecinos de la  calle

Es  la  calle  de  los  Pozos
el  recuerdo más  antiguo
que  conservo  de  mi   pueblo.
Loma  con  dos  faldas   grises,
Dos  vertientes  empedradas
con  cantos del  río  Barbate,
que  las  aguas  de  los  cielos
gastan  tras  siglos  de  lluvias,
cayendo  en  sus  duras  caras.

Estas rutas del  levante
se  juntan  en  el  Altillo,
entre  las  casas  de  Jara
y  Currito  el  zapatero;
del  que  retengo  en  mi  mente
su  presencia  en  los  entierros,
con  la  boina  y  con  su  hermano
acompañándolo   siempre.


Y  por  esta  vía  de  piedra,
transitaban  sin  descanso,
los  muchos  alcalaínos
que  habitaban  en  sus  pagos.
Desde el  parque  a  la  Alameda,
de  la  Alameda  a  los  pozos,
o    quizás  a  la  vereda
que   hasta   Patrite   llegaba,
acercando  sus  molinos
a   los   hornos  de  la   plaza .

Era  una  calle  poblada
por  muchísimas  familias;
todas  de  hijos  cargadas;
gente  de  campo  y  honrada,
que  trataban  a  los  otros
como  a  propios  de  su  casa.

Recuerdo  bien  las  personas
que  abarrotaban  sus  patios.
Vislumbro  muy  bien  sus  caras,
mas   de  muy  pocos  recuerdo
sus  apellidos,   su  gracia.

El  tiempo  que   borra  y  gasta,
los  perdió   de  mi  memoria,
y   ello  me  causa  disgusto
porque  fueron  mis  vecinos,
y  por  los  gratos  recuerdos
les   reservo  un   gran  cariño .

Grandes  casas  con  paredes
repintadas  con  cal  blanca,
formando   una  calle  clara
bien  alineada  y  alegre.
Teja  mora   en  sus  tejados
y  en  los  cierres  y  balcones
bella  forja  gaditana
pintada  de  negro  o  verde,
según  el  gusto  dictaba.

Y  en  esa  calle  agitada,
por  donde  pasaba  el  agua
desde  los  pozos  morunos;
inicié   mi  primer  paso,
crecí   junto   con   mis   primos,
hice   eternas   amistades;
jugué   a  los  juegos de  entonces
casi  todos  ya  perdidos;
tracé  mi  primera  letra
y  desperté  mis  sentidos,
corriendo  tras  las  chiquillas
mas  lindas  que  he  conocido.

En  la  calle  se   vivía,
aquellos  años  dormidos,
muchas  horas  cada  día;
era  el  sitio  preferido,
sobre  todo  por  los  niños.
En  las  noches  veraniegas
que  tan  tarde  oscurecía,
se   platicaba  en  corrillos
con  las  sillas  en  las  puertas,
en  ambiente  distendido.
Mientras  la  gente  menuda
disfrutaba  de  lo  lindo,
gritando  de  un  lado  al  otro
con  sus  juegos  de  chiquillo.

Y   de  esta  calle  querida,
partí  de  mi  hogar  un  día
hacia  unas  tierras  extrañas,
olvidando  de  por  vida
el  residir  en  mi  casa,
disfrutar   de  mis  hermanos,
el  calor  de  la  familia . . .
De  amiga  la  soledad. . .
Siendo  mi  edad  tan  temprana.
¡  Y  esa  sí  es  la  pena  mía ¡ .


Fco.Teodoro Sánchez Vera .2010
Cuaderno  Añoranzas .


El tiempo que hará...